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Además de sus funciones conocidas, los teléfonos inteligentes se convirtieron en una herramienta de trabajo para una camada de directores que van de Hollywood al cine independiente. Los exponentes locales de una tendencia que se consolida.


 

En 2010 todos fuimos testigos de cómo los teléfonos celulares permitieron salvar vidas luego del terremoto en Haití. Aquellos dispositivos básicos evolucionaron hasta convertirse en las microcomputadoras multifunción que todos conocemos. Hoy, un teléfono inteligente puede transformarse en un barómetro, una impresora o un proyector. ¿Si modificaron nuestras vidas, cómo no iban a hacerlo con el cine?
Las películas realizadas con móviles abrieron un nuevo capítulo en la expansión de la creatividad gracias a la tecnología. «Me parece que el futuro está ahí», sostuvo Steven Soderbergh hace unos meses, en el estreno en la 68 Berlinale de Unsane, un thriller filmado con un iPhone que es protagonizado por Claire Foy, la estrella de la serie The Crown.
Pero Unsane no es el primer exponente en la materia. En 2015, el mundo se sorprendió con Tangerine, de Sean Baker, un largometraje producido con un iPhone 5S presentado en Sundance. «El iPhone es un dispositivo ligero que nos permitió movernos más libremente y experimentar. Es muy bueno en condiciones de baja iluminación, de modo que muchas de esas escenas nocturnas se trabajaron solo con un poco de luz para iluminar las caras correctamente», sostiene Baker en diálogo con Acción.
Antes de Tangerine, varios cineastas habían acudido al celular como herramienta de trabajo. En 2013, Searching for Sugar Man ganó un Oscar al mejor documental, y su director, Malik Bendjelloul, contó que había terminado de grabar algunas escenas con la ayuda de su iPhone 4S. El hito fundacional fue MSM Sugar Men de Aryan Kaganof, un largo filmado con ocho teléfonos y un presupuesto de 165.000 dólares.

Tomas alternativas
En Latinoamérica, la precursora fue la película chilena Olive, filmada con un celular y una lente de 35 milímetros. Según su director, Hooman Khalili, su intención fue «revolucionar» el séptimo arte: contribuir a que una nueva generación de jóvenes cineastas pueda encarar sus propias producciones sin necesidad de grandes inversiones.
Los grandes estudios también recurren a los celulares, tal como revela Seamus McGarvey, director de fotografía de Los vengadores. «En Los vengadores realicé un par de tomas con el iPhone que están en la película. De hecho, también están en el trailer», aseguró.


Pantalla chica. Tangerine, largometraje de Baker, y Héroe, la serie de Hartenstein.

Los grandes estudios también recurren a los celulares, tal como revela Seamus McGarvey, director de fotografía de Los vengadores. «En Los vengadores realicé un par de tomas con el iPhone que están en la película. De hecho, también están en el trailer», aseguró.
Argentina no se queda afuera de esta tendencia, con trabajos como ¿Alguna vez sentiste el sabor de la venganza?, de Emiliano Romero, seleccionado para el Berlinale Talent Campus; o Danza zombie, de Pablo Egito.
Leandro Tolchinsky es docente de la ENERC y dicta talleres enfocados en la realización audiovisual desde dispositivos móviles. «Hay muchas diferencias entre usar un celular o una cámara convencional, como hay diferencias entre las distintas cámaras», apunta. «Desde el punto de vista de la calidad de la imagen puede haber muchas limitaciones, debido a diferentes características técnicas, como el tamaño del sensor de la cámara o la calidad de las lentes. Aunque el avance tecnológico es tan veloz que puede que esa brecha se acorte».
Las series también recurren a esta herramienta, como en el caso de Héroe, una comedia absurda sobre superhéroes porteños de Federico Hartenstein filmada desde el punto de vista del celular de su protagonista; o la comedia romántica Memoria digital, de Rocío Blanco. Ambas resultaron ganadoras del «Mundial de series web», el concurso organizado por la UNTREF. Son dos casos más, de cosecha local, que legitiman esta nueva corriente estética.

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