Cultura | LA VIGENCIA DE ALFREDO ZITARROSA

Canciones monumentales

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Mariano del Mazo

A un lado y al otro del Río de la Plata, la obra del cantautor uruguayo sigue cautivando a nuevas generaciones a partir de homenajes y rescates que van de la música a los libros.

Clásico. Además de sus letras indoblegables, también patentó un sonido guitarrístico.

Foto: NA

«Cantan para usted los cantores/ crecen desde el pie/ Un poco de fe y los tambores/ pueden florecer». En «Crece desde el pie», una de sus canciones más populares, Alfredo Zitarrosa postulaba que los asuntos importantes tienen una dirección de abajo hacia arriba. En esa idea cabe su propia obra. A 36 años de la muerte y cuando ya empiezan los preparativos para un festival por sus 90 (nació el 10 de marzo de 1936, en Montevideo), la vindicación de las canciones brota desde sitios insospechados. Ocurre en ambos márgenes del Plata y por parte de artistas jóvenes, que ven en él una fuente de sabiduría musical y coherencia política. Una forma de la pureza que, sí, crece desde el pie.

Desde los inicios como locutor y periodista hasta su consolidación como creador único tanto en la faceta de compositor e intérprete como en la cristalización de un sonido guitarrístico que no tiene parangón, Zitarrosa fue un actor clave de su tiempo. Vivió el exilio con una tristeza abismal y en cada país donde debió recalar –España, México, Argentina– dejó una huella luego transitada por otros artistas. En ese camino siguen germinando propuestas.

Por supuesto, la puesta en valor también ocurre en su tierra. Por estos días, el grupo uruguayo Milongas Extremas lo homenajea con un abordaje visceral, si se quiere rockero, de su obra. El título del espectáculo remite a un tema de Alfredo y es elocuente: De no olvidar. «Creo que las guitarras de Zitarrosa tienen una contundencia que es totalmente rockera», dice Matías Rodríguez, uno de los integrantes del quinteto. Milongas Extremas vienen de tocar en el Teatro Solís de Montevideo y en la Ciudad Cultural Konex en Buenos Aires, a sala llena. «Para nosotros no es fácil meternos con él, porque hizo una música maravillosa. El espectáculo tiene cositas multimedia: aparece su voz, su canto, sus opiniones. Elegimos honrarlo con nuestro estilo. Una manera en que la milonga, las chamarras y hasta el folclore argentino, esas zambas que él adoraba, tienen sabor a rock».

Hace años Alfredo Piro viene haciendo el espectáculo teatral/musical ¿Por qué cantamos Zitarrosa? También ha interpretado el poema «Guitarra negra». Hijo de Osvaldo Piro y Susana Rinaldi, es un exégeta pasional del uruguayo. «Para mí, Zirarrosa representa un género en sí mismo. El famoso apotegma del Conde de Buffon le cabe a la perfección: “El estilo es el hombre”. Acompañé a mi vieja a un homenaje que se hizo junto a Joan Manuel Serrat y Juan Carlos Baglietto en el estadio El Cilindro de Montevideo. Desde entonces empecé a escuchar, conocer, investigar y estudiar quién estaba detrás de ese rostro seco, enjuto. En más de veinticinco años que llevo cantando estuve entreverado en más de una oportunidad con su música: grabé no solo sus composiciones, sino que participé de proyectos abocados a revisitar su obra», cuenta.


Otros abordajes
En 2012 salió una novela gráfica titulada, simplemente, Zitarrosa. Con dibujos del argentino Max Aguirre y textos del escritor y periodista uruguayo Rodolfo Santullo, tuvo varias ediciones en los dos países, se agotó y quedó descatalogada. Ahora acaba de ser publicada por Fondo de Cultura Económica: la nueva edición fue presentada el 4 de septiembre en Palermo, con música –el propio Aguirre es cultor de la milonga y el tango– y ante una sala a tope. «Su obra se vuelve cada vez más importante. Es una suerte que el trabajo nuestro tenga una nueva oportunidad, que pueda seguir circulando. Cuando lo concebimos, pensamos en tomar algunas historias que leímos o que nos contaron. Más que zambullirnos en una vida, elegimos narrar gráficamente viñetas puntuales, como su encuentro con Juan Carlos Onetti, la vez que lo visitó Menchi Sabat, su relación con el peronismo, el exilio», dice Aguirre. 

Marina Ruiz Matta es pianista y se propuso componer una música nueva sobre «Guitarra negra». Fue un trabajo titánico, que presentó en el CCK en 2023 y que mostró otra manera de reivindicar al uruguayo. «La música original me encanta. Es fresca, luminosa, de alguna manera contrasta con el espíritu dramático del texto. Me propuse justamente otro abordaje, pianístico: mi mirada. La idea no fue reemplazar, sino plantear otra manera», describe.

Mientras en Uruguay se está ordenando la obra discográfica –caótica, desperdigada– del cantautor, en las librerías continúa en exhibición el libro de Mauricio Rodríguez, Zitarrosa en vivo. Se trata de una exhaustiva reconstrucción del concierto porteño que dio en 1983, en el estadio Obras, que significó su regreso del exilio al Río de la Plata, y que quedó registrado en un disco. Fue una ceremonia catártica que provocó el cruce de miles de uruguayos por los puentes y por aliscafos y ferrys. Alejandro del Prado estuvo a cargo del guitarrón del grupo de Zitarrosa en aquellos conciertos de Obras. Se habían conocido en México. Hoy, cada noche de sus puntuales recitales en El Colectivo de Villa Urquiza, Del Prado lo homenajea doblemente: versiona «Zamba por vos» y canta su tema propio «Zitarroseando». «Con gafas urbanas/ con su nostalgia campesina/ su pasión marxista/ su blues oriental/ su mate de hueso/ su sándalo herido perfumando exilios/ Zambita cantale al muchacho prohibido», enumera en su canción el autor de «Los locos de Buenos Aires».

Es tan rotunda y tan poderosa la obra de Alfredo Zitarrosa, que parecería que siempre ofrece algo nuevo. Es como una piedra para el escultor: en el interior hay perlas que descubrir. ¿Qué hubiera pensado él de estos tiempos miserables? ¿Qué canciones estaría escribiendo? Son pregunta vanas. Como dice Piro: «Hoy tengo 52 años, la misma edad que tenía Zitarrosa cuando murió. Mensuro que no llegaría a hacer ni la mitad de todo lo que él hizo en su corta vida. Así y todo, siento haber aportado un granito de arena, por haber contagiado cierto entusiasmo en muchos de los artistas de mi generación». La llama de la memoria colectiva se mantiene viva. La vigencia está en una obra indoblegable, monumental. Basta escuchar los versos de «Adagio en mi país», aquella canción que comenzaba: «En mi país, qué tristeza la pobreza y el rencor/ Dice mi padre que ya llegará desde el fondo del tiempo otro tiempo». Tanta actualidad estremece.

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