Cultura | BERLÍN EN LA LITERATURA LATINOAMERICANA

Capital cultural

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Walter Lezcano

La ciudad alemana se repite como escenario en las novelas recientes de escritores de Argentina, México y Costa Rica. Actualidad, historia y misterio.

Autores. Halfon con Diario pinchado, Pauls con La mitad fantasma y Mortarti con La lengua alemana son los exponentes de la tendencia. (Prensa)

En su flamante novela, La mitad fantasma, Alan Pauls le hace decir a Savoy, el personaje principal: «Ahora yo debería ser capaz de contar cómo llegué hasta acá». Se refiere a Berlín, y ese elemento de la ficción tiene su correlato en la biografía del propio autor, que desde hace un tiempo vive en la capital alemana con su familia gracias a una beca. Y ahí también sitúa parte de la historia, que fue terminada antes de que llegue la pandemia. Ahora, en un paso fugaz por Buenos Aires, explica: «Esta novela podría ser considerada como uno más de los textos sobre Berlín. Algo que ya parece ser un género muy latinoamericano. De repente Berlín se volvió como un objeto literario muy importante».
¿Cuáles son los puentes literarios que unen a esta parte del mundo con la prestigiosa ciudad europea? En poco tiempo fueron publicados varios libros que, a partir de diversos géneros, dan cuenta de este fenómeno. La lista incluye a Diario pinchado, de Mercedes Halfon, La lengua alemana, de Julieta Mortarti, Vamos a tocar el agua, del costarricense Luis Chaves y También Berlín se olvida, del italomexicano Fabio Morábito.

Descubrimiento narrado
«Supongo que Berlín, como Nueva York y París, es de esas ciudades que tienen su propia narrativa. Estar ahí es un poco entrar en contacto con la ciudad real, pero también hay una suerte de ciudad mental, construida a base de libros, películas, anécdotas. No soy especialmente germanófila, pero algo terminó cautivándome. Ocurrió también que cuando fui a Berlín y se originó Diario pinchado, se cumplían 70 años del aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial. Entonces había algo de esa guerra muy presente y daba para detenerse a mirar esas pequeñas huellas del pasado. Todos esos elementos vuelven muy elocuente al espacio y eso empezó a generar un relato dentro de mi cabeza», cuenta Halfon.
Desde Costa Rica, Chaves viajó a Berlín en 2016 para pasar una temporada gracias a la beca de residencia de la Berliner Künstlerprogramms. «El libro que estuve trabajando en el año de la residencia no terminó de encontrar una forma, no logré dársela, es una novela que sigue truncada», cuenta. «Cuando les dije eso a mis editores, ellos me propusieron armar algo con unos textos que había publicado en formato digital durante la estadía en Berlín. Se trataba de cinco fragmentos que se fueron publicando en cada estación, crónicas de la experiencia mientras sucedía». Y así se gestó Vamos a tocar el agua.
En los dos casos se la representa como la ciudad a descubrir y explorar, que todavía puede mostrar en el siglo XXI un cierto misterio atemporal: pasado y presente fundidos en un lenguaje nuevo. Escribe Morábito en También Berlín se olvida: «Berlín me pareció desde el primer momento una ciudad ideal para ejercitar las piernas: segura, sin multitudes, por momentos casi desértica, con poco ruido y mucho gris. El gris es un excelente combustible para caminar».
¿Qué se aprende luego de recorrer sus calles a través de la literatura? Para Mortati, autora de La lengua alemana, «lo que se descubre después de escribir de Berlín es que quizás la experiencia fue un poco más extrema de lo que una sintió. Es decir que mi percepción personal de Berlín y la que aparece en la novela son distintas».
A su turno, Halfon apunta que «es una ciudad que ganó terreno en Europa en aspectos sociales y culturales, está a la vanguardia en muchos sentidos. También es barata, algo que ayuda a convertirla en imán para jóvenes, estudiantes y artistas de todo el mundo. Y ellos son los que inician un poco todo. Al volverse tan epicentro puede que eso estimule narrativas, poéticas. Es una forma de inspiración».

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