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Cine entre dos mundos

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Dirigida por Santiago Mitre y protagonizada por Dolores Fonzi, la remake del clásico de la dupla Tinayre-Legrand debutó con un premio en el festival de Cannes. Una película intensa y polémica.

 

Consagración. Fonzi fue elogiada en Francia por su personaje, una docente que trabaja en una escuela rural de Misiones. (Prensa Paulina La Patota)

En el momento de su estreno, en agosto de 1960, La patota, el film de Daniel Tinayre protagonizado por Mirtha Legrand, estaba inexorablemente destinado a la polémica. La historia de una joven profesora de filosofía de una escuela nocturna que es violada por varios de sus alumnos, queda embarazada y se empeña –reafirmándose en contra de la voluntad de su riguroso padre, un influyente juez– en seguir dando clases y llevar adelante el embarazo, ofrecía las puntas para infinidad de debates relacionados con cuestiones sociales, políticas, morales y religiosas. En aquel entonces, Tinayre fue acusado de sensacionalista por su búsqueda deliberada de un argumento controvertido, pero él siempre apuntó en su cine a conectar con el público. Por otro lado, ponía a Legrand en un papel melodramático e intenso, cuando en su carrera abundaron las comedias y los personajes de chica pizpireta y romántica.
La idea de una remake de aquel film que hoy solo puede revisarse en copias defectuosas, podía parecer originalmente demasiado arriesgada e incluso complicada, pero al ver la nueva, libre versión de La patota filmada por Santiago Mitre y protagonizada por Dolores Fonzi y Oscar Martínez, toda extrañeza se diluye: en colaboración con Mariano Llinás como coguionista, Mitre se ha apropiado del argumento central del clásico de Tinayre, siguiendo sus episodios centrales pero construyendo un relato nuevo, que asume debates bien actuales en materia de políticas sociales, clasismo, violencia sexual y patriarcado. A su vez, asimila el verosímil más sólido que ha construido la mejor parte del nuevo cine argentino. El proyecto surgió con un encargo: Axel Kuschevatzky (el productor de Relatos salvajes, por Telefónica Studios) convocó a Mitre para adaptar el guión. El cineasta –con una larga experiencia en guiones para trabajos ajenos– decidió ver la película de Tinayre una única vez y trabajar una nueva lectura a partir de su esquema argumental general. Una de las primeras decisiones que tomó, cuenta, fue trasladar la acción de Buenos Aires a Posadas, Misiones, en parte para no reiterar el retrato de la pobreza de las grandes ciudades, «una idea de cómo es y cómo hablan» que Mitre sentía que ya «está cristalizada» en el nuevo cine.

Original. Legrand es una profesora violada en la película fechada en 1960.

Esta modificación inicial plantea varios cambios importantes: en el original la protagonista, Paulina, es una mujer proveniente de una familia de alcurnia y sus violadores no son necesariamente marginales; en la remake son, respectivamente, una chica de clase media acomodada y una banda de chicos de la región de frontera, descendientes de guaraníes, claramente empobrecidos. El personaje del padre de Paulina crece en importancia: es muy potente la escena inicial, cuando el juez interpretado por Oscar Martínez intenta disuadir a su hija de irse a dar clases a una escuelita rural como parte de un programa social. Al discurso pragmático y protector de él, Paulina responde indignada, calificándolo de despótico, reaccionario y clasista.
Despojada de todo rasgo de fe –el catolicismo es explícito en la versión Tinayre–, la obstinación de la Paulina de Fonzi no solo en no denunciar a sus atacantes sino en seguir adelante con su embarazo, cobra nuevas significaciones. «Empecé a escribir con Paulina en la cabeza, para tratar de entenderla, y me di cuenta de que era imposible, que no había que entenderla, y que justamente ahí estaba lo que me interesaba hacer», escribe Mitre en las notas de producción. «Poder seguirla, pensarla, asustarse con ella, pero no entenderla. Paulina se mueve por una fuerza de supervivencia, que bordea lo irracional y que es  la que mueve la película. La que nos arrastra con ella».
Bajo el título internacional Paulina, la patota tuvo su estreno mundial en Cannes, en mayo pasado, apenas un mes antes de su estreno comercial en Argentina. Con este lanzamiento, Mitre encara una experiencia distinta de su antecesora, El estudiante, que fue producida de modo completamente independiente, a espaldas del INCAA. Ahora cuenta con un presupuesto mayor, y una estructura más grande para su promoción. Lo cierto es que su camino comenzó con éxito: la crítica internacional la elogió de manera unánime en el festival de cine más prestigioso del mundo, del que además se fue con el premio mayor de la competitiva Semana de la Crítica. Y Fonzi, en cuyo sólido trabajo se apoya casi enteramente el relato, se convirtió en la actriz-revelación de Cannes. «Hacía falta una actriz extraordinaria para hacer de esta película algo que no fuera simplemente un alegato político en favor de los marginados», dijo Le Monde. «Con infinita generosidad, Dolores Fonzi nos permite comprender el progreso de un pensamiento con el cual la película se materializa».
De algún modo, con la energía narrativa y la convicción del cine independiente y los recursos y la voluntad de búsqueda del creciente cine industrial apoyado por la televisión y productores de distintas procedencias, La patota es muchas cosas, pero fundamentalmente es la encarnación de lo mejor de dos mundos.

Mariano Kairuz

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