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Crítica y ficción

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El autor de «Respiración artificial» indagó en los nuevos caminos de la tradición realista a partir de la experiencia personal. Y también produjo una serie de ensayos sobre la literatura que hoy son leídos como clásicos. Hitos de una carrera brillante.

Compromiso. El escritor plasmó su mirada sobre los tiempos que iba transitando. (Juan Quiles)

 

Se inició como uno de esos jóvenes narradores que, en la década del 60, propusieron una escritura afincada en la experiencia personal, ligada a una época de profundas transformaciones sociales. Asumir simultáneamente el desafío de buscar nuevos caminos para la tradición realista y llevar a cabo una lectura de la literatura argentina fue una tarea que encaró, en sus ficciones y en sus reflexiones críticas, Ricardo Piglia.  
A los 27 años –había nacido en Adrogué, provincia de Buenos Aires, en 1941–, ya participaba de la nueva política cultural que puso en marcha la Revolución Cubana. Así, en 1967, Casa de las Américas le dedicó una mención a su volumen de relatos Jaulario (publicado luego en la Argentina con el título La invasión). El cuento siguió siendo una forma que continuó en su obra, con los agrupados en Nombre falso o Prisión perpetua. Solía editar esos volúmenes recuperando algunas narraciones y agregando otras.
Estudió historia en la Universidad de La Plata. Además de haber hecho referencia a esa carrera en sus relatos, mostró acabadamente su interés por la historia argentina a partir de uno de los mayores interrogantes de nuestro pasado: en «Las actas del juicio», a través de la voz de un testigo partidario de Urquiza, se interroga el porqué del retiro del caudillo entrerriano frente a las fuerzas porteñas obedientes al proyecto mitrista.
En medio de la dictadura militar, apareció una novela destinada a convertirse en un hito en el páramo que deparaban la censura, las desapariciones  y el exilio. Se publicó en 1980 y se llamó Respiración artificial. Al poner en escena a personajes de distintas épocas, la experiencia subjetiva se trama con los avatares políticos y sociales de la Argentina, desde el siglo XIX hasta los años 70. Aparece allí un personaje que se convertiría en constante para Piglia: el escritor Emilio Renzi (esa especie de alter ego cuyo nombre alude a los segundos nombre y apellido del autor) testimonia la constante indagación sobre los alcances y la función de la literatura mediante citas y comentarios.
En este sentido cabe destacar otra faceta fundamental de Piglia: su rol como intelectual comprometido con los tiempos que iba transitando. Así quedó reflejado en su actuación en publicaciones periódicas, entre las que cabe mencionar la revista Los libros, que se publicó entre 1969 y 1976. Y también en su oficio de editor: cuando Jorge Alvarez impulsó la creación de la editorial Tiempo Contemporáneo, Piglia dirigió allí La Serie Negra, que se ocupó de difundir a autores estadounidenses abocados al género policial. Una propuesta que se diferenciaba del clásico policial inglés para, en cambio, centrarse en personajes inmersos en una sociedad contradictoria, violenta y criminal.
La clave del realismo crudo fue también la que Piglia pudo mostrar en la novela Plata quemada, basada en un hecho real: el asalto a un banco en la provincia de Buenos Aires y la posterior resistencia de los ladrones al asedio policial en el edificio montevideano Liberaij. La historia, más tarde, fue llevada al cine.
Lo anterior también destaca su múltiple actividad intelectual. Nunca desligado de las teorías de la literatura (con libros de ensayo como Formas breves, Crítica y ficción, El último lector, Teoría del complot, La forma inicial, Las tres vanguardias), asimismo trabajó en varios guiones de películas (La sonámbula, El astillero, Comodines).
La novela Blanco nocturno le valió el premio Rómulo Gallegos en 2011. Publicó luego El camino de Ida, donde se pone en escena su actividad en la docencia, otra de sus importantes intervenciones. Además de sus concurridos seminarios en la UBA, se desempeñó en universidades estadounidenses como Princeton. También protagonizó un seminario sobre Borges transmitido por la Televisión Pública. Pese a la enfermedad que lo confinó en su casa, siguió escribiendo. Dejó una extensa autobiografía, Los diarios de Emilio Renzi, de la que ya se publicaron los dos primeros tomos: Los años de formación (1957-1967) y Los años felices (1968-1975). Se espera, en este año, el tercero: Un día en la vida.

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