Cultura

Cuadro de inversión

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Las subastas de obras mueven 100 millones de dólares por año en el país. Un abanico que va de Spilimbergo y Kuitca a los pintores emergentes. El rol de las galerías, las ferias y los coleccionistas.

Oferta y demanda. La escena de una subasta en una galería porteña, donde se encuentran expertos y nuevos interesados en el arte. (Horacio Paone)

En el mundo de hoy, las subastas de Sotheby’s y Christie’s en Nueva York y Londres marcan la tendencia de un mercado en agresiva expansión. Y ferias como Art Basel (Suiza, con una sede en Miami) hacen otro tanto. En las últimas décadas se ha producido una suerte de frenesí en torno a la adquisición de obras de arte, algo que pareciera abstraerse de la situación económica global. El año pasado, un tríptico de Francis Bacon se vendió en 142 millones de dólares (récord para una subasta), mientras que en 2012, un cuadro de Cézanne había llegado a los 191,6 millones de euros en una venta privada.
Al tratarse de artistas muertos –que, por ende, no producirán obras nuevas–, los precios suben. Pero hoy en día los vivos también cotizan, como es el caso del estadounidense Jeff Koons, ex marido de la estrella porno italiana Cicciolina. Vendida en la misma subasta de Christie’s que el citado caso de Bacon, su obra «Balloon Dog (Orange)» alcanzó la friolera de 58 millones de dólares.
El mercado argentino está en crecimiento, pero, en contraste, es mucho más pequeño. La última adquisición más cara fue un cuadro de Spilimbergo, que pasó a manos de Eduardo Constantini (Malba) por 1,7 millón de pesos. La operación pasó a ocupar la tercera posición en el ranking histórico local. No obstante, se estima que la compra y venta de obras de arte en el país mueve unos 100 millones de dólares anualmente.

Dime cómo compras
En un anuncio aparecido en la revista Veintitrés, la galería Zurbarán (del marchand Ignacio Gutierrez Zaldívar) incitaba: «¡Protéjase de la inflación! Invierta en arte argentino». La publicidad puede tomarse como un indicio de que el mercado ya no sólo apunta a sectores de alto poder adquisitivo. En su bajada, el aviso rezaba: «En pesos y 12 cuotas mensuales sin interés».
Francisco Medail es un artista emergente que durante 2013 vendió una de sus obras y también trabajó para una galería durante ArteBA. «Hoy en día cualquier obra es potencialmente comprable», dice. En su experiencia, comenta, se encontró con «coleccionistas interesados en un artista específico, inversores que se guiaban por las críticas de los diarios, compradores que seguían su gusto personal y otros que buscaban un cuadro que combine con las cortinas del living». Entre las razones que podrían motivar la compra de una obra, Néstor Zonana, quien lleva adelante la galería Pabellón 4, enumera: «1) Porque te gusta y no te importa su procedencia, quizás alguien te incentivó a consumir tal o cual artista. 2) Te gusta y es de un artista con un currículum contundente, que ha desarrollado una carrera. 3) Porque te gusta y tiene cierta coherencia con lo que te interesa coleccionar. 4) Porque el autor forma parte de buenas colecciones y está avalado por el sistema».
Para el galerista y curador, el valor monetario de las obras de un artista se establece en función de varios parámetros: en qué colecciones está, ya sean públicas o privadas; qué premios ha obtenido; cuál ha sido la recepción de la crítica y qué galería lo representa. Y como parte del círculo, con el paso del tiempo, «el aval de los distintos agentes favorece su revalorización», apunta.
Maia Güemes, gerenta de Galerías y Coleccionismo de ArteBA Fundación, divide a los compradores en tres grandes categorías: los profesionales, que «tienen colecciones privadas, que son como pequeños museos escondidos en la ciudad de Buenos Aires». Luego, un segundo sector conformado por empresarios jóvenes que ven en las obras «un bien ganancial y una inversión a largo plazo». Y, por último, un tercer grupo nuevo que compra intuitivamente y busca aprender más. Por lo pronto, según una encuesta de Mora y Araujo publicada por el diario especializado en finanzas El Cronista, el 88% compra guiado por su gusto personal y sólo el 2% lo hace especulando con el valor futuro. Este último aspecto, para algunos especialistas, puede variar entre 15% y 50%, dependiendo de la obra. Sin embargo, en una nota aparecida en la revista Apertura, el especialista en planificación financiera Mariano Otálora contradice esta cifra y afirma que el rendimiento histórico promedio en dólares es de 10% sólo en un selecto grupo de obras exitosas a largo plazo.

Campo de juego
El espacio de las subastas en Buenos Aires está representado por Azur, Minerva, Saráchaga, Naón, Verbo, Arroyo, Bullrich-Gaona-Wernicke, Quiroga-Zárate y el Banco Ciudad. Para Zonana, estos lugares son útiles para artistas consagrados o para obras de «mercado secundario». Para los artistas jóvenes, son los momentos de feria o la relación con una galería lo que facilita el acceso al mercado. «Es importantísimo que la galería y sus artistas estén bien anclados y tengan identidad», subraya. A su turno, Güemes explica que «una galería consagrada es aquella que logra mantenerse con el tiempo, que trabaja con profesionalidad, estableciendo relaciones a largo plazo con sus coleccionistas, que logra posicionar a sus artistas en grandes colecciones y museos, y que además promueve a sus artistas con publicaciones de catálogos. Muchas galerías incluso tienen sus propios fondos editoriales, algo importantísimo para la difusión de los artistas que representan». Las ferias se han transformado en el gran nodo que aglutina a todos los actores por unos días. Zonana explica que «por lo general, las ferias han acaparado el mercado del arte, ya que el coleccionista, la institución, los curadores y todos los que intervienen en el mundo del arte están presentes y al tanto de lo que se produce a través de las mismas, ya sea compras institucionales, premios o adquisiciones». En una nota del suplemento iEco del diario Clarín, desde la Asociación Argentina de Galerías de Arte (AAGA) calculaban que el 70% de las ventas anuales de una galería se realizan en ferias.
El gran encuentro anual del sector por estas tierras se produjo recientemente, a fines de mayo, en el marco de ArteBA. Güemes señala que las galerías obtienen hasta el 50% de sus ventas anuales a partir del encuentro. La cifra se obtiene «entre las obras que venden durante los días de feria y las piezas que logran posicionar en casas particulares durante el año gracias a contactos realizados durante el evento», precisa. El sitio institucional es un muestrario de actividades y acciones: premios otorgados por grandes empresas, asesoramiento exclusivo para coleccionistas, donaciones a museos y adquisiciones por museos y corporaciones.
«Las ferias como ArteBA son muy importantes para los coleccionistas», advierte la española Elisa Hernando, fundadora de Arte Global, una consultora presente en la edición anterior del evento porteño, que además suele asesorar en sus adquisiciones a empresas como Coca Cola o JP Morgan. «Las galerías participantes son seleccionadas por criterios de calidad, con lo cual el comprador se asegura tener acceso a una selección de los mejores artistas. Cada vez se compra más en sitios como ArteBA», agrega Hernando, que además es profesora de Economía, tasación y mercado del arte en la Universidad Nebrija, de España.

Protagonistas de colección
Como parte del programa Matching Funds de ArteBA, el canal Telefe colaboró con el Museo Nacional de Bellas Artes de Neuquén para que éste pudiera sumar obras a su acervo. Estas inicitativas y colaboraciones, responsabilidad social empresaria mediante, son una de las vías que tienen museos como el MNBA Neuquén para incrementar su patrimonio.
Según Oscar Smoljan, director del MNBA neuquino, la relación entre los coleccionistas y los museos se sostiene en el hecho de que los primeros «prestan obras invaluables para las muestras temporarias. Y ahí el beneficio es para la comunidad, además de la satisfacción del coleccionista de contribuir a la difusión del arte». Por su parte, Juan Pablo Pérez, curador del Centro Cultural de la Cooperación, considera que «muchas veces son los coleccionistas los que producen muestras e invierten en grandes catálogos para reponer a ciertos artistas en el mercado».
Protagonistas de la tendencia actual, los coleccionistas han ampliado y profundizado en los últimos años su participación pública. El caso más popular es el del Malba, con Eduardo Constantini, pero también son paradigmáticos los casos de Ignacio Liprandi o Gustavo Bruzzone, entre otros. Liprandi es uno de los mayores coleccionistas del país y abrió hace un tiempo su propia galería, lo mismo que el financista Aldo Rubino con su Museo de Arte Contemporáneo. La prominencia y prestigio de Liprandi lo llevó a ser la primera opción para ministro de Cultura cuando Mauricio Macri llegó a la Jefatura de Gobierno a fines del 2007, aunque luego fue desestimado de manera controvertida.
Por su parte, Bruzzone cuenta con dos peculiaridades: la de no pertenecer a ninguna familia de linaje y la de ser un magistrado referente de una corriente renovadora dentro del poder judicial, designado a fines de 2013 en la nueva Cámara Nacional de Casación Penal, además de haber sido uno de los jueces de la causa Cromañón. También fundador de la conocida revista de arte Ramona, Bruzzone comenzó a acopiar arte en los 90 y su colección hoy es considerada una de las principales sobre esa década.
En cualquier caso, el anuncio de la inauguración de una muestra seguirá apareciendo en la sección cultural de diarios y revistas. Y las disquisiciones sobre el arte continuarán perteneciendo al ámbito académico y de la crítica. Pero la evidencia de su ligazón con el mercado y las inversiones queda ilustrada con  las notas sobre el tema que aparecen en Clarín, la revista Forbes, el portal de política y economía iProfesional o en las colaboraciones asiduas de Gutiérrez Zaldívar en El Cronista, entre otros. Todo parece indicar que, en el mundo actual, tener un lingote de oro, invertir en el rubro construcción o adquirir un Kuitca pareciera ser más o menos lo mismo.

Diego Braude

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