Cuento

La célula inquieta

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Diego Puig

Diego Puig (Tucumán, 1982) publicó las novelas Nadar sin luz (2013) e It girl (2020), los libros de cuentos Vírgenes infinitas (2018) y El problema de la luz (2022) y el libro de entrevistas Un enjambre de literaturas regionales: ni tan centrales, ni tan periféricas (2021)

Vida, lo que se dice vida, siempre hubo. La Tierra todavía es un infierno de lava y tormentas eléctricas sobre su océano aunque meteoritos y cometas, igual que barcos de Italia y de España atracando en la América, traen regalos invisibles, algunos compuestos orgánicos simples, muchos son como juguetes de pobres, no tienen ángel ni alma. Se rompen fácil. A otros vale la pena observarlos. Bien valen una misa, como París. Ahí andan. Ahora, llamarle a esto vida es un montón. Como los Procariontes, que crecen, se reproducen, responden al océano y usan energía y están orgullosos de todo eso. Técnicamente son vida, hasta lípidos hay ahora. Y burbujas que repelen y aceptan el agua, no tan salada, tampoco dulce-dulce como de río. Hay mucho, hay de todo, pero falta. Falta todavía.

Para ella eso no es vida. Abajo, bien abajo, donde está ahora, el agua es eléctrica y oscura. Ella elige las profundidades solitarias. Aburrida, flota sin ir a ningún lado, nada que hacer, nadie a quién ver, hasta el otoño, se recita a sí misma. Por un rato juega a escapar del calor del sol y esa fulguración abrasiva. Si tuviera ojos, se quedaría ciega allá arriba. Tostada, se ríe cuando lo imagina. Es una rareza no tan rara, nació como con un pigmentito. Parece una mancha. De hecho, debería haberlo dicho antes: está manchada. La mancha tiene un nombre horrible –bacterioclorofila– y nadie sabe para qué carajo sirve, pero como las otras no tienen vida ni se lo preguntan. Así que nada, flota, se mira la mancha, piensa boludeces, algunas la hacen reír.

Se hace de noche, los volcanes en tierra firme han estado lanzando gases a la atmósfera, puro dióxido de carbono. Arriba del océano semi salado que la envuelve, se suceden en ese mismo momento explosiones como en las noches de Gaza. Algunos rayos han caído cerca y algunas nuevas reacciones químicas se han desencadenado. Vida, lo que se dice vida, esta no es, poetiza ella, flotando, y se queda dormida en mitad de la noche de bombardeos volcánicos, estruendosos, estelares.

Cuanto más abajo, en el fondo abisal, pero abisal abisal, cree que canta. O al menos tararea. Música manchada. La oscuridad es fuente inagotable de soledades, pero ella tiene un mundo interno rico y por eso no se muere ni de angustia ni de aburrimiento. Pero tampoco alcanza para una vida. Se despierta en una de esas zonas solitarias.

Hace poco, las más malvadas e interesantes han empezado a producir oxígeno. Una casualidad tonta y letal, un poco de polvo de estrellas y un rayo cayendo en el lugar correcto. Es veneno. Cuando las Cianobacterias empezaron a producir oxígeno, muchas Anaerobias se extinguieron o tuvieron que refugiarse en ambientes sin oxígeno. Los lípidos comenzaron a agruparse espontáneamente en burbujas (porque una parte de ellos repele el agua y otra la atrae, histéricas). Estas burbujas formaron pequeñas cápsulas llamadas protocélulas, que aislaron su interior del exterior. Los aminoácidos se unieron para formar proteínas. El ARN, una molécula capaz de almacenar información y replicarse, empezó a hacer de las suyas. Burbujas y burbujas, a eso aspiran algunas. La torran.

El escudo natural que es el océano permitió que sus ancestros existieran sin descomponerse por la radiación. Los Procariontes necesitan energía y hacen lo que pueden, sobreviven usando moléculas de su entorno. Todo es dióxido de carbono y muchas reacciones químicas. Las más astutas, si es que puede llamárselas así –de hecho no debería ser tan severa, tan exigente y snob– hacen cosas interesantes. De esos procesos interesantes, ponele, es hija ella. Ponele.

Mientras piensa en todo esto –en su filiación evolutiva, en el canto de las sirenas, en las burbujas y los pavos reales– ha estado esta mañana subiendo un poco por las corrientes, hacia la luz, y es ahí, justo cuando le llega el sol, que siente una cosquillita en su manchita. Ahora tiene un poco más que una mancha. Esa cosquillita es lo más emocionante que le ha sucedido en una eternidad. Como buena Cianobacteria con ascendente en Escorpio no está tranquila hoy, tampoco últimamente. Se le acaba de ocurrir un truco nuevo. No es más que un juego, va a soltar la cosquillita que le produce la luz. A ver qué pasa. ¿Y si se muere? Se muere, bueno, qué va a ser. Pero la cosquillita se parece a la música que canta. Sería muy terrible si eso la mata. Mirá si se queda sin probar otros trucos. ¿Y si se le ocurre un truco mejor después? Se ha empezado a entusiasmar. Se entusiasma con ese pedito que quiere largar al mundo, al océano y más allá todavía. ¿Qué acaba de imaginar? Se ha ido al carajo, se re fue al pasto. ¿Qué acaba de hacer? ¿Qué es eso que no se anima a soltar? La cosquillita primero en el océano y después en el mundo no será otra cosa que la Gran Oxidación. Dios Santo y la Virgen. ¿Hace bien o hace mal? Incluso en pensarlo. ¿Y si la corren a gambazos del paraíso? Bueno, esto no es el paraíso, se dice. Todavía.

No debe estar sola en esto, se consuela. Debe haber otras como ella, nada más que están lejos, pero si todas lo hacen, lo hacen al mismo tiempo… se ríe, hace una voltereta, la pirueta es alegría. ¿Qué puede pasar? ¿Qué puede fallar si este impulso a encontrar energía de una nueva manera la hace más… viva? ¿Es capaz? ¿Es capaz del éxito? ¿Es capaz de animarse? Ahhh, la idea la vuelve loquita, otro tipo de cosquillas, eso siente. Lo ha decidido, va a probar esta nueva vida. De aquí en adelante, en vez de usar H₂S, va a usar H₂O como fuente de electrones. Algo puede proyectar de la vida con lo que se le ha ocurrido hacer. Tampoco es tonta. Ve verde, ve pieles, ve grillos.

Como poniendo el piecito de a poquito para que la puerta no se le cierre –ahora se abren a su paso África y Los Andes, Praga, las Maldivas y las Malvinas, Nueva York y Shanghai, San Petersburgo, sábanas y las sabanas y la Antártida, el Amazonas, sueña a lo grande, se imagina– sigue subiendo. Nada. El agua se ha puesto cristalina. Cuando llegue al horizonte va a ver si se decide, si da el gran salto. Mientras tanto se acerca. Algunas van a morir, otros van a huir. Pero ella se hace más fuerte en su deseo de gloria y grandeza. Nada. Tal vez por eso la expulsaron o se exilió. Por ambiciosa. No se acuerda. Por tener un mundo interno tan rico y a la vez seguir insatisfecha. Una snob. Una soberbia. Una perversa y una tormenta de contradicciones. Nada le alcanza ¡y eso que le sobra lo que a las otras ni se les ocurre que les falta! Menos que faltarles. Lo que a ella le sobra.

Entonces, como para darse ánimos, se dice que es posible usar la energía del sol para impulsar reacciones químicas que den vida. Ahora que lo tiene todo, puede probar, ¿pero se anima? Usar la luz solar para convertir el dióxido de carbono y el agua en alimento. Ser el puente entre la Tierra y el Sol.

Algunas células más grandes –los primeros Eucariontes– podrían después comerse a las bacterias fotosintéticas, pero en lugar de digerirlas, pueden hacer un trato: «Yo te doy protección y nutrientes, y vos me das energía». No tiene que morir, puede vivir en organismos más grandes: sus hijos pero también sus abuelos y padres, todos estarán ahí. Va a estar en todos ellos. Van a ser ella y otras cosas más. Va a estar en los pulmones del que recuerde su historia. Así, las bacterias se convertirán en cloroplastos, permitirán que algas y plantas hagan fotosíntesis. Nada. Claro. Lo ve clarito, clarito. Sube y sube, no se siente sola ya. Sabe que va a estar acompañada cuando haya vida. Ella puede dar luz a ese mundo verde.

Así sube, sube y las cosquillas se intensifican. Rayos y tormentas, erupciones allá arriba, pero lo que ve a través del agua es luz y vida. Ahora es todo cosquillas. Energía del sol para sintetizar dióxido de carbono y agua, hacer su propio alimento. Sabe que ese es el momento de retirarse. Es ahora o nunca. Sigue andando. Tiene miedo de morir y que esto haya sido todo. Pero inmediatamente lo descarta y lo olvida. Horizonte de sucesos. Es todo cosquillas. Ahora salen de ella. Salen y salen. Eso que liberó es oxígeno (O₂ lo escribirán), un subproducto de su fotosíntesis.

Lo que comenzó como su baile caótico de molécula en un océano primitivo termina dando forma a un planeta repleto de oxígeno, la Gran Oxidación sucede, va a llevar millones de años. Los océanos se llenarán de sal, se formará la capa de ozono, habrá más oxígeno que dióxido de carbono en la atmósfera, mares con plantas y bichos y, eventualmente, criaturas capaces de recordarla a ella. De recordar y celebrar su origen. Una célula inquieta subiendo hasta la luz del sol a ver qué pasa. Y pasa. ¡Vaya que pasa!

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