26 de julio de 2025
Liliana Ancalao (Diadema Argentina, Comodoro Rivadavia, 1961) pertenece a la comunidad mapuche-tehuelche Ñamkulawen. Publicó entre otros libros El idioma silenciado (ensayo, 2000), Tejer con lana cruda (poesía, 2001), Mujeres a la intemperie-pu zomo wekuntu mew (poesía, 2009), Rokiñ, provisiones para el viaje (poesía, 2020) y Mi corazón se pone laboreado (poesía y prosa, 2025). En este texto, tañi gütxam «es la contada de mi abuela materna».

Bien clarita estaba la noche, fuimos con la Juana hasta el baño ¡Qué! Un rato largo la esperé afuera, parece que tenía mucho que hacer la chica ¡ja ja! Entonces estuve mirando pa el lao de la quinta, de la casa, la laguna. Serenito estaba todo, la noche.
Yo no daba más de cansada, no ve que nos tocó la pelada del ojo, solas las dó. ¡Qué! si dan trabajo lo bicho estos, las ovejas, todo. El Rufino siquiera nos podía haber ayudado un poco, pero qué va a hacer ese porquería.
Nos volvimos despué pa la casa, calladitas las dos. Trabamos el portón por el lao de adentro con el palo ese. En la pieza, prendimos una vela y áhi nos estábamos sacando los zapatos cuando empezaron los gritos. Primero nos quedamos quietas pa escuchar mejor, podía ser el aullido de un zorro o el grito de algún pájaro; cuando está así la noche, serenito, se escuchan los ruidos de lo animale como si estuvieran áhi nomá.
Eran los perros y los pájaros de la laguna, sus gritos patentitos y más de lejos voces de gente, así como lamentos.
Mierda, ¡se me pararon todos los pelos del cuerpo! ¡qué! ¡la desgracia de ser mujer sola nomá! Tenía que ir a ver qué pasaba ¡Y si me están robando lo animale! No ve que la vez pasada se me desapareció una puntita de ovejas. Yo todavía pienso que fue el Rufino ese vago de mierda ¡qué! si no tiene pa darle de comer ¡tantos chicos que tiene!
–¡Vaya a buscar el cuchillo a la cocina! –le grité a la chica, más con la cara que con las palabras.
Pobrecita, me dio pena ¡cómo salió de rápido y volvió con el cuchillo! Le temblaba la mano cuando me lo entregó así, con el mango pa mi lao.
¡Y qué iba a hacer! Iba a espantar a los mierda esos, iba a mostrarles el cuchillo, iba a gritarles ¡no les tengo miedo! ¡Carajo! ¡Mierda!
Salimos otra vez, la Juana sacó el palo ese del portón y se me puso atrás agarrándome el vestío. Enfilamos pa la laguna, los gritos venían de allí, ni sé cómo podía mover los pie, así, agarrotaos los tenía ¡del miedo po!
Medio que nos mojamos las patas llegando a la laguna, pero no pudimos acercarnos má, áhi atrasito ‘e los junco nos quedamo y escuchamo los relinchos, patentito patentito. Áhi fue cuando lo vimos: en el medio del agua asomaba la cabeza un caballo. ¡No! ¡no! No estaba empantanao, iba nadando ¡Semejante animal! ¡qué! Las patas le pasarían más abajo del fondo.
Tan grande y tan hermoso era, se deslizaba tranquilo, en el agua que reflejaba las estrellas, seguro, pero seguro que no era de este mundo po.
Pasó un rato, ya no se escuchaban voces, sí el ladrido de los perros, lejos. Y el chapoteo del agua cortada por el ir y venir del potro y sus relinchos de alegría. Tampoco la laguna era de este mundo ahora.
Así, agachaditas nos quedamos, pa que no nos descubriera, no vé que son asustadizo lo animale cuando desconoce. Yo me parece que lloré, lloré, vé así como estoy haciendo ahora que me acuerdo.
De pronto, todo el campo quedó mudo y el caballo se sumergió en la laguna. Hubo unas burbujas en el agua y desapareció.
Nos quedamo esperando, un rato largo con la esperanza de que volviera a aparecer. Pero no.
Volvieron todos los ruidos de la noche y se puso frío. Entonces nos volvimos pa la casa, más pobres o más ricas que antes. No sé.