9 de abril de 2025
Cristina Feijóo nació en el barrio porteño de La Paternal. Estuvo presa por su militancia política entre 1971 y 1973 y entre 1976 y 1979, y exiliada en Suecia desde ese año hasta 1983. Publicó entre otros libros las novelas El río inmóvil (premio Clarín, 2001), La casa operativa (2007), Los puntos ciegos de Emilia (2011) y La hora del silencio (2022).

Bueno, abuela, mientras esperamos, te cuento. Resulta que la maestra echó de la clase a Charly, mi hermanito más pequeño, te lo acordás, ¿no? En represalia, Charly le prendió fuego al pelo. Mamá se puso frenética y le gritó «¡no debiste hacer eso Charly!» y es que nuestra familia, como sabés, tiene pautadas las funciones de cada uno y mamá no tolera inobservancias. Ella carga con todo desde que a papá, por excederse en el trabajo, se le quemó el cerebro y quedó como ausente.
Charly no debió desviarse de sus obligaciones: la escuela, Aikido, buceo, informática, inglés y tenis. Hacer justicia no es tarea de los niños. Para eso está el Comando de Madres que, entre otros objetivos, tiene el de prohibir que las maestras se metan con la educación de los chicos: para educar está el hogar. Esta maestra es suplente; la titular sigue internada con el fémur partido y, aunque era cabeza dura y no aceptaba cómo deben ser las cosas, mami dice que casi desea que vuelva porque la suplente se empeña en imponer sus reglas, no sé qué se cree, se niega a entender que la libertad es sagrada; mucho más la de los niños. Para peor, se dice que la otra maestra ya no vuelve, y que esta quiere quedarse con el cargo, aunque la semana pasada se cayó por las escaleras; querés creer que no le pasó nada, ni siquiera se asustó. Es más, volvió a pasarse de la raya: con decirte que quería explicarles a los alumnos cómo se hacen los bebés. Por fortuna los niños están advertidos de que deben estar alertas con los contenidos, mandaron mensaje a una madre, que en cinco minutos estuvo en la escuela y armó un toletole tal que la directora se asustó y obligó a esta entrometida a dar marcha atrás. Días después pretendió sacarles los celulares con la excusa de que no prestan atención. Otro toletole. Las pobres madres ya bastante tienen con andar mandándose emails en cadena, googlear y escanear para estar al día con los deberes, y echar un ojo a los contenidos, pero aun así, siempre alguna maestra se pasa de la raya, califica mal, se mete con la conducta de los chicos, y ahí no les queda otra que pasar a la acción directa.
En secreto mami se alegra de que Charly haya mostrado iniciativa con lo del pelo, pero no puede aceptar inobservancias en las funciones de cada uno. Algunos chicos creen que ellos, como damnificados, son los llamados a actuar. Y a veces lo hacen. Yo sospecho que mi hermanito pertenece al COPIJU (Comando de Pibes Jugados), que estuvo detrás del incendio de la casa y colgadura del gato de la subdirectora, acto que provocó un colapso nervioso en la mujer. A la vieja le faltaban seis meses para jubilarse, pero los pibes son impacientes; medio año les pareció un siglo. Yo también fui chica. Esas cosas se superan con la edad, hubiera querido decirle a Charly, pero él no escucha a nadie.
En fin, esta suplente, que quiere quedarse con el cargo, debiera tener cuidado con lo que desea. Vos siempre nos recomendabas eso, abu. Cuidado con lo que le piden a los dioses. Cuánta razón tenías. Papá, que deseaba tanto ese ascenso, y seguramente se lo pedía a los dioses, lo obtuvo, y va que se le quema la cabeza. Bueno, abu: ya tendría que haberme ido a la facultad, pero preferí quedarme entreteniéndote con los chismes de la familia, acompañarte mientras vos te vas yendo, no podés quejarte. Además te vas sin dolor. Me aseguré bien de eso.
Te vamos a extrañar, te vamos a recordar siempre, abu. Y al final se cumplirá lo que vos les pediste a los dioses: que no te pusiéramos en un geriátrico, aunque era un lugar hermoso, pero vos no. Quiero morirme en mi casa –que también es nuestra casa, abu–. Y ya ves que los dioses te concedieron el deseo. Veo que te están dando algunos temblores; enseguida se pasan. ¿Ves? Ya se te cierran los ojitos. En el geriátrico hubieras estado bien, pero no, te emperraste y ya nadie acá tiene tiempo para cuidarte. Al final, es mejor que te quedes dormida para siempre y ya mañana ni un rezongo, ni un sí ni un no en esta casa cuyas reglas, de todos modos, no aceptabas.