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Cultura del reciclaje

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Grupos de música, teatro y cine se nutren de materiales descartados para producir y montar sus propios espectáculos. Perspectiva ecológica y colaboración abierta al público.

 

Creaciones orgánicas. El musical Alicia en Frikiland, el documental Durazno y el grupo Hacelo sonar son algunos de los exponentes locales de una tendencia mundial. (Prensa)

El Manifiesto de Tutzing, resultado de los encuentros realizados en Alemania en la ciudad del mismo nombre durante 2001, reza con respecto a la noción de arte sustentable que el «modelo guía “desarrollo sostenible” comprende un desafío cultural, puesto que significa una revisión a fondo de normas, valores y prácticas convencionales en todos los ámbitos: desde la política, pasando por la economía, hasta el entorno en el que vivimos. La sustentabilidad necesita y produce cultura, como un modo creativo de comunicación y actuación que desarrolla, refleja, cambia y compensa intereses económicos, ecológicos y sociales». Casi 15 años después, en nuestro país lentamente se van multiplicando los emprendimientos que siguen esa línea directriz, que es una filosofía de aplicación práctica y no una curiosidad de moda.
En 2011, el equipo de Random Creativos (RC) estaba preparando la producción de un nuevo musical, Alicia en Frikiland. Desde siempre, RC ha buscado involucrar a sus seguidores y así fue como se les ocurrió organizar el Frikitrash. La convocatoria reunió alrededor de 100 personas, que ayudaron a los artistas a recolectar por la calle material que luego sería reciclado y utilizado para construir la ambiciosa escenografía de la obra. «Citamos a través de las redes sociales a los seguidores para acompañarnos a recolectar basura por las calles de Buenos Aires», recuerda Facundo Rubiño, miembro fundador del colectivo. «Nos encontramos en Pueyrredón y Santa Fe. Y de ahí bajamos hasta Plaza Francia y Facultad de Derecho, donde terminamos bailando batucada con todas las cosas que habíamos encontrado en remolques», sigue.
En la nueva dinámica, parecería redefinirse (o actualizarse, quizás) la noción de comunidad. El documental argentino-boliviano Durazno, «producido ecológicamente» según la descripción de sus realizadores, tuvo una forma de producción que incluso los llevó a escribir el primer Manifiesto de Cine Orgánico. Para concretar la película, la vía de financiamiento fue el crowdfunding: para la escenografía de algunas escenas ficcionales convocaron a la gente para que aportase materiales reutilizables y en el rodaje se buscó utilizar principalmente luz natural, entre otros recursos. María Laura Ruggiero, guionista y realizadora del documental dirigido por Yashira Jordán, introduce varias veces en la charla el concepto de «la huella»: la que deja el rodaje de la película a su paso, pero también «la que puede dejar más tarde a partir del descubrimiento de un modo alternativo de producción, difusión y exhibición».
En el rubro musical, por su parte, hay numerosos grupos que utilizan el reciclaje de materiales, como El choque urbano o La urraka. Con este último trabajaron durante cuatro años los miembros de Hacelo Sonar, un emprendimiento de lutería y reciclaje nacido en 2008, también orientado a la pedagogía (vienen de presentarse en Tecnópolis y, actualmente, están trabajando en la formación de una orquesta). Luis Miraldi, uno de los responsables del proyecto, explica que el eje pasa por «invitar a los participantes a que ellos sean los verdaderos protagonistas: enfocamos nuestra propuesta más hacia lo propositivo que hacia lo espectacular». Cada taller dura 50 minutos, al final del cual cada asistente se va con un instrumento en la mano. No requiere conocimientos previos y cada persona «descubre por medio de un objeto disparador que se puede hacer un determinado instrumento musical. Y entonces empieza un momento de exploración grupal, en donde lo importante es la escucha de las experiencias previas, la cooperación, el trabajo en equipo, la solidaridad». Hacelo Sonar, agrega Miraldi, permanentemente recibe colaboraciones en forma de «bolsas de alimentos para perros, pallets, baldes, palos de escoba, latas de aceite y todo material que pueda tener una nueva utilidad».
La decisión de Hacelo Sonar también se vincula con el reciclaje como principio ético, así como es el caso del documental Durazno, donde el modo de producción y distribución también se pregunta cómo relacionarse con aquello que normalmente se considera por fuera de la obra. Ruggiero cuenta que llevaron adelante campañas de reciclaje «en Bolivia, porque acá en Argentina tuvimos más problemas burocráticos. Nos pusimos de acuerdo con varias organizaciones, donde la gente llevaba material para reciclar y eso les otorgaba puntos como productores de la película». Como parte de las recompensas del crowdfunding (cuyo esquema implica que, por cada aporte, el proyecto en cuestión retribuye con alguna forma de devolución), entregaron semillas para huertas caseras. «Eso también tenía una cuestión comunitaria, que era decir: “Bueno, te hiciste productor de una película, plantaste un árbol, mostranos en unos meses cómo está tu huerta”». Actualmente, en su recorrido por festivales y en las distintas proyecciones, la entrada es gratuita a cambio de la «adopción» de un árbol. «Lo que proponemos es apadrinar un árbol, que después se va a llevar a distintas zonas del altiplano boliviano que tienen necesidad de reforestación».

Diego Braude

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