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Darse un gusto

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Autogestión. La intérprete presenta la pieza en el Centro Cultural de la Cooperación. (3estudio/Juan Quiles)

Meses atrás, caminando por las calles de Madrid, un cartel llamó la atención de Adriana Salonia. «David Mamet», se leía en letras de molde y, más abajo, La culpa, con la imagen de una mujer de alrededor de 50 años. «Qué bueno, ella es una actriz de mi edad, esto es una obra para mí», se dijo. Esa señal del destino primero la inquietó y, más tarde, la movilizó: empezó a averiguar entre sus amigos españoles hasta decidirse a comprar los derechos de una pieza que ni siquiera había leído.
«Que fuera un Mamet ya me cautivó, confié en mi instinto y me decidí a invertir una plata que tenía y comprarla», revela la actriz y flamante productora ejecutiva. «No lo pensé en términos económicos, aspiraba a la posibilidad de interpretar una obra del gran Mamet y me quise dar un gustazo a los 50 años», explica. La culpa acaba de estrenarse en la Sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación, bajo la dirección de Hugo Urquijo, el mismo que le había dado la oportunidad de hacer teatro cuando tenía 20 años con Comer entre comidas.
La culpa relata la historia de Daniel (Diego de Paula), un psiquiatra que es llamado a declarar en el juicio en el que se acusa a uno de sus pacientes de haber cometido una terrible masacre. Por convicción, se niega a hacerlo, lo que desencadena una serie de acontecimientos inesperados que afectan su vida profesional, sus amistades y la relación con su mujer, Eliana (Salonia).
Producir no es nada sencillo. Lo dice Salonia, que experimenta el nuevo rol y está de ambos lados del mostrador. «Finalmente entendí, y ahora admiro mucho más a los productores que también son actores. Es que además de moldear a mi personaje, debo pensar en cosas administrativas que jamás me había imaginado en mi carrera. Por ejemplo, tuve una entrevista con un electricista para hablar del diseño de las luces led: un lío para mí», dice.
 

Ritmo laboral
La actriz debutó en 1986 con la significativa película La noche de los lápices y luego inició una intensa trayectoria televisiva con picos como Socorro quinto año, El precio del poder, Chiquititas, Herencia de amor, Padre Coraje, Tumberos y El marginal. Hoy siente que no se puede elegir tanto como antes, que la edad condiciona. «Entonces qué mejor que autogestionar los proyectos», plantea. «A veces no quedan alternativas, no es mi manera de ser quedarme esperando que a alguien se le ocurra llamarme. Es que si bien me siento joven y con un recorrido por delante, los que te contratan se asustan con la fecha de nacimiento», reflexiona.
Aunque fue el cine el que le abrió las puertas al mundo de la actuación, estableció con la televisión un vínculo «por conveniencia», como lo describe al pasar. «Me metí a fondo, era un programa detrás de otro, pero sin elegir mucho; más bien era porque me convenía, tenía que pagar una hipoteca y la continuidad me daba la tranquilidad de poder tener mi propio departamento».
En los últimos tiempos, su ritmo de trabajo también fue intenso. «Me llamaron para dos capítulos de El marginal, otros dos para la serie de Monzón y para Millenials. Tuve que hacer malabares para sincronizar todo», dice. Además de lo anterior, coprotagoniza La sequía, el film de Martín Jáuregui estrenado recientemente, en el que encarna a la alter ego de una mujer (Emilia Attías) que padece una crisis existencial con su labor de actriz.
«Los actores estamos acostumbrados a vivir en la incertidumbre», reflexiona. «Nos especializamos en esa gimnasia del “solo por hoy”, porque en más de treinta años de oficio, tengo en claro que nunca sé con qué me voy a encontrar después de cada laburo. No canchereo, lo sufro, porque a mí me gusta viajar y nunca pude planificar un viaje con tranquilidad. Pero nada tengo tan claro como la metodología del actor: si no puedo lidiar con ella, me tengo que dedicar a otra cosa».

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