De cerca | EMMA STONE

Curiosidad y disfrute

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Gabriel Lerman (desde Los Ángeles)

La actriz obtuvo el segundo Oscar de su carrera por su labor en Pobres criaturas, una película que le permitió explorar la dimensión desconocida de la naturaleza humana.

Foto: Getty Images

Le hubieran alcanzado las hermosas palabras que le dijo Sally Field antes de que se anunciara a la ganadora para marcharse contenta del Teatro Dolby de Los Ángeles, después de una exitosa carrera por los premios que incluyó el Globo de Oro y el BAFTA. Pero los votantes del Oscar no hubieran sido justos si hubieran dejado que Emma Stone se fuera a casa sin un Oscar por su extraordinaria interpretación de Bella Baxter en Pobres criaturas, la película de Yorgos Lanthimos. Tan sorprendida como una parte de la audiencia, que esperaba que el premio se lo llevase Lily Glandstone por Los asesinos de la luna, Stone compartió su felicidad desde el escenario en uno de los momentos más esperados de la noche. Minutos más tarde, en la sala de prensa de la Academia, admitió extrañar cada día a Bella, desde que concluyó la filmación dos años y medio atrás, por lo que disfrutó enormemente haberla celebrado junto al público en los últimos meses.
¿De qué manera te preparaste para interpretar un papel tan complejo?
–Simplemente traté de liberarme de la vergüenza y de todos los prejuicios en la medida de lo posible, porque todo pasó por no hacer, en lugar de por hacer. Obviamente tuvimos que trabajar mucho en cómo ella se iba a mover y en su forma de hablar. También era esencial entender cómo va evolucionando a medida que avanza la historia. Pero la clave para interpretarla fue liberarme de muchas cosas, porque Bella se mueve por el disfrute y la curiosidad, y no tiene ni vergüenza ni traumas de ninguna clase. Es difícil encontrar un adulto que no haya tenido que lidiar con algún conflicto en su vida, y que no haya incorporado alguna respuesta pavloviana a ciertas situaciones, o que no tenga algún prejuicio. Ese fue el mayor regalo de interpretarla, porque Bella no tiene ni traumas ni prejuicios. Simplemente se dedica a descubrir todo lo que la rodea.

¿Cuál fue la estrategia para desarrollar sus diferentes edades mentales a lo largo de la película?
–En lo que refiere a su edad, era muy importante para Yorgos y para mí entender que no era algo literal, porque ella crece muy rápido y porque esta película no está basada en una historia real: es más bien una metáfora, por más que parezca muy realista. Parte de lo que hizo que esta filmación fuera tan divertida es que la experiencia de Bella no se puede comparar con nada, por lo que podíamos probar en su evolución tanto con sus movimientos como con su lenguaje. Durante el mes previo al rodaje, en los ensayos, con Yorgos trabajamos en Budapest en todos estos aspectos. A veces solo nos concentrábamos en su manera de caminar y en otras en cómo tenía que hablar. Pero luego creamos etapas para saber en qué parte de la historia se encontraba la escena en la que estábamos trabajando. 
¿Cómo se dio esta nueva colaboración con Yorgos?
–Filmamos juntos La favorita a principios del 2017 y algún tiempo después nos encontramos para cenar. Yo le pregunté cuál iba a ser su próximo proyecto. Él tenía varios en mente, y uno de ellos era Pobres criaturas. Me contó de qué trataba el libro y me entusiasmé tanto que le pregunté cuándo empezábamos. Pero no es que me lo estuviera proponiendo. La verdad es que la pasamos tan bien filmando juntos que yo quería tener la oportunidad de volver a trabajar con él. La combinación del personaje, la historia y Yorgos era fabulosa para mí. Lo cierto es que pasaron un par de años hasta que pude leer una primera versión del guion, pero mientras lo escribía me iba contando cómo lo iba desarrollando. 
¿Qué es lo que te lleva a trabajar una y otra vez con él?
–Es muy simple, nos adoramos mutuamente. Nos entendemos muy bien y nos llevamos maravillosamente bien cuando trabajamos juntos. Pero además nos respetamos y nos admiramos el uno al otro. Siento que puedo confiar totalmente en él como director y eso es muy raro para una actriz, el poder entregarte y saber que te van a proteger. Además, no es que solo lo va a hacer con respecto a mí, sino que también va a proteger a la historia que estamos contando. Por otro lado, puedo reírme de él y viceversa. Nos podemos pelear y eso da forma a una relación muy legítima.

El papel es muy arriesgado, ¿no dudaste ni por un segundo?
–En absoluto. Es mi personaje favorito entre todos los que he interpretado, y además tenía que hacerlo con Yorgos. Me sentí muy afortunada de tener esta oportunidad.
Bella desconcierta a los hombres con sus reacciones. ¿De qué manera trabajaste este aspecto del personaje?
–Es que nunca lo vi así, no me parece que ella se enfrente con los hombres. Ella explora todas las diferentes facetas de la vida en lugares y ambientes distintos. No se cuestiona su vida en relación a los hombres. Y, por otro lado, los personajes masculinos en esta película son fascinantes, tienen diferentes facetas en la forma en la que se relacionan con ella: lo que le ofrecen, lo que le enseñan y lo que aprenden de Bella.

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También produjiste y protagonizaste la serie La maldición. ¿Por qué querés hacer las dos cosas en esta etapa de tu carrera?
–Es algo que ha empezado a ocurrir en los últimos dos años. Yo me mudé a Los Ángeles cuando tenía 15 y empecé a audicionar. Desde entonces pasaron 20 años, y lo que viví ha sido bastante surreal. Pero también es cierto que como actriz la mayoría de las veces tenés que aceptar lo que te dan, en lugar de disfrutar del regalo de poder elegir. En cambio, lo mejor que tiene producir es la posibilidad de reunir gente. Disfruto de encontrar personas con las que quiero trabajar y en las que puedo confiar. Eso es precisamente lo que hace Yorgos como director y yo que no podía creer que el amor de su vida le estuviera dando algo como eso. Me fui a la parte de atrás del teatro sin creer lo que me había pasado. Sencillamente estoy aprendiendo de él. 
¿Cómo hiciste para seguir siendo la misma con todo el éxito que tuviste?
–Suelo ponerme muy ansiosa, y creo que como siempre quiero hacer tantas cosas, eso hace que en el fondo no haya cambiado en nada. Tengo la mejor mamá del mundo y eso es algo que no podés reemplazar en la vida de nadie. Ella siempre está ahí para apoyarme, y lo mismo vale para mi papá. Por suerte he podido hablar con mi mamá sobre todo lo que me pasó a lo largo de estos años. Ella siempre fue la misma. Siempre tuvimos la misma dinámica. Yo simplemente siento que he tenido una buena racha, eso es todo. Mis amigos siguen siendo los mismos, y aunque conocí a gente nueva e hice nuevos amigos, fue la gente que siempre estuvo cerca la que me ayudó a mantener los pies en la tierra. Hay momentos en los que las cosas marchan muy bien y otros en los que no todo es maravilloso. Tuve subidas y bajadas en mi carrera, pero ellos siempre estuvieron ahí.

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Pero tenés límites estrictos con respecto a donde termina la fama y empieza tu privacidad.
–Por supuesto. Tengo una regla de que ahora no acepto nuevos amigos. Vamos, es un chiste, aunque es cierto que no necesito nuevos amigos. Lo cierto es que la imagen que la gente tiene de mí no se corresponde con quien soy yo en la vida real. Otro gran detalle que me ayuda a mantener mi privacidad es que en realidad me llamo Emily, pero como cuando me fui a registrar al sindicato de actores ya tenían a una Emily Stone, decidí ponerme Emma. Obviamente hay días en que es una verdadera lucha ser Emma, porque no me siento anónima en ningún lado: ese es probablemente el elemento más duro de este trabajo. Pero esto que hago es algo que adoro con todo mi corazón, por lo que no me voy a quejar por los inconvenientes que acarrea.
¿Cómo fue que te interesaste en la actuación?
–No recuerdo un momento de mi vida en el que no me interesara actuar. Yo siempre quise hacer esto. Pero recién tomé la decisión de intentarlo seriamente a los 15 años, cuando me mudé a Los Ángeles para tratar de concretar mi sueño. Hice muchos sketches de comedia e improvisación mientras vivía en Arizona, pero era simplemente un hobby. 
¿Y cuando llegaste qué fue lo que pasó?
–Me presenté a cientos de audiciones, pero nunca me elegían. Apenas llegué conseguí un agente, que no entendía realmente quién era yo, por lo cual me enviaba a pruebas de papeles que jamás hubiese conseguido ni en un millón de años. Ya estábamos por volvernos a Arizona con mi madre cuando ella vio un anuncio en la televisión para la audición de un programa que se llamaba The New Partridge Family en la cadena de cable VH1. Al principio dije que no me iba a presentar a una audición así. Ya tenía un agente y había estado yendo a todas las audiciones que había para actores profesionales. Mi madre me dijo que ella nunca me había pedido nada, pero que tenía un presentimiento con respecto a este programa y me pidió que fuera. Así que fui, participé y terminé ganando un reality show que no sirvió para mucho, pero ahí conocí al manager que desde entonces maneja mi carrera, Doug Walt: él me guio hasta donde estoy ahora. Así que sí, mi mamá tenía razón.
¿Por qué decís que tu primer agente no te comprendía?
–Porque yo quería trabajar en el tipo de películas que me hicieron querer ser actriz, como las de John Hughes, Hal Ashby o Woody Allen. Películas divertidas pero que te toquen el corazón y que hablen de la vida real. Yo quiero participar en películas que le hagan sentir a la audiencia lo que yo sentí en mi niñez y adolescencia mirando a mis ídolos.

¿Quiénes son esos ídolos?
–Podría hacerte una larga lista, pero en primer lugar está Diane Keaton. No es que me interese emularla o me sienta capaz de hacerlo, pero me fascina la forma en la que ha llevado su carrera y los papeles que ha elegido. Joan Crawford es mi segunda estrella favorita. Mi película preferida de todos los tiempos es Qué pasó con Baby Jan. También me gustan mucho Bette Davis, Carole Lombard y Paulette Goddard. 
¿Tus padres te apoyaron cuando les dijiste que querías ser actriz?
–Siempre. Desde el inicio fueron muy abiertos y me permitieron expresarme. Me apoyaron desde un primer momento en mis sueños de ser actriz, aunque no podían entender de dónde había sacado esa vocación. Desde chica tuve una inclinación hacia la comedia, me encantaba hacer reír y también reirme. Todavía al día de hoy disfruto particularmente cuando me toca improvisar. Hay una descarga de adrenalina que no experimento en ninguna otra situación.
¿Siempre fuiste una persona divertida?
–Sí, a veces soy capaz de hacer bromas terribles. Cuando tenía 11 años me sumé a una troupe de improvisación y aprendí un montón de técnicas que después pude usar en mi vida cotidiana. No sé si tengo esa cualidad especial que tienen los comediantes, pero me doy cuenta cuándo es el momento correcto para hacer un chiste o cuándo ya es demasiado tarde. También sé cuándo todavía tengo que esperar un poco para meter una frase. No lo puedo explicar, pero lo puedo hacer. 

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