De cerca | ENTREVISTA A LUIS FELIPE NOÉ

«El caos es lo que nos preside»

Tiempo de lectura: 8 minutos
Cristina Civale - Fotos: Juan Quiles

El reconocido artista acaba de publicar un libro que se puede leer como su legado estético y vital. La evocación de sus comienzos y la agudeza de su mirada sobre el presente.

El artista visual Luis Felipe Noé acaba de publicar Asumir el caos, que se puede leer como una suerte de legado filosófico, artístico y vital donde reflexiona sobre un tema que lo obsesiona desde hace más de 60 años: el caos como «estructura» de la vida y el arte. A largo de las 500 páginas de esta erudita pero accesible obra editada en conjunto por Cuenco de Plata y su propia fundación, desglosa una serie de conceptos que abarcan un aquí y ahora convulsionado y una historia del arte narrada desde su perspectiva personal. La elaboración del libro le tomó cinco años. Lo escribió a mano, primero en libretas y luego en hojas sueltas. Fue su colaboradora, Lorena Alfonso, quien se tomó el trabajo de digitalizar los textos y, junto a Noé, editarlos y eventualmente corregirlos. Un trabajo ciclópeo.

Por default, Yuyo, como se lo llama cotidianamente, podría haber sido abogado si hubiera seguido el rumbo marcado por su padre. Pero él quería ser artista y, a pesar de haber pasado de modo efímero por el taller del escultor Horacio Butler, fue un consumado autodidacta. Vivió en Nueva York y París, pero finalmente se afincó en el barrio porteño de San Telmo, donde vive y tiene su taller. Desde 1959 realizó más de cien exposiciones individuales, que incluyeron muestras retrospectivas en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires (1995), en el Palacio de Bellas Artes de México D.F. (1996) y en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro (2010). En 2009 representó a la Argentina en la 53ª Exposición Internacional de Arte de Venecia y fue invitado de honor en la XX Bienal Internacional de Curitiba en 2013. El Museo Nacional de Bellas Artes le dedicó más tarde Noé: Mirada prospectiva, que exhibía la práctica de su teoría del caos. En 2023 se realizó la exposición Visión quebrada, dedicada a sus instalaciones, en el Museo MAR de Mar del Plata.

Publicó numerosos libros que concluyen con esta última obra maestra y además, en su juventud, fue crítico de arte. Entre otras distinciones, recibió el Premio Nacional Di Tella (1963), becas del Gobierno de Francia (1961) y de la John Simon Guggenheim Memorial Foundation (1965 y 1966). Por su trayectoria fue galardonado con el Gran Premio de Honor del Fondo Nacional de las Artes (1997) y el Konex Brillante a las Artes Visuales (2002). La Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires lo declaró Ciudadano Ilustre (2006) y también recibió el Premio a la Trayectoria Artística por el Salón Nacional de Artes Visuales (2019).

–¿Hubo algún acontecimiento de su vida que le hiciese reflexionar sobre el caos?
–Caos no es para mí una cosa desordenada, sino que es el incesante devenir de una cantidad de acontecimientos que nos abruman y que es la constante de nuestra vida. Ese caos está por encima de la anécdota porque es una sucesión permanente de anécdotas. Entonces no puedo contestar la pregunta, porque me tendría que referir a un hecho en particular y el caos está por encima de esas anécdotas. Empecé hace tiempo a pensar sobre el tema. Es una constante que me envuelve a mí y a todo el mundo.

–¿De qué manera su pintura, que es aparentemente estática, manifiesta el caos?
–Sí, mi pintura es estática, pero el proceso que me lleva a crearla no lo es, al igual que el que me llevó a escribir este libro: ese devenir previo es caótico, y tanto la pintura como la escritura son un resultado de eso. El caos es lo que nos preside, cada uno lo estructura de manera distinta. Tal vez, por mi carácter especial, muy lleno de complejidad, de cosas que veo suceder simultáneamente, he percibido más este tema. Cuando hablaban de la unidad de la obra, yo decía cuando no hay unidad en el mundo, no hay unidad de concepción, ¿de qué unidad me están hablando? Entonces empecé a hablar de visión quebrada y utilicé el término para la exposición del Museo MAR, porque a su vez me venía bien para una exhibir mis instalaciones, donde había muchos elementos que se oponían entre sí y, por lo tanto, era un ejemplo de visión quebrada y de caos.

–Este libro es presentado como un legado. ¿Qué importancia le da a su legado?
–Bueno, tengo 91 años, este año voy a cumplir 92. ¿Qué puedo decir? Si dejo algo, esta es una conclusión, porque hace unos años todavía no hubiera sido capaz de escribirlo. Pero eso ha resultado toda una suma de mis trabajos anteriores: entre la Antiestética, que es mi primer libro y este hay mucho camino recorrido.

–En sus comienzos participó de la Nueva Figuración, con algunos colegas inclusive pintaban en el mismo espacio. ¿Qué importancia le da a la construcción de comunidades artísticas?
–Comenzamos trabajando en conjunto y al mismo tiempo compartiendo un taller. Se dio, además, porque ya teníamos algo en común, una perspectiva de la pintura. De allí salió el grupo que se dio en llamar Nueva Figuración. El primer taller estuvo en lo que había sido la fábrica de sombreros de mi abuelo. Eso duró un año, pero después buscamos otros espacios y así seguimos juntos.

–Estudió abogacía, ¿hubiese sido un buen abogado?
–Estudié abogacía porque cuando terminé el bachillerato, mi padre me dijo ¿qué vas a estudiar? Yo quería estar en la escuela de arte y entonces mi padre me decía ¿de qué vas a vivir? Esas cosas típicas. Entonces yo le hubiera dicho filosofía, como estudio alternativo, pero era lo mismo, de qué iba a vivir. Al final, como mi padre era abogado, entré en Derecho. Ahora, cuando tengo que consultar a un abogado y me hablan de derechos, yo digo cómo se me pudo haber ocurrido a mí entrar en esta facultad. La cuestión es que estuve cuatro años en los pasillos más que en las aulas, pero me sirvió para prepararme. En esa época no había formación de periodista y me vino bien para mi posterior trabajo como crítico en los diarios, cosa que hacía porque de algo tenía que vivir. Empecé trabajando en Crítica, me di cuenta de que no había crítica de artes y me ocupé al principio de eso, de difundir lo que había. Pero luego también me ocupé de política y ya dejé cuando vino la época de las intervenciones. Terminé trabajando en el diario El Mundo.

–Usted nació en el seno de una familia culta, ¿qué tomó de ella?
–Cuando yo nací, mi padre ya había publicado dos antologías de la poesía argentina: estaba en la cultura. Yo tenía una muy buena biblioteca. Me fascinaban los libros de pintura. Creo que me enamoré de la pintura. Es decir, cuando yo era chico, no era como ahora, que saben enseñarles a los chicos. No había ninguna idea de cómo se enseña a un chico. No existía esa idea. En cambio, mi relación con la pintura fue a través de las imágenes de esos libros. En ese momento los libros no reproducían los cuadros con colores, sino a veces con fotografías en blanco y negro. Y yo los pintaba en mi cabecita.

–Pasó un tiempo por el estudio del escultor Horacio Butler, ¿en qué medida pudo haberlo influenciado?
–Estuve un tiempo con Horacio Butler porque me gustaba lo que hacía, pero yo era como los adolescentes que preguntan de tal manera que a los adultos les parece que están discutiendo. Y entonces un día me dijo que no tenía nada más que enseñarme. No es que me estaba dando un título, estaba enseñándome dónde estaba la puerta. Y seguí solo, me fui formando por mi cuenta. Pero tuve una gran satisfacción el día de mi primera exposición, el 5 de octubre de 1959. Yo estaba yendo a la entrada y me reencuentro a Butler en la puerta y me dice que había ido temprano por si no le gustaba lo que yo había hecho. En cambio, me felicitó. Me dijo: «Le puedo decir que usted me ha dado una lección, porque haciendo exactamente lo contrario de lo que yo le enseñé, ha hecho una pintura que le ha dado un buen resultado». Y eso me puso tan contento que era como si me hubieran dado el título de pintor.

–A lo largo de la vida y de la historia, ¿qué acontecimientos señalaría como hitos?
–Mira, yo nací en 1933, cuando subió Hitler al poder. Y he oído en mi casa permanentemente hablar de política y de la guerra; durante la guerra civil española yo tenía seis años y ya estaban hablando de eso; después, con doce, termina la Segunda Guerra Mundial y empiezan con la bomba atómica y todo eso. Bueno, mi idea del caos podríamos decir que va naciendo con todas esas vivencias. El 17 de octubre lo he visto desde la ventana de mi casa. Entonces todo eso es mi formación y son los momentos que me marcaron. Cuando era chico, la única posición que podía tomar era la sorpresa: me sorprendía todo. Evidentemente, mis padres eran antinazis. Mi padre fue muy antiperonista en su momento, todas esas cosas además me contagiaban. Pero después, con el tiempo, yo he ido cambiando, porque tuve mi propia experiencia y además a mi generación le sucedieron muchas cosas. Habíamos sido totalmente antiperonistas y de repente, después de la caída de Perón, lo que vino fue peor todavía. Entonces todo fue una experiencia que algunos sintetizan diciendo del setentismo al algoritmo. No fui gorila exactamente, ni tampoco fui setentista. Seguí mis propias creencias.

–¿Hoy cómo vive la batalla cultural que propone Milei contra la educación y el arte en general?
–Milei me indigna, porque es un tipo que trata de engañar engañándose a sí mismo. Lo que no entiendo es cómo entran muchos en el engaño de este individuo, en Argentina si no te explicás las cosas todo puede suceder. Pero tratar de entender los fenómenos sociopolíticos solamente desde el ángulo económico ya es de por sí un disparate.

–¿Qué lugar ocupó su compañera de vida, Nora, en su trabajo?
–Nora fue fundamental para mi vida, porque era poco mayor que yo, me llevaba dos años y medio y era una mujer hecha y derecha. Yo en el comienzo de mis veinte años era absolutamente imbécil. Y ella me ayudó a madurar, me ayudó a ser quien soy en gran parte. Yo creo que ella y mi padre fueron las dos grandes influencias que recibí en mi vida. Y la quise mucho. Cuando ella murió cumplíamos 55 años juntos. Pudimos festejar los 50 años, ya los 55 no porque ya estaba tan enferma que no me reconocía.

–¿Le asusta algo de la vejez?
–La vejez es un striptease al revés. Y cada vez perdés algo. Perdés una posibilidad de hacer tal cosa, una posibilidad de hacer tal otra y demás. Yo lo empecé a sentir a mis 85, 86 años. Antes no lo sentía, pero ya voy a cumplir 92. Me quitó cosas: estoy muy sordo y con dificultades para caminar. Camino dos cuadras y me agoto. Pero con todo, estoy feliz, es que estoy muy bien rodeado de colaboradoras: son todas mujeres. Me encanta trabajar con las mujeres, tanto en las cuestiones de la casa como del trabajo. Estoy muy contento gracias a ellas y gracias a ellas sigo.

Estás leyendo:

De cerca ENTREVISTA A LUIS FELIPE NOÉ

«El caos es lo que nos preside»