De cerca | SOFIA COPPOLA

En el nombre del padre

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Gabriel Lerman (desde Los Ángeles)

La directora estrena Priscilla, que revisa las luces y las sombras que poblaron la vida de la exesposa de Elvis Presley. Familia y cine, unidos por la misma raíz.

Foto: Getty Images

Con una carrera que incluye ocho largometrajes, que le han dejado un Oscar y un Globo de Oro al Mejor guion por Perdidos en Tokio, un premio en el Festival de Cannes a la Mejor directora por El seductor y un León de Oro en el de Venecia por Somewhere, Sofia Coppola ya no necesita decir que es la hija de Francis Ford para obtener una dosis de respeto. Y, sin embargo, es imposible separarla de la dinastía familiar que también incluye a los actores Nicolas Cage, Talia Shire y Jason Schwartzmann, a su hermano Roman y su sobrina Gia. Por eso resulta interesante que en su última película haya decidido mostrar a otra familia famosa, la de Elvis Presley, desde la mirada de su exesposa, Priscilla, quien lo conoció siendo una adolescente y lo acompañó hasta poco antes de su temprana muerte. Priscilla es además la carta de presentación de Cailee Spaeny, que se marchó del último Festival de Venecia con la Copa Volpi a la Mejor actriz por este papel.
–¿Por qué elegiste contar la historia de Priscilla?
–Leí su libro de memorias, pero nunca imaginé que me iba a conmover tanto. Me di cuenta de que no sabía mucho sobre ella. Me sentí muy conectada con la forma en la que describe todo lo que pasó, desde que era una simple estudiante de secundaria hasta que se convirtió en una mujer independiente después de vivir circunstancias muy especiales. No sabía que seguía yendo a la secundaria mientras vivía en Graceland. Me pareció que su historia decía mucho sobre las mujeres de la generación de mi madre. Así fue como me metí en el mundo estadounidense de la década del 60.

«Para mí era importante la perspectiva que Priscilla tiene de Elvis en su libro. Lo muestra como un ser humano, más allá de que se lo perciba como un dios.»

–El libro se publicó en 1985, ¿de qué manera tu colaboración con Priscilla te ayudó a aportarle nuevos datos a la película?
–Para mí fue muy importante poder hablar con Priscilla, que ella estuviera dispuesta a revivir esa época. Ella te habla siempre con detalles muy vívidos y te cuenta todos los detalles. Me alegro de haber hecho esta película en este momento de mi vida, cuando siento que ya sé cómo se tiene que filmar. Viví cada film como un desafío, porque uno va descubriendo cosas a medida que trabaja, y la sensación es que nunca sabés qué es lo que estás haciendo. Pero en este caso no fue así. Me interesa la idea de ir descubriendo tu identidad, es algo que siempre me ha fascinado. Además soy madre de chicas adolescentes, por lo que pude ver la historia desde dos perspectivas: la de los padres que le permitieron irse a vivir a Graceland siendo tan joven y toda la tensión que eso generó, y también la de Priscilla en aquel momento. Siento que eso me permitió aportarle más a la historia en diferentes niveles.
–¿Por qué creés que pasó tanto tiempo desde la publicación del libro para que ella tuviera su película?
–Creo que las cosas se dan cuando la gente está lista. Me parece que este es un momento en nuestra cultura en el que hay más interés en las historias de mujeres. Me sorprendió lo poco que sabíamos sobre ella: es la mitad de una de las parejas más famosas de su tiempo. Sabiendo todo lo que sabemos sobre él, es muy interesante ver cómo eran las cosas para ella estando a su lado.
–¿Cuál fue el mayor desafío a la hora de crear un personaje creíble tomando lo que estaba en el libro?
–Tuve que tener en cuenta lo que me conectaba a mí con esta historia y, a la vez, asegurarme de que Priscilla se sintiera representada en lo que estábamos filmando. Creo que el mayor desafío fue tomar una parte tan importante en la vida de una persona y resumirla a su esencia para que entrara en la duración de una película.
–¿De qué manera ella estuvo presente en la realización?
–Hablé mucho con Priscilla cuando empecé a trabajar en el proyecto. Le hice preguntas sobre ciertas cosas que no me quedaban claras. Luego revisamos el guion juntas y ella me dio pequeños detalles que me ayudaron a darle vida y lograr que se viera humana; pero agregué cosas a partir de esas charlas, como la escena en la que están en el cine y Elvis recita los diálogos de Humphrey Bogart y habla sobre Marlon Brando. Nada de eso está en el libro. Fue algo que me contó y que me pareció importante incluir porque dice mucho sobre las frustraciones de Elvis como artista, porque él quería ser un actor serio.
–Tu película no muestra a Elvis como un villano, pero sí como alguien que ciertamente tenía sus problemas.
–Sí, para mí era muy importante mantener la perspectiva que Priscilla tiene de él en su libro. Lo muestra como un ser humano, más allá de que en la cultura popular se lo perciba como un dios. En el libro ella cuenta cómo era él, sus vulnerabilidades, y su forma de ser en la intimidad. Me parecía muy interesante mostrar los buenos y malos momentos que ella vivió, sin dejar de lado el encanto increíble que tenía Elvis, así como sus facetas más oscuras. Para mí era clave que se viera que ellos tenían una relación compleja. No quería que fuese un villano, sino un ser humano con sus conflictos y sus problemas.
–¿Hay algo en común entre tu Priscilla y Elvis?
–No, Baz Luhrmann y yo somos muy diferentes, miramos el cine de maneras muy distintas. Y además su película trataba más sobre Elvis como estrella y la mía es el otro lado, es la historia de Priscilla, con una mirada más íntima sobre su vida privada.
–¿Preferís el drama o la comedia?
–No podría elegir, me gustan mucho las dos cosas. Y en muchas ocasiones van de la mano. Me encantan las historias que saben combinar el humor y el drama, porque en la vida real los momentos tristes y dramáticos suelen tener algo divertido que quiebra la tensión.

Foto: Getty Images

–Tenés una forma muy suave de hablar. ¿Sos de gritar directivas a un actor delante del elenco?
–Sí, soy de gritar mientras estamos filmando. Les hablo en forma individual antes de que comencemos a rodar la escena, pero no tengo problemas en interrumpir la toma y hablar en voz alta. Vi a mi padre haciendo eso muy a menudo, por lo que siempre pensé que era lo que había que hacer. Es cierto que suelo rodar en celuloide, y es tan caro que uno no quiere detener la toma, pero cuando hay que hacerlo no queda otro remedio.

«Me encantan las historias que combinan el humor y el drama, porque en la vida real los momentos tristes suelen tener algo divertido que quiebra la tensión.»

–¿Cuándo empezaste con aficiones como la fotografía o el diseño de moda?
–Dibujaba mucho de chica, pero luego me di cuenta que mi talento como dibujante no estaba a la altura de lo que a mí me gustaría. Y ese fue el momento en el que empecé a interesarme en la fotografía. Mi madre me estimuló para que coleccionara fotos, porque era algo que me interesaba. Me gustaban las fotos de moda, los retratos y la fotografía artística. Y luego, a la hora de ir a la universidad, fui al Pasadena Arts Center. Allí aprendí mucho sobre fotografía, lo cual me ayudó cuando empecé a hacer películas, porque es así como uno se pone a pensar en cuál es el tono que tiene que tener la imagen o cómo se hace para construir una toma.
–Creciste en Nueva York pero viviste en París, ¿recibiste la influencia tanto de Europa como de Estados Unidos?
–Absolutamente. A mí me encanta la cultura europea. En realidad crecí en el norte de California, y siento que esa región del mundo tuvo una enorme influencia en mí. Mi papá siempre puso mucho énfasis en nuestra ascendencia italiana, y además pasamos mucho tiempo en Francia.
–El haber visto a tus padres lidiando con las complicaciones de un rodaje como el de Apocalipsis Now te estimuló a seguir sus pasos o te hizo dudar de si debías hacerlo?
–La verdad es que no creo que a esa edad me hubiese dado cuenta de todo el drama que estaba ocurriendo detrás de bambalinas. Yo estaba feliz porque me parecía encantador estar en las Filipinas; pero también aprendí mucho de la experiencia de ser director, porque mi padre siempre estuvo muy seguro de lo que estaba haciendo, tenía muchísima pasión por su trabajo y estaba luchando para hacer la película que él quería. Aprendí de mi padre que uno debe ser fiel a lo que cree hasta las últimas consecuencias.
–¿En qué dirías que se diferencia tu estilo a la hora de dirigir?
–Creo que somos totalmente opuestos. A él le gusta hacer todo a lo grande y es muy ruidoso en el set. Yo en cambio soy muy tranquila. Debo admitir que siempre me divertí mucho viéndolo dirigir. Creo que en realidad la diferencia tiene que ver con una cuestión de género: yo soy muy femenina y él es muy masculino. Mi padre siempre me estimuló mucho, pero también me insistió en que yo tenía que tener mi propio estilo.
–Sin embargo, a vos también te gusta trabajar con tu familia.
–Sí, es algo que aprendí de mi padre: cuando él hacía sus grandes películas una buena parte de nuestra familia estaba involucrada en el rodaje. Y además él volvía a trabajar con la misma gente a lo largo de los años, por lo cual fueron una especie de tíos para nosotros. Siempre había una muy linda atmósfera familiar en sus sets, que yo intento recrear en los míos. A mí me encanta que mi hermano mayor esté en la filmación cuidándome las espaldas, porque además tiene mucha experiencia y sabe mucho de esta industria. sobre todo en el plano técnico.
–¿Cuáles son los pros y las contras de ser una Coppola?
–Indudablemente hay de las dos cosas. Es más fácil mencionar los beneficios, como es el pertenecer a una familia creativa y haber podido observar a mi padre, uno de los grandes directores del cine, y haber podido pasar tiempo en los sets. En cuanto a las contras, supongo que la exigencia para probar que yo no era simplemente una niñita mimada que se estaba dando un gusto fue mucho más grande que si no me hubiese llamado Coppola. Cuando hice Las vírgenes suicidas tuve que probar que lo mío no era un capricho.
–¿En qué medida te influenció tu padre?
–Mi padre es la razón por la que siempre quise hacer películas. Lo admiraba mucho cuando lo veía dirigir, pero debo reconocer que me llevó cierto tiempo tener la valentía de atreverme a seguir sus pasos. De chica me pasaba todo el tiempo que podía en el set, y recuerdo que cuando salía de la escuela iba a visitarlo porque era algo que me encantaba. Disfrutaba mucho de hablar con los genios del cine con los que trabajaba, como Vittorio Storaro y Dean Tavoularis. Además a mi padre le gustaba mucho enseñar y se ponía a hablar sobre guiones y dirección, porque siempre fue muy entusiasta y lo sigue siendo. En algún momento pensé en ir a la escuela de cine y me di cuenta que yo había tenido a mi propio profesor durante muchos años.

«Mi padre es la razón por la que siempre quise hacer películas. Lo admiraba cuando lo veía dirigir, pero me llevó un tiempo atreverme a seguir sus pasos.»

–Cuando tu familia se reúne para las fiestas, deben hablar todos de cine.
–No necesariamente. Es cierto, muchos de nosotros trabajamos en la industria, pero por suerte tenemos otros temas que también nos interesan. Aunque sí, nos ponemos a hablar de cine con bastante frecuencia.
–Ganaste en Cannes, un festival al que fuiste por primera vez cuando tenías 8 años. ¿Te acordás de aquello?
–Claro, recuerdo haber celebrado mi cumpleaños en Cannes cuando mi padre estrenaba Apocalipsis Now y el entusiasmo que todos teníamos por estar allí. Siempre disfrutaba de que mis padres nos llevaran al mundo de los adultos, y el poder caminar por la Croisette tarde por la noche, así como ver a todos los directores que llegaban de distintos países. Era un mundo que me encantaba. Por eso siempre voy a tener una conexión sentimental con Cannes, entre otras cosas porque allí llevé mi primera película, Las vírgenes suicidas: era su estreno en público y fue muy bien recibida. Sentí que había comenzado mi carrera, fue un momento que me ayudó mucho.

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