23 de diciembre de 2024
Al frente del Centro de Historieta y Humor Gráfico de la Biblioteca Nacional, el investigador revisa los orígenes del género para señalar los rasgos que definen su identidad.
«Estas dos clasificalas, esta otra mandémosla a enmarcar y esta de vuelta a depósito». Cuando Acción visita las oficinas del Centro de Historieta y Humor Gráfico Argentinos de la Biblioteca Nacional, José María Gutiérrez está en plena labor de curaduría de la próxima exposición. No será una muestra cualquiera, pues la que inauguró el 6 de diciembre es una gran presentación del patrimonio del Centro, a diez años de su creación.
Gutiérrez es uno de los coordinadores del área, junto con otra gran especialista en historieta argentina, Judith Gociol. El campo de especialización de Gutiérrez es la historieta antigua, eso que los norteamericanos denominan «platinum age» (o «edad de platino»), que comienza en torno a 1870 y se extiende por cuarenta o cincuenta años, el tiempo que le tomó a la disciplina terminar de ordenar su lenguaje, sus elementos formales.
«Uno piensa que la historieta es una sola cosa que se va desarrollando. En realidad, había muchos tipos de historieta que convivían al mismo tiempo.»
«Si agarrás el mítico trabajo de Carlos Trillo y Guillermo Saccomanno, o los artículos que se habían publicado basados en esos primeros trabajos, se tomaba como primera historieta la de Viruta y Chicharrón, de 1912», señala Gutiérrez. «Bueno, no es ni la primera historieta, ni es argentina. La historieta en el Río de la Plata es mucho más antigua y amplia», revela.
–¿Cuándo empezó?
–Los relatos secuenciales más antiguos que yo encontré son de 1870. Los primeros que publican son inmigrantes franceses, que traen la litografía y son los que van a introducir el dibujo y la caricatura. La más antigua que encontré la publica un autor que se llama Alfred Millon, que era un exiliado político, venía de la experiencia de la comuna de París de 1871, rajando de la represión feroz que se produjo contra los comuneros. Y eso va a marcar un poco la impronta de todo lo que se va a publicar, porque después va a haber otras camadas, ya de inmigrantes españoles. Y ahí tenés una figura señera que es la de Eduardo Sojo, o Demócrito, en la revista Don Quijote. Sojo también era militante político, también venía rajando de la represión que se desata contra la Primera República Española.
–¿Qué ideas traían estos pioneros?
–Por un lado, creo que eran ácratas estos tipos, eran profundamente anticlericales. El Petróleo, la publicación donde dibujaba el francés, llevaba ese nombre por las petroleras de la comuna de París, que era un modo en que se denostó también a las mujeres que participaron en esa insurrección: las llamaban petroleras por la quema de iglesias con petróleo, y era una publicación que instaba a quemar las iglesias y a matar a los ricos. De hecho, el incendio de una capilla en el barrio de La Boca es lo que justifica la clausura de esa publicación y la veloz partida de su editor hacia Bolivia, primero, y luego Cuba. Esa impronta de fuertes discursos críticos contra el poder eclesiástico, contra el poder gubernamental, encontró aquí un campo mucho más propicio que el que tenían en sus propios países. Cuando leés estas publicaciones, ves que los discursos eran tremendos, eran llamados a insurrección, y eran crudísimas: las caricaturas son tétricas, tenebrosas, muy extremas. Eso va a impregnar los inicios de la historieta en la Argentina y del humor gráfico en la Argentina.
–¿De ahí viene la tradición del humor gráfico político?
–Toda la primera historieta que se va a realizar ya en los semanarios modernos, la obra de Lanteri, el primer Dante Quinterno, son todos autores que hablan de la actualidad, que toman la noticia de la semana, el hecho social, cultural, político, y lo exprimen para sacarle todo el jugo que tiene de humor y de crítica.
–¿Desde lo formal, cómo era su lenguaje?
–Ya va a empezar a incorporar recursos del globo norteamericano, va a dejar el tema de las didascalias, que es la historieta europea. Y hay muchas experimentaciones: no había un único tipo de historieta.
–¿Cómo era eso?
–Uno piensa que la historieta es una sola cosa que se va desarrollando, un solo lenguaje que evoluciona. En realidad, había muchos tipos de historieta que convivían al mismo tiempo, hay muchos autores que afirman, creo que con razón, que era una zona liberada. Porque todavía no estaban establecidos sus códigos, los jefes de redacción de los periódicos no sabían muy bien qué pedirles a sus dibujantes. Después se achata muchísimo todo, la experimentación termina, se va a mantener más en las publicaciones de humor gráfico, en la caricatura. Y las historietas se achatan, se estandarizan: empiezan a ser todas muy parecidas entre sí. Pero todo ese periodo inicial, que es el de la historieta humorística, crítica, caricaturesca, con personajes que están fuertemente dotados de una impronta crítica, es contemporánea a la conformación del protociudadano.
–Son los momentos de formación de la idea del ser nacional, con la inmigración de por medio.
–Estamos hablando de décadas muy conflictivas, conformación del ser nacional, qué es ser argentino, las primeras elecciones de 1916, el ascenso de la clase media a cargos administrativos del Estado, la persecución a los inmigrantes y también a los anarquistas, socialistas, comunistas. Es un periodo de mucha ebullición y la historieta juega un rol dentro de todo eso.
–Entonces, ¿cuál es la primera historieta argentina?
–La primera historieta argentina, hecha por un argentino, es Las aventuras del Negro Raúl, de Lanteri, y está fuertemente ligada a una operación de tipo política que realiza el medio que la publica. Se cree que está hecha para niños, pero las historietas no eran para niños. Sarrasqueta no era para niños. Cuando lo lees está hablando de problemas municipales, de la Primera Guerra Mundial, está segmentado el lector ahí. Todos los primeros personajes son arribistas, chantas o tipos que tratan de pertenecer, son protociudadanos que tratan de integrarse a una sociedad que no los admite, que no los quiere, que no tiene espacio.
«La historieta era un signo de modernidad a comienzos del siglo XX, era casi un artículo de lujo en las publicaciones. La mirada despectiva viene después.»
–¿Cómo te metiste a trabajar con este tema?
–Yo trabajaba acá en la Hemeroteca y del área de extensión cultural me encargan armar una muestra de historia de la historieta argentina. Ahí descubro el libro de Trillo y Saccomanno, que es un intento absolutamente válido y una referencia importantísima para la época, aunque los datos que tira están mal: las fechas, las publicaciones, los títulos de algunas de las series más antiguas. Justamente porque no había ningún archivo, que es esto que existe hoy acá, para dar al investigador elementos para que pueda trabajar. Entonces me encargan esa muestra y empiezo a buscar antecedentes, empiezo a ver en la sala El Mosquito, Don Quijote, La Cotorra y otras publicaciones del siglo XIX, que publicaban historietas. Eran secuencias gráficas, contaban un relato secuencial que tenías que ir pasando de instancia a instancia, de un principio a un fin, el desarrollo de un conflicto. Eso era una historieta, que entonces había empezado mucho antes de lo que decían los libros o los pocos artículos que había publicados. Y me empiezo a enamorar un poco de lo que voy viendo.
–¿Con qué te encontrás en esa investigación?
–Me propongo escribir toda la historia de la historieta argentina, pero empiezo diciendo «vamos a ver cuál es el comienzo». Empiezo con lo más antiguo y, en vez de ir hacia adelante en la historia, voy cada vez más hacia atrás en mi trabajo. Empiezo a mirar las publicaciones en la sala y en el depósito, a veces furtivamente y a veces guiándome por los nombres de la publicación. Por ejemplo, La Vida Moderna no había sido señalada antes. Pero ya la palabra «moderna» incluía historieta, porque la historieta era un síntoma de modernidad a comienzos del siglo XX, era casi un artículo de lujo en las publicaciones. La mirada despectiva viene mucho después. La historieta era una expresión de lo que sucedía con las vanguardias artísticas en Europa, porque en estas historietas antiguas aparecen un montón de elementos que tienen que ver con las búsquedas de las vanguardias. Era chic publicar historietas.
–¿Y el Centro cómo aparece?
–Empezamos a trabajar en el 2012 y lo instituimos a comienzos de 2014, que se crea como archivo por una resolución de la Dirección. Reunimos una colección impresionante de documentos que crece piramidalmente. Tenemos una colección de tipo museo de dibujos originales. Por lo menos, hay 60.000 unidades de obras de arte, más otro tipo de documentos. Y adquirimos todo por donación, la colección no le cuesta un centavo al presupuesto de la biblioteca. Sí el mantenimiento, la guarda, pero la colección misma está hecha en base a donaciones patrióticas de autores, de familiares, de aficionados, de editores. Es un caso rarísimo, muy singular, en comparación con otros centros conservadores de la historieta en el mundo.
«Los argentinos conocemos algunos hitos de la historieta, pero lo demás lo ignoramos. Estamos sumando autores todo el tiempo, rescatándolos del olvido.»
–¿Qué modelo de trabajo tienen?
–Esto es un híbrido, es una colección de museo junto a un tratamiento de centro de documentación. Y a la vez tenemos una biblioteca específica para consulta de investigadores, de periodistas y del público en general. No se puede dar un único tratamiento, porque son materiales muy distintos. Hay que tratarlos de distintas maneras para poder recuperar la información. También organizamos las muestras permanentes y otras actividades. Ahora tenemos una galería, desde 2018 tenemos un espacio dedicado. Las exposiciones son importantísimas, porque además permiten ampliar la colección. Mucha gente se entera de que existimos a partir de las muestras: es la principal actividad de difusión que hacemos. Nuestra misión no es solamente adquirir, preservar y conservar en el tiempo, además hay que difundir este patrimonio. Porque los argentinos conocemos algunos hitos de la historieta y del humor gráfico en el país, pero lo demás lo ignoramos. Estamos sumando autores y producciones todo el tiempo, rescatándolas de la neblina del tiempo y del olvido.
–Decías al comienzo que esa primera historieta va a marcar el desarrollo posterior. ¿En qué lo ves?
–¿Qué es Mafalda? Mafalda es un grupo de nenes que cuestionan el universo de los adultos. Mafalda está criticando el mundo de su época, está criticando la guerra en Vietnam, los golpes de Estado, la represión, el careteo de los adultos. Lo vas a ver en los autores contemporáneos, esa actitud crítica ante la realidad, ante la cultura, ante la política. Eso singulariza a la historieta argentina ante otras historietas del mundo. Yo noto que es algo que la diferencia del manga, de otras encarnaciones del lenguaje de la historieta en el mundo. Creo que es una característica nuestra, mantener ese espíritu crítico.