De cerca

Historias de vida

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El realizador estrena una película documental protagonizada por Jorge Fortunsky, el escultor de los dinosaurios que pueblan un singular parque temático en la localidad pampeana de Eduardo Castex. El diálogo entre realidad y ficción. La influencia de las nuevas tecnologías en el género.

De rostro afable y hablar pausado, Luciano Zito revela, apenas se lo trata, que su mirada es el motor de su vida. Desde sus estudios como egresado de la carrera de Diseño de Imagen y Sonido de la Universidad de Buenos Aires, pasando por un Máster en Teoría y Práctica en Documental de Creación en la Universidad Autónoma de Barcelona, hasta su debut profesional como fotoperiodista y su carrera como documentalista desde hace más de 18 años, Zito mira y muestra, poniendo en imágenes lo oculto o lo que muchas veces no se quiere ver. Indaga, comprometiéndose no solo con la verdad que encuentra, sino también con la persona que está delante de la cámara. Y ese vínculo humano y artístico da como resultado obras tan particulares como la historia de cada una de las personas que el realizador elige retratar con sus documentales: Tapados (2000), Tocando en el silencio (2008), Rawson (2012), Carlos Fuentealba, camino de un maestro (2013) y El señor de los dinosaurios, que se estrena en estos días. En algún momento de la conversación, Zito dice que lo que más le gusta es detenerse en historias de vida. Y esto es lo que pasó, casi de casualidad, con su última realización.
–¿Cuál fue el punto de partida de El señor de los dinosaurios?
–Viajábamos en auto desde Santa Rosa a General Pico para hacer una proyección de mi película sobre Carlos Fuentealba, organizada por la Unión de Trabajadores de la Educación de La Pampa, con Sandra Rodríguez, su compañera, y con un trabajador del sindicato docente, cuando este me preguntó si conocía el Parque de los dinosaurios. Le contesté que no, así que hicimos una parada en la localidad de Eduardo Castex. Dejamos atrás la ruta unos 30 metros y no podía creer lo que estaba viendo: un predio enorme, en medio de la nada, con unas 30 esculturas de dinosaurios. Era muy raro. ¿Qué hace este parque, con estos dinosaurios, en este lugar? ¿Quiénes vienen a visitarlo? Y, al mismo tiempo, veía esas esculturas con asombro: algunas son muy impactantes, están hechas en tamaño real. Entonces averigüé lo que pude y, poco tiempo después, me encontré con el escultor, y, en esa primera charla, empezó este proyecto.
–El escultor es Jorge «Cacho» Fortunsky. Y el documental cuenta la vida de este hombre de origen muy humilde que, sin estudios artísticos, se transformó en el escultor del pueblo. Pero también se narran varios episodios delictivos, así como sus reiterados arrestos y encarcelamientos.
–En ese momento sentí que la historia de él era como dos vidas paralelas. Y yo me sentí identificado, porque era un momento en el que estaba reflexionando sobre cuestiones mías: me preguntaba quién era yo, si quería seguir un camino u otro distinto. Así que estas contradicciones que veía en su historia me interesaron, porque uno podría decir que él es un hombre con dos vidas que podrían ser antagónicas. El mismo Cacho lo dice, uno espera que un artista lleve una conducta distinta a la de un ladrón.


Claroscuros. Uno de los dinosaurios creados por Cacho Fortunsky.

–«Nací artista, no ladrón», dice en un momento el protagonista.
–Sí, algo que me había interesado mucho es cómo él llega al delito, que no tiene que ver con lo económico específicamente, sino con un desencanto y una protesta suya contra el sistema y lo que le ofrecía a él en el mundo del trabajo de ese pueblo. Pero el documental va más allá de estas dos vidas paralelas, a través de entrevistas que hace el mismo Cacho a su madre, a un juez, a un cura. Además de animaciones que recrean su pasado o filmaciones de él trabajando, se recorre toda una historia donde se vislumbran las complejidades en sus vínculos: relaciones de pareja conflictivas; uno de sus hijos, Jorgito, encarcelado y luego puesto en libertad. Y también se muestra la sensibilidad artística, la falta de reconocimiento, los prejuicios, las responsabilidades, la redención. Hoy en día Cacho trabaja como encargado del mantenimiento del Parque Temático de la Prehistoria. Y continúa haciendo sus esculturas.
–Como con tu primera película, decidiste estrenarla en el mismo lugar donde transcurre la historia.
–Yo sentía que era el primer lugar donde había que verla, sobre todo por Cacho. Y también porque hubo mucho apoyo del municipio y de la dirección de Cultura de Castex para el rodaje. Fue buenísimo, acondicionaron el Racing Club de Castex como si fuera un cine: calcularon 300 personas y fueron más de 600, hubo gente que se quedó afuera. Y fue muy lindo el reconocimiento que le hicieron a Cacho. Él está muy contento con la película y también la siente como una distinción diferente a los que tuvo en otros momentos, porque se valora su obra, pero también su vida.
–Y también se estrenó en cárceles.
–Sí, al terminar la película, yo venía pensando en las vías de exhibición o de difusión. Y, obviamente, siempre me interesaron las proyecciones que puede tener más allá de los cines. Me parece que para los documentales es muy importante romper esa idea de que la gente vaya al cine solamente, porque son películas que tienen un montón para laburar desde lo social. Lo que puedo decir respecto de las cárceles y del pueblo es que quizás sean los lugares donde más sentido tiene que se proyecte una película como esta. Entonces me puse en contacto con el INCAA, que tiene un programa que se llama «Cine en cárceles». Les pareció muy interesante la historia y pudimos concretar dos proyecciones. La primera se hizo en marzo, en la Unidad Nº 40 de Lomas de Zamora, y la verdad es que estuvo muy buena, sobre todo por lo que pasa después de que termina la película. El hecho de poder escuchar las cosas que les generó a los internos y a las internas, pero también cuáles son las problemáticas que ellos viven, que se empiezan a hablar a partir de la película.
Y después hicimos otra proyección en la Unidad Penitenciaria Nº 17, en Urdampilleta, cerca de Bolívar, y también estuvo muy buena. Y ahora en el marco del 4º Festival Nacional de Cine de General Pico, va a haber una proyección especial en la Unidad Nº 25 Instituto Correccional Abierto.
–Además del componente social, en tus obras siempre hay un intento de entender qué le pasa a una persona, cómo llegó a esa situación.
–Antes de ser documentalista, fui reportero gráfico. Y para mí, en realidad, el documental fue trasladar a lo audiovisual un poco lo que a mí me gustaba como fotógrafo. Y sí, a mí principalmente lo que me interesa es trabajar historias que son universales. También, me interesa lo político y lo histórico, pero lo que más me gusta es detenerme en las historias de vida.
–¿Nunca te atrajo hacerlo desde la ficción?
–Sí, claro. También tengo ganas de llevar eso a la ficción, escribí un par de cosas que quiero hacer, pero es más complejo. Lo que permite, quizás, el documental, es poder abordar historias en profundidad de manera creativa, pero con muchos menos recursos. En ese sentido, me encanta hacer documentales.
–¿Qué tiene de particular el documental, a diferencia de la ficción?
–Principalmente se genera un compromiso desde el documentalista con las personas que están del otro lado, con el tema con el que uno laburó, distinto. Sigo en contacto con las personas que están en mi primera película y, por ejemplo, con Cacho me hice súper amigo. Se genera una cosa muy fuerte con esas personas, para que hablen de su vida y vos después las puedas contar. Y si les gustó lo que hiciste, ese lazo se refuerza todavía más.
–Desde la visión del público en general, ¿qué recepción tiene el género documental?
–En ese sentido, la diferencia quizás es más evidente, porque en general el público está acostumbrado a ver ficción, que es un género más permeable. No quiere decir que no hay documentales que no puedan acceder al gran público, pero me parece que mucha gente, cuando va al cine, a lo mejor no quiere necesariamente ver algo que lo vincule tan fuertemente con cuestiones de la realidad. Quizás quiere distraerse un poco.


–¿Qué puede hacer el documentalista frente a esto?
–Lo importante es que uno pueda conmover al público, hacer que esa historia que uno contó le llegue. Y, en ese sentido, cualquier recurso, mientras no esté atrás de solamente generar empatía en el espectador, sino que esté relacionado con la obra artística, es válido. Me parece que es una lucha que tenemos los documentalistas para acceder a un público masivo. Lo que yo hago estaría dentro del arte cinematográfico, más específicamente en el género documental. Pero hay montones de elementos e ingredientes que tomo de la ficción y los pongo en juego en el documental. En El señor de los dinosaurios, en lo que tiene que ver con las animaciones, hay montones de cuestiones que están trabajadas desde lo artístico.
–¿Qué opinás sobre las nuevas maneras de ver contenidos, a través de la tecnología, los diferentes soportes y el streaming?
–Sirven, son complementos que hay que tratar obviamente de atenderlos y también pensarlos para que uno, cuando exhiba y difunda su película, se pueda compatibilizar y no le juegue en contra. Por ejemplo, esta película, por ahora la voy a estrenar solamente en La Pampa y en la Ciudad de Buenos Aires. ¿Y el resto del país? Me interesa llegar a otras provincias también, así que probablemente se estrene también en la plataforma Cine.ar, pero eso después de que pase por las salas.
–¿Las nuevas tecnologías ayudaron a la realización?
–Sí, en documental hoy en día todo se filma en digital, más o menos desde el 2010 en adelante todo se hizo más accesible porque los costos bajaron bastante. Hubo mucha gente que se pudo equipar con costos menores, y esto se vio en la cantidad de material que se produjo a partir de 2012 y 2013, que marcó un salto cualitativo enorme. Y también sirvió para que muchos nos acerquemos a la televisión en los últimos años, con producciones para Canal Encuentro y la TDA.
–¿Existe una tradición documentalista en la Argentina?
–En nuestro país hay una historia cinematográfica grande, que tiene muchos años. Y el documental tiene, también, una historia muy rica. Desde Jorge Prelorán, el precursor del cine documental antropológico, pasando por referentes como Pino Solanas, Raymundo Gleyzer, Carlos Echeverría y Andrés Di Tella. Hay muchos y muy buenos documentalistas.

Fotos: Juan C. Quiles/3Estudio

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