6 de junio de 2025
El actor encarna a una versión alternativa de sí mismo en la película cordobesa Adiós a Las Lilas. La obra teatral que protagoniza con Moria Casán y la situación del cine argentino.

Con cerca de 50 años de carrera, más de 30 películas, 60 programas de televisión e incontables obras de teatro, Jorge Marrale se manda con una jugada divertida, perfecta para alguien que a esta altura no tiene nada que probar, pero de todas maneras arriesga: hace de sí mismo, aunque no del todo. De una versión alternativa de sí. Canaliza una parte de esa trayectoria, la del actor consagrado, reconocido y capaz de cubrir todo el espectro, de Shakespeare a una telenovela. El film en cuestión es Adiós a Las Lilas, del director Hugo Curletto, que llega a los cines por estos días. ¿Qué pasa si el público llega a pensar que Marrale es efectivamente así, una estrella a la que se la comió el prestigio, la pretensión de trascendencia, que cita a Pasolini un poco gratuitamente? En cualquier caso, es gracioso, muy gracioso, eso seguro.
«Vos hacés una obra de teatro, una película, hay un momento en el que leíste el guion veinte veces, pero hay un punto que por ahí lo pasaste por arriba.»
«Yo había hecho con Hugo una serie, Submersos, una coproducción cordobesa-brasilera», cuenta Marrale en entrevista con Acción. «Pasó el tiempo, y un día me dice: tengo una idea, quisiera que vos hicieras de vos mismo en una película. Y pasaron dos años, me iba mandando las distintas versiones. Me pareció divertido que yo estuviera haciendo una especie de monólogo sobre la base de Rey Lear y que además, con toda la pretensión de hacer eso, que es tan difícil, él viniera a decirme, con toda modestia en la película, “mire, yo tengo esta historia”. Y que ese yo, porque estoy un poco transformado, “se” vaya comprometiendo. Digo “se vaya” porque me veo como personaje, no me veo yo, Marrale, con sus complicaciones, sus cosas personales y demás, metido ahí. Pongo la cara, pero pongo también la verdad a la que puedo acceder. Vamos a toma. Soy yo. ¿Soy yo? Estoy yo jugando en una ficción. Ese juego y esos planos distintos me parecían muy interesantes, y me dieron una gran satisfacción. ¿Viste que en general a uno lo encasillan? O sos el villano o sos el prestigioso que hace cosas».
En Adiós a Las Lilas, el intérprete es convocado por el director Danny Summer (Curletto, también haciendo más o menos de sí mismo) y una productora de créditos más bien flojos (Jazmín Sequeira), para interpretar a Chif, el padre del cineasta. Chif es un comerciante y ludópata no asumido, y la película es una suerte de relato biográfico armado con muchas licencias a partir de los hechos verdaderos. El relato dice que Chif perdió la vida en un trágico y ridículo accidente en el Cañón del Colorado y Marrale, que al momento de la convocatoria se encuentra efectivamente ensayando Lear para una puesta teatral, aborda las mayores banalidades de su nuevo proyecto con la misma intensidad con que prepara los monólogos del bardo de Avon.
–Te arriesgás a que el público piense que tal vez sí sos ese intérprete shakespereano de la película, porque hacés una cosa muy verosímil que es convertirte en un actor obsesionado por encontrar una motivación para cada una de las acciones de su personaje.
–Absolutamente: sin motivación, sin saber a dónde quiere ir el personaje, no lo puedo hacer, no sé quién es. Entonces él encuentra ese núcleo creativo, como hacemos los actores siempre. Vos hacés una obra de teatro, una película, hay un momento en el que leíste el guion veinte veces, pero hay algo, hay un punto que por ahí lo pasaste por arriba, no le diste la importancia, y hay un instante en donde eso se ilumina y te cambia la postura, la intencionalidad. Cuando yo tengo que hacer a Chif, lo veo y veo el espacio. ¿Qué hacemos los actores con los personajes que tenemos que encarnar? En general no los tenemos en vivo, los tenemos que construir con la imaginación, con los compañeros, la dirección. Acá estoy mirando a un ser vivo que está haciendo cosas, hay algo de lo físico que podré reproducir o no, pero también su cabeza, cómo piensa, qué hace.
«Es bárbara la relación con Moria Casán en la obra. Y pensar que nos hemos cruzado nada más que en una serie sin haber actuado en las mismas escenas.»
–Cuando interpretaste a Carrascosa en la serie sobre María Marta García Belsunce, tuviste la posibilidad de conocerlo y sin embargo elegiste no hacerlo.
–Yo tenía mucha fe en ese guion. Y había visto algunas cosas de Carrascosa, había seguido el proceso en su momento. A mí él siempre me pareció una persona inocente. Y me metí con eso y se lo dije a Daniela Goggi, la directora: estoy convencido que Carrascosa es inocente y lo voy a hacer desde ese lugar. Y yo actué y accioné con verdad sobre la base de que era inocente. Salga pato o gallareta, pero para mí era verdad y así lo tenía que sostener. Y todo el proceso se hace en función de esa elección. Que es clave: es clave elegir por dónde vas a juguetear. Uno ha hecho personajes cínicos, psicópatas como el de Vidas robadas, un tipo que es jodido, manipulador. Pero cuando tenés que estar atravesado por una verdad a la que tenés que llegar, es como un designio, es un camino.
A la par de Adiós a Las Lilas, Marrale está estrenando en el Metropolitan Cuestión de género, adaptación de una exitosa obra francesa, que coprotagoniza junto a Moria Casán y donde ella le hace a su marido, un político en plena campaña electoral y con quien llevan 30 años de casados, una revelación que pone a prueba tanto su relación como sus pretendidas convicciones morales.

–En una entrevista Moria dijo que no hay nada más prestigioso que lo popular y que vos combinás muy bien las dos cosas. ¿Cómo fue el proceso de trabajo?
–Es bárbara la relación con Moria. Y pensar que nos hemos cruzado nada más que en una serie sin haber actuado en las mismas escenas. El encuentro fue fantástico: ya en la primera lectura que tuvimos, en La Stampa, sin todavía haber aprendido el texto, fue un ping-pong: pa, pa, pa, pa, pa. Estaban ahí mirando un productor y un coproductor, que se cagaron de risa. Dijimos parece que nos tenemos que tirar a la pileta, porque si esta primera lectura fue así, con esa intensidad y ese punch. Moria tiene una memoria prodigiosa, y nos divertimos mucho.
De la oscuridad a la luz
Nacido en 1947, hijo de un electricista a quien acompañó más de una vez en su trabajo y una mujer de ascendencia española muy histriónica que lo apoyaron cuando decidió dejar sus estudios de ingeniería para seguir su verdadera vocación, Marrale empezó a actuar en los 70 y vivió un momento de gran efervescencia a principios de la década siguiente, integrando el reparto de hitos como fue una de las grandes telenovelas «adultas», la adaptación de La señora Ordóñez, de Martha Lynch, que encabezó Luisina Brando.
«El cine argentino es respetado en todo el mundo. No puede ser que se achique de esta manera tan brutal. ¿A título de qué? ¿De un superávit de qué?»
–Hoy la ficción parece vivir una situación radicalmente opuesta a la de aquella época. ¿Cómo ves el futuro inmediato desde la presidencia de SAGAI, la sociedad civil que gestiona «los derechos intelectuales de actores, actrices, bailarines, bailarinas e intérpretes de voz»?
–Lo que nos está pasando en la ficción en general lo leés en los comunicados de SAGAI, desde donde hacemos frente a algunas acciones que desde la gestión me parecen desastrosas, perniciosas. Por eso alabo tanto una película independiente como Adiós a Las Lilas, que contó con apoyo de la Municipalidad de Córdoba, para que las provincias generen leyes de cine para evitar el centralismo y que en cada espacio salga la voz, la mirada, lo estético, lo ético. Estamos viviendo un espacio de concentración excesiva, brutal, sin aliento para la gente joven. ¿Qué va a quedar del INCAA haciendo esto? En el 47 se arma una primera ley de cine, en el 94 se renueva con tanta esperanza y de golpe esto: el INCAA puede ser mejor, por supuesto que sí, pero no lo anules, no lo achiques. O achicalo si querés, pero para que sea más productivo, para que genere más trabajo. Hay que seleccionar bien la obra para que sea difundida, pero ¿cómo es que no vamos a estar en los festivales? El cine argentino es respetado en el mundo. No puede ser que se achique de esta manera tan brutal. ¿A título de qué? ¿De un superávit de qué, si no se gasta un centavo en eso? Es el dinero que sale de las entradas. Me parece que tiene que ver con una mirada sobre la cultura en general y un desplazamiento rarísimo, extraño. ¿Cómo no vamos a poder tener identidad? Estas discontinuidades nos impiden tener una industria audiovisual y la industria audiovisual hoy es poder en el planeta: nadie puede quedarse sin tener manifestación de identidad en las pantallas. ¿Cómo vamos a crecer de esa manera? Sin desarrollar industrias, sin alentarlas, sin generar espacios para que haya más trabajo, menos pobreza.