De cerca | ENTREVISTA A MARTÍN PIROYANSKY

La nueva comedia rioplatense

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Mariano Kairuz

El actor y director estrena la segunda temporada de la serie Porno y helado. La influencia de las sitcoms traducida a la idiosincrasia local. Humor, política y plataformas.

Foto: Prensa

Con la nueva temporada de Porno y helado, Martín Piroyansky, su creador, coguionista, director y protagonista confirma un camino que viene construyendo desde hace más de una década, en el que generó algo bastante único para la escena del cine y las plataformas argentinas. Perteneciente a una generación criada por las sitcoms y educada en la sensibilidad de la llamada nueva comedia americana –heredera a su vez de Saturday Night Live–, Piroyansky, sin embargo, consigue algo extraordinario: hacer una versión genuinamente rioplatense de ese humor y esa lógica, una narrativa incontestablemente local.

Parte de esta influencia adaptada se puso a prueba en las series web que hizo para el canal de la Universidad Nacional 3 de Febrero (con títulos como Tiempo libre, El galán de Venecia y Parecido), pero alcanzó su punto más alto con la comedia Vóley, éxito de público en su estreno en cines en 2015. Fue su segundo largometraje como director, aunque su ópera prima, Abril en Nueva York, estaba hecha en un registro diferente. Voley lo afianzó en ese lugar cuando ya llevaba una larga carrera en la actuación, que empezó a los 12 años en Magazine For Fai y ya suma decenas de películas, desde XXY, de Lucía Puenzo, a casi todas las comedias dirigidas por Ariel Winograd.

Piroyansky tenía 8 años cuando vio por primera vez en un cine La Máscara y aquel Bugs Bunny de carne y hueso le voló la cabeza. «Lo que veo en películas como las que protagonizó Jim Carrey es mucha libertad», dice en la entrevista con Acción. «Como en las de los hermanos Farrelly o en cualquier director que haya estado junto a Carrey en ese momento de su carrera. Es algo que pasa cada tanto en Hollywood: aparece una especie de error, un actor que es totalmente distinto a lo que venía pasando, y todo se modifica para que eso pase a ser mainstream. Hollywood no puede evitar que sucedan estos fenómenos y de repente Jim Carrey, que era totalmente under, disruptivo, pasó a ser lo común. Yo tuve la suerte de vivirlo como un nene, sin entender que era algo muy loco. Ahora puedo hacer este análisis: qué bueno este actor, qué loco que está, qué raro lo que hace. Es un fenómeno muy extraño, que evidentemente me marcó».

–Lo sorprendente de Vóley no es tanto que se evidencie la influencia de las sitcom sino que, pese a eso, nunca deja de ser una película rioplatense. ¿Esto es el resultado de un procedimiento consciente?
–Sí, ese es absolutamente mi trabajo. Porque mi formación como espectador es muy norteamericana: traducir eso es lo que más me preocupa. De hecho, en Vóley, mientras filmábamos, yo me daba cuenta de que parecía que estaba escrita en inglés, de alguna manera. Veía de pronto a Violeta Urtizberea hablando con el Chino Darín y me decía «esto suena raro. ¿Por qué están hablando con un cantito como si fuera Friends? Esto lo tengo que traducir». Un poco el trabajo durante el rodaje era traducirlo al castellano, para que suene como hablamos nosotros. Entonces quedó esa cosa de comedia norteamericana, porque hay algo estructural, pero donde todos hablan como argentinos. Que las cosas que pasan sean cosas que le pueden pasar a jóvenes argentinos. Que sea totalmente local. Esta película la hago para Argentina, si funciona en otro lado, genial, pero quiero que funcione acá. Lo mismo con Porno y helado, que quiere ser una comedia rioplatense, que tenga todos los códigos que nos representan. Y que cualquiera argentino la vea y diga: esto es muy de acá. De hecho, la segunda temporada se mete todavía más con los rolingas y todo eso. Es algo muy intraducible, pero recibí mensajes de gente que vive en otros países que me decían «ahora sé qué son los rolingas».

–A la vez hay algo universal en el retrato que hace Porno y helado de las tribus y las distintas bandas.
–Yo creo que si vos contás con lujo detalle tu historia, cómo es tu vida, vas a ser más universal que haciendo algo medio neutro tratando de cautivar a audiencias de distintos lugares. También pasa que no puedo evitar hacer lo que hago. El otro día vi una entrevista a Martín Rejtman en la que él decía «yo no me doy cuenta de que mis personajes hablan de una forma particular, para mí es así, para mí es normal eso». Estaba Mirta Busnelli al lado y le pregunta «¿para vos eso es normal?». A la vez lo entiendo, porque para mí todo lo que hacemos, series o cine, no podemos evitar hacerlo en el tono en que lo hacemos. Es lo que nos sale, no sé: yo creo que es así.

Dolorosamente gracioso
La premisa de Porno y helado fue concebida antes de filmar Vóley, hace más de 15 años. Y en el tiempo que tardó en conseguir financiación y filmarla Piroyansky ya había superado la edad de los personajes que había escrito. Sin embargo, en lugar de correrse del protagónico utilizó ese elemento de la realidad y asumiendo esa adolescencia prolongada y tardía (de muchacho de treinta y largos que aún vive en la casa de los padres, sin demasiado propósito y llorando el fracaso de una impostada épica rockera), lo volvió parte definitoria del protagonista. Lo cual no solo funciona sino que se vuelve dolorosamente gracioso en esta nueva temporada, en la que la brecha generacional, la angustia de envejecer y «quedarse afuera», el ridículo al que se expone el que quiere conectar forzosamente con los que vinieron después, se convierte en uno de los temas principales de la ficción y el eje de uno de los seis nuevos episodios recién estrenados por Amazon Prime Video. Poco más de tres horas para reencontrarnos, además, con sus extraordinarios coprotagonistas, empezando por los perfectos Nacho Saralegui (como Ramón, coequiper de la improbable banda Los Débiles Mentales) y Sofi Morandi (como la descarada mánager).

Trío. Morandi, Piroyansky y Saralegui le dan vida a la improbable banda Los Débiles Mentales.

Foto: Prensa

–Empezaste a escribir Porno y helado hace más de 15 años. ¿Era muy diferente aquella versión de la que finalmente filmaste?
–No, no era tan diferente, la verdad. La única diferencia es que yo tenía 22 años, entonces tenía un poco más de sentido lo que le pasaba al personaje. Tardé tanto en filmarla que quedé viejo, pero bueno, la segunda temporada se hace cargo de eso, de que Pablo está demasiado viejo para todo lo que hace y que le pasa. Y ya no le puede seguir el ritmo a unos pendejos maleducados, qué sé yo. Eso fue un poco el camino, pero a nivel tonal era bastante parecido. Yo, de hecho, hice un piloto de Porno y helado hace 14 años.

–¿Dónde está ese piloto ahora?
–Por ahí, escondido. No estaba ninguno de los que están hoy.

–Santiago Korovsky, con quien son amigos y vecinos, participó en la primera temporada de Porno y helado como actor y coguionista y después hizo División Palermo. ¿Hablan entre ustedes acerca del componente generacional de esto que están haciendo casi a la par?
–Pienso que División Palermo y Porno y helado pareciera que se parecen más de lo que se parecen: son muy distintas, en realidad. Para mí lo que hace Santi, que participó de las primeras versiones de Porno, es un humor totalmente distinto. Tiene un tono un poco más amable a nivel actuación y trama, que es más realista o está más arraigado a la realidad. Todo tiene más lógica, hay un caso policial a lo largo de la temporada, y el humor surge de los personajes, que cada uno es más delirante que el otro, pero dentro de un mundo posible. Porno y helado ya desde la trama es ridícula, el humor es más absurdo que el de División Palermo. Obviamente, porque venimos de la misma escuela de teatro y somos amigos, entiendo que nos encuentren un link. Pero creo que División Palermo tiene mucho más alcance, lo entiende más gente que a Porno y helado, que para mí es un poco menos amable, es muy irónica, casi como una parodia de una serie y por eso deja fuera a mucha gente. Hay mucha gente que quiere ver la serie, no quiere que le hagan un chiste sobre qué es una serie, o que se ponga tan «meta», o que un chiste posible sea una esquina donde se levantan bajistas como si fueran prostitutas. Esta es claramente una serie que está todo el tiempo mirando a cámara, diciendo que todo esto es un chiste. Los problemas son problemas si queremos que lo sean y, cuando no queremos que lo sean, no son más problemas: esa es un poco la idea de Porno y helado.

–En el capítulo «apocalíptico» los personajes quedan encerrados en el bar de taxistas y, en plena situación de supervivencia, se plantea una discusión sobre las libertades, que fue escrita antes pero que hoy es imposible no leer en relación a la política actual.
–En el 2022, cuando escribimos ese capítulo, ya empezaba a existir toda esta movida libertaria y se hablaba de todos estos conceptos que crecieron mucho, pero ya estaban dando vueltas, como decirles comunistas a los kirchneristas. Cuando lo escribimos no había una sensación generalizada de que Milei pudiera llegar a ser presidente, era más como un movimiento under que estaba sucediendo sobre todo en las redes. Y se hablaba de eso y a nosotros nos pareció interesante todo ese mundo como para contar un capítulo adentro de un lugar cerrado, de donde no pueden escapar los personajes y que empieza a transformarse en comunistas versus libertarios. Cuando fuimos a filmar, el año pasado, ya los chistes tenían otra reverberancia: eran menos graciosos que cuando lo escribimos y se estrena ya directamente en este momento, donde se ve claramente la alusión que estamos haciendo. Con Martina López Robol, la coguionista, nos gusta mucho agarrar material de todos lados: desde la coyuntura, el homenaje a películas, a burlarnos de tribus urbanas o transformar a los taxistas en una tribu urbana. Jugar con todos los símbolos conocidos, pero resignificarlos en la ficción.

–Ahora estás trabajando para una plataforma, pero en varios momentos de Porno y helado se expresa de manera explícita la preocupación por la financiación de la producción audiovisual. ¿Cómo te parás en este panorama?
–Con lo que está pasando en el país ni siquiera hablaría de mi rubro, sino de la recesión que hay, de la falta de trabajo generalizada. Tengo muchos amigos desocupados, desde actores hasta técnicos. Y eso también viene de la mano con una pésima casualidad mundial: esta explosión de la burbuja de las plataformas, que la veíamos venir desde que empezaron a competir todas, a producir a lo loco, en un momento se iba a terminar. Por suerte caí en el momento justo y pudo hacerse la primera Porno y helado y, de alguna forma, eso generó que se hiciera la segunda temporada. No sé si habrá una tercera; ni Amazon lo sabe. Por eso la escena del final es totalmente honesta, ¿habrá una tercera? Pateamos la pelota afuera: si hay tercera vamos a agarrar la pelota donde la dejamos y vamos a seguir. Si no la hay, fue un final totalmente delirante que podría ser el cierre de Porno y helado.

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