De cerca | ENTREVISTA A KEVIN JOHANSEN

Las infinitas formas de la canción

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Gabriel Plaza

Con el flamante Quiero mejor bajo el brazo, el cantautor reflexiona sobre la búsqueda de la simpleza en la música y la sinceridad en las letras. Feng shui, libertad y madurez.

Foto: Guadalupe Lombardo

Acaba de cortarse la luz hace unas horas. La mitad de la casa está sin una fase. Sin embargo, la perrita de la familia mueve la cola de felicidad y Kevin Johansen se sienta con placidez, como si nada pudiera romper la armonía del hogar. En la mesa del living hay medialunas y otras cosas dulces. Unos discos. Cierto desorden. Acaba de llegar de una gira junto al dibujante Liniers, por distintas ciudades de América Latina. Se refleja el cansancio en su rostro. También la soledad existencial y la pena que provoca la muerte del baterista Enrique «Zurdo» Roizner, que le dejó su instrumento como legado para Tom, uno de los tres hijos del cantautor. Pero a Kevin no le gusta regodearse con el dolor, o el pesimismo.
Este año, cumplirá 60 años. En el horóscopo chino es dragón de madera. Todas son señales para el músico. Lo primero que hace es mostrar una revista de feng shui, que tiene sobre una mesa ratona, que inspiró el concepto de su nuevo álbum. Tiempo atrás, incluso después de haberla comprado, no se había dado cuenta de que en la tapa de la revista decía «El año del dragón de madera», que representa el poder, la nobleza y la buena fortuna. Señales.

Su flamante producción de canciones inéditas está guiada por una buena estrella: es uno de sus mejores discos. Las once piezas que integran el álbum tendrán el poder de atravesar el tiempo, rodeadas por un aura clásica. Entre otras: «Vals de la luna», «Quiero mejor», «Sin darme cuenta», «Bien Sur», «Puntos equidistantes» con Natalia Lafourcade, «Era ahora» con Nito Mestre y «Soñando» con su hija Kim Johansen. 
Sucesor de Tú ve (2022), un disco de covers, y Algo ritmos (2019), Quiero mejor tiene la producción artística compartida con Panda Elliot y Marcelo «Coca» Monte. El repertorio desnuda las mil y una formas de hacer canciones, que llegan a un punto de profunda reflexión, sencillez y belleza. Conspira la sonoridad luminosa, los acordes mayores, los estribillos que pegan directo, los arreglos de cuerdas, el ambiente jazzero del piano, la base pop-rock, los aires folk, las rumbas, los guiños al tropicalismo, el candombe beat y hasta el hip hop. Todo atravesado por su estilo y el canon clásico de sus melodías y letras.
«Me acuerdo que una vez, en el suplemento Babelia, alguien puso que era un folclorista del siglo XXI. Pero sin ser ni mucho menos un Leda Valladares junior, es más intuitivo lo mío. Es como muy orgánico el tema de la canción. Creo en la canción como un género literario: no es poesía, es canción. Y en ese sentido estuve lidiando mucho con las letras y cómo conjugarlas con la sonoridad. Me parece atrapante cuando encontraste el feng shui ideal en una canción, donde lograste una simpleza sintética. En eso ando hace años», dice.
Desde 2000, cuando editó su primer disco The Nada por el sello Años Luz Discos, Kevin construyó un camino muy personal, donde rompió con los límites de los géneros musicales, creando himnos propios como «Sur o no sur», «Guacamole», «Cumbiera intelectual», «Vecino», «Anoche soñé contigo» y «Desde que te perdí», temas que encontraron su propio lugar dentro del cancionero popular. «Las combinaciones son infinitas, por eso creo que la obsesión o el cariño que uno tiene hacia el género viene de ahí, por las infinitas formas que tiene la canción», afirma, sentado en el mismo sillón de tapizado floreado, un modelo con respaldar alto y de corte inglés, que aparece en el video del disco subido a YouTube, donde aparece paseando por toda la costa de Miramar en la parte de atrás de una camioneta, en un discurrir bucólico, que acompaña la armonía delicada de las canciones de Quiero mejor.
–¿Cuál es el concepto que acompaña el disco, al que llamaste Feng Shui Project?
El Feng Shui Project es una idea que viene hace rato, como cuando hablás de agendas y decís, ¿cómo viene tu semana? ¿Cómo viene el feng shui? Me gusta la palabra por la sonoridad y por lo que significa la armonía en un ambiente, armonizar algo, un microclima. La verdad que dentro de la canción y del marco del título del disco Quiero Mejor, me pareció que el feng shui tenía mucho que ver con eso. Como dice la canción, «no quiero más, quiero mejor». Buscar la armonía dentro del caos o armonizar el caos sin caer en ser un control freak, sino todo lo contrario, llegar a un punto equilibrado. Me parece que por ahí es una búsqueda que tiene que ver con estar un poco más grande, y con la frase de Oscar Wilde que arranca el tema: «Tengo gustos simples, solo quiero lo mejor».
Hay una idea de permanencia en estas canciones, en no estar atadas al presente.
–Sí, bueno, es súper importante e interesante para mí el concepto medio filosófico del desafío al tiempo que tiene la canción. De ahí mi dificultad con el término canciones urgentes. Una buena canción sabe esperar. Una buena canción sirve para muchos tiempos, que lamentablemente a veces se repiten también, ¿no? O sea, en la canción de protesta hay temáticas y necesidades que se repiten. Nosotros somos hijos de una generación que fue prohibida y mucho más heavy que la nuestra, que fuimos hijos de la primavera democrática y gozamos de las mieles de cantar sobre lo que se nos cante. Eso también conlleva otro tipo de responsabilidad. No podría ser, como dice el Negro Rada, un cansautor, y cantar sobre lo mismo que hace 50 años cuando cantaban sobre las libertades más básicas, porque esas las hemos conseguido gracias a esos cantautores y esas cancionistas. Generacionalmente creo que tenemos que cantar sobre nuevas libertades a conseguir. También la libertad artística es una forma de decir bancate lo que digo. Yo voy a ser libre o intentarlo de verdad. La libertad artística ahí sí no se mancha.

Hablando de la libertad artística ¿cómo te pegó todo lo que pasó en el Cosquín Rock con Lali y Dillom y la respuesta que dio el Gobierno ante la crítica de esos artistas?
–Y… me parece que a todos nos pega parecido y, después, cada uno tiene su viaje con eso. Para mí, la libertad sin carajo, por favor. No me hace falta el carajo. Sí creo que es súper interesante que suceda. Hablar de ciclos que se repiten. Más allá de que uno puede agarrarse la cabeza, decir Trump o Bolsonaro y ahora nosotros tenemos nuestro representante de ese eje y estar de acuerdo o no, me gustó mucho lo que propuso Lali. Yo puedo estar en desacuerdo y puedo decirlo, simplemente. Así como un presidente puede decirlo, pero claro desde el lugar del poder por supuesto que tendría que tener muchísimo más cuidado y respeto.
El disco sale justo en este contexto, parece simbólicamente una apuesta por la armonía.
–Yo quiero un mundo agradable como decía Lebón, que tiene que ver con una búsqueda de cierta madurez también.

¿Buscás un tono más luminoso en estas letras que hablan del amor?
–Sí, a mí la estética de lo dark no me atrae tanto. Me parece que hay algo de pose. A mí personalmente no me enriquece ni intelectualmente ni espiritualmente. Tengo cierto cinismo con la oscuridad, no le creo. Me parece como un atajo. A veces lo hablamos con Liniers también. Por ahí tenemos una cosa estéticamente más parecida con él, que aparentemente es naif, pero por abajo te tira la zancadilla. A mí me gusta eso.
¿Como nació una canción como «Seductor serial»?
–«Seductor serial» es como un estudio sobre la profesión de estar arriba del escenario. No quería caer en el cinismo. Quería que fuera empático porque también en la tarea de cantar o estar arriba del escenario, es necesario el ego también. Y las diferencias de asimilar ese cóctel tan tentador de lo que involucra estar arriba de un escenario, del que seduce permanentemente, que yo siempre me lo estoy planteando porque no me siento tan capaz tampoco. No todos los que están en el mundo del espectáculo son extrovertidos.
Nito Mestre aparece de invitado, para una canción que le calza justo y que habla de una banda a la que se le pasó su momento.
–Tenía la voz de Nito en mi cabeza como mucha gente de nuestra generación. Me parece una voz emblemática no solamente de nuestro rock, sino de nuestro cancionero popular. Su voz está omnipresente, está dando vueltas. Su sensibilidad, esa vulnerabilidad que tiene Nito dentro del rock argento, que es un poquito más testosterónico, y esa delicadeza, un poco a lo Caetano Veloso, siempre me atrajo mucho. Me encantó trabajar con él en «Era ahora». Fue hecha en pandemia, juega con los tiempos de una canción tradicional, setentosa quizás, trabajándola con mucho respeto y a la vez como riéndose de los tiempos que tienen las cosas, la fama o ser una banda del momento, la calentura que tiene la música también. ¿Y qué sucede con una banda que estaba en el candelero y de repente pasó todo? De eso habla un poco «Era ahora», sin ser un reflejo del que añora, porque no quiero ser un tanguero del rock. Como decía Sabina, soy fan de la memoria, pero no de la nostalgia.

Foto: Guadalupe Lombardo

También invitaste a Natalia Lafourcade con la que ya hiciste varias canciones.
–Es un gran regalo tenerla como una amiga, una hermana musical. Me siento un poco como un Almodóvar que tiene a su actriz fetiche. Bueno, Natalia es como mi Penélope Cruz de la canción. El disco la verdad que tiene como un lado bastante vulnerable también, muy transparente. Creo que estoy buscando mucho eso también, más allá de la cosa estética, de lo sintético y lo simple, del género canción, tenía muchas ganas de decir cosas muy sinceramente.

Cuando un artista saca un disco nuevo dice que es su mejor trabajo. ¿Qué sensación tenés con este material?
Tengo una honesta excitación con este disco. Me gusta lo que dice y quiero ver qué pasa, qué le parece a la gente que me conoce y a los desprevenidos que por ahí no me tienen tanto. Esa es la ilusión que te provoca siempre sacar, plasmar algo nuevo. La más sincera es esa, ¿no? Como decir, a ver, cuál es el rebote, qué les provoca. Y a los que no te siguen o no te tienen tanto, si les sorprende algo. Pero sí, esa ilusión también tiene que ver con la capacidad de sorpresa. Ojalá que tenga carne de dónde agarrarse para que la gente también lo escuche.
¿Coincidís con la idea de que la canción se completa con el otro?
–Sí, por supuesto que se completa. Sin rebote no hay nada. Tocar un nervio propio para tocar uno ajeno. Sin duda. 

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