De cerca | ENTREVISTA A JULIETA VENEGAS

Letra y música

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Gabriel Plaza - Fotos: Melissa Lunar/Prensa J. Venegas

La cantautora mexicana describe su conexión con la literatura y con la ciudad de Buenos Aires. Las canciones de su próximo disco. Feminismo y pandemia.

Julieta Venegas estaba leyendo un libro de poemas de Jorge Luis Borges y se sorprendió con los versos de «Lo perdido», que comienza así: «¿Dónde estará mi vida, la que pudo/ haber sido y no fue, la venturosa/ o la de triste horror, esa otra cosa/ que pudo ser la espada o el escudo/ y que no fue?». Movilizada por esos versos, que hablan de una persona que imagina una vida distinta si hubiera tomado otras decisiones, se sentó al piano, tarareó una melodía y esbozó una letra. Ese fue el origen de «Los momentos» que, sobre unos acordes menores y dramáticos, empieza así: «Todos los momentos que no vi/ El amor que no sentí/ Todas las mañanas al sol/ ¿Dónde estarán ahora?».
En 2013 Venegas grabó esa canción de atmósfera melancólica y tanguera con un estribillo pop, que le dio título al disco Los momentos. Todavía no se planteaba otro tipo de vida, ni otra rutina. A partir del éxito del álbum Sí (2004), sus canciones se escuchaban en toda América Latina y ella, una niña mimada de la industria musical, ganadora de seis premios Grammy y con más de 13 millones de placas vendidas, estaba metida dentro de un loop que disfrutaba: componer, grabar, salir de gira. Así, durante años.
«Los momentos» hoy se puede escuchar casi como una profecía, porque de alguna manera anuncia todo lo que se iba a desencadenar tiempo después. En 2017, el padre de su hija Simona, que vivía en México hasta ese momento, se volvió a Buenos Aires. En el interín ella se puso de novia con otro argentino. La artista desarmó su banda, se quedó sin manager y dejó su vida atrás en México para mudarse a la Argentina.
Una tarde, en su pequeño departamento alquilado en Buenos Aires, la cantautora vuelve a interpretar esa letra en la que se lamenta de «todo ese tiempo que perdí/ sin haber cambiado». Venegas se acompaña del cuatro, un instrumento más pequeño que una guitarra, pintado de color azul. Su voz flota etérea sobre esos versos inspirados en el poema de Borges. «Todas mis canciones se alimentan de la literatura», dice más tarde a través de la pantalla del celular. De fondo, se ve una pila de libros amontonados en una biblioteca. «Siempre he sido lectora. Hay gente que dice que leo porque ahora estoy de novia con un librero, qué locura. A él lo conocí en una librería», cuenta Venegas. A los 7 años su padre se llevó el televisor de la casa. Desde ese momento, se refugió en los libros y el piano. Y esa relación creció de forma paralela a lo largo de su vida.
Su cuarentena transcurrió entre la creación de nuevas composiciones y la lectura voraz. Participó de un podcast llamado Pila de libros, junto al periodista y crítico Nacho Damiano, donde entrevistaban a escritores como Martín Kohan y Mariana Enríquez, cuyos capítulos se pueden escuchar en Spotify. Más tarde realizó conciertos y performances vía streaming, y unas pocas actuaciones en vivo en Montevideo y México, donde tocaba el piano o el cuatro. Y no paró de recomendar autoras en sus redes sociales: Camila Sosa Villalda, Julia Deck, Leila Guerriero, Mercedes Halfon, Fernanda Trías, Carolina Sanín, Romina Zanellato.
En paralelo, durante el primer semestre de 2021 aparecieron sus colaboraciones con otros músicos. Con Dom La Nena grabó «Quién podrá saberlo», con El Kuelgue hizo el bolero «Tu mirada», con Nación Ekeko lanzó «El paraíso», con Andrés Calamaro cantó «Pasemos a otro tema». Lo más reciente fue el lanzamiento de «Lo siento BB:/», junto a Tainy y Bad Bunny, dos exponentes de la música urbana. Por estos días se aguarda la salida de un nuevo tema de su autoría, que formará parte de su próximo disco. Venegas no saca un álbum de estudio desde Algo sucede, que data de 2015.
En noviembre último estuvo de gira por Estados Unidos. Fue su reingreso oficial al circuito mainstream con un manager (el mismo de Babasónicos) y un grupo nuevos. Desde su llegada a Buenos Aires, su carrera musical había entrado en pausa. Después de un año sin tocar, en 2018 empezó su regreso paulatino a los escenarios con un concierto para 50 personas en la librería Notanpuan. De a poco fue retomando su actividad con otro tipo de participaciones. En la obra teatral Sagrado bosque de monstruos, protagonizada por Marilú Marini, apareció cantando al final de las funciones. Y luego encabezó el unipersonal La enamorada, escrito por Santiago Loza, que incluía textos y canciones.
–¿Cuánto dirías que influyó la literatura en tu música?
–Siento que mi vida tiene que ver con la lectura. No puedo separar lo de escribir canciones con eso. La inquietud de escribir letras vino de ahí. Desde muy chica conecté mucho con la posibilidad de esconderme en un libro. Siempre mi proceso fue muy autodidacta. Cuando se abrió la encrucijada de lo que quería hacer, la discusión con mi papá era sobre lo que iba a estudiar, él me dijo: «La música no es una carrera». Cuando le dije que la otra opción eran las letras me contestó: «Mucho menos». Al final, estudié lo que quería y me metí en la escuela de música en Tijuana. Pero para mí la literatura está muy ligada con todo lo que hago. De hecho, siempre que leo estoy pensando en escribir una canción.

–Se retroalimenta todo.
–Cuando armé mi primer grupo en México era todo más exagerado: todas las canciones tenían que ver con un libro. En esa época estaba muy enganchada con los diarios de Anaïs Nin. Siempre que pienso en el proceso de escribir, lo hago en términos de canciones. Soy vaga para escribir otro tipo de textos.
–¿Qué lecturas inspiraron las nuevas canciones que hiciste en cuarentena?
–Leí mucho feminismo y sí, hay algunas canciones que tienen que ver con el tema de las mujeres. Hay otras que tienen que ver con el amor y las amigas. Me pasó algo muy fuerte con el poeta chileno Raúl Zurita, que nunca había leído y tenía de él la antología Tu vida rompiéndose. A mí me chocan las antologías, pero un día cuando empezaba la cuarentena empecé a leerlo y conecté de una manera muy fuerte. Yo no sé si fue por la cuarentena o el encierro, pero sentía que todo lo que leía era como si me lo dijera al oído. Todo me retumbaba y me conectaba. Hay una canción nueva que está basada en uno de sus poemas.
–¿Cuál es el proceso para hacer una canción?
–Siempre tengo un método. Hago todo al mismo tiempo: música y letra. Hay algunas que salen de un jalón como «Me voy». Me senté y la hice. Estaba muy enojada con alguien y me divirtió mucho escribirla, porque era como estar con otras mujeres tomando cerveza juntas. Pensaba eso cuando la hacía, aunque no me fui, pero salió esa canción. Hay otras que trabajo muchísimo, como este tema nuevo inspirado en el poema de Zurita. Su temática es muy fuerte: no es alguien que quieres leer un día de campo. Es violento, habla de la dictadura, de temas súper fuertes, habla con Dios y hasta contra sí mismo habla muy fuerte. No me pasa con toda la poesía conectar tanto. Con él me pasó algo fuerte así que primero traté de musicalizar el poema, pero no me quedó bien. Lo volví a hacer tomando solo una parte. Eso no anduvo. Me quedé con un coro que me gustó. Después un día sin querer salió otra cosa, me quedé solo con ese coro que me había gustado y le hice todo alrededor. La misma canción, la hice como cinco veces. Me gusta las que toman tiempo, las que pulo más: se me hace bonito.
–¿La música te ayudó a pasar mejor la cuarentena?
–Empezó la cuarentena y me di cuenta de que no tenía nada para grabar. Estaba sin equipo y viviendo en un lugar que no quería. Me entró como una crisis existencial de por qué soy así, por qué no cuido más esas cosas. Era esa primera fase que nadie podía pedirle nada a nadie. Una vez que pasó eso, dije: «Tengo un piano, tengo metrónomo, me pongo a escribir. Es lo que hay». Me puse a escribir todos los días sin sentir que iba para ningún lado, sin ningún objetivo, solo sentarme al piano de manera terapeútica.
–¿Tenés pensado sacar pronto el disco?
–Estoy en la etapa de preproducción tanto emocional como mentalmente. Eso ya es una buena señal. Lo que siento ahora es que tengo unas canciones que me gustan mucho y son suficientes para hacer un disco. Lo primero que veo es eso. Me pasaba antes, en los últimos discos que hice, Algo sucede y el anterior Los momentos, que me encerraba a escribir, luego reescribía y cuando tenía cierta cantidad de temas escogía. Ahora tengo necesidad de grabar estos temas nuevos porque los vengo puliendo mucho. Ha sido diferente el proceso, pero ese impulso me lleva hacia al estudio. Algunas canciones que estaba tocando en vivo las estoy reescribiendo, y otras es posible que se queden afuera porque aparecieron otras nuevas que me gustan mucho. Me siento como si fuera a grabar un primer disco.
–¿Aparece la nueva vida en Buenos Aires en estas canciones?
–Me influenció mucho vivir acá y el hecho de cómo me conecté con el feminismo, porque acá comencé a ir a las marchas. Y cuando empecé a ver las marchas en México me dio pena no estar ahí. Me emocionaba mucho y me llegó mucho más, entiendo el miedo de las mujeres mexicanas. Recuerdo que cuando llegué a México hacía todo por no llamar la atención cuando estaba en la calle. Nunca me ponía algo cortito. Acá sí. Allá ni te animabas.
–¿Qué te llamó la atención del lugar?
–En la cotidiana lo que me gustó mucho y al principio también me shockeó es que la gente no tiene filtro. En México somos distintos, tomamos el ser educados con no quejarnos cuando alguien te molesta. Acá no tienen problema en decirte lo que piensan, regañarte o hasta se pelean de una manera terapéutica, pero se lo toman con más ligereza. Leí un libro de Vivian Gornik, La mujer singular y la ciudad, que me hizo pensar en mi relación con Buenos Aires. Ella habla de Nueva York y cómo su vida se extiende a toda la ciudad cuando sale a caminar, la gente que ve, no solo amigos y conocidos, sino ponerse a hablar con desconocidos. Eso siento que es algo muy porteño. Estar por ahí y alguien que te puede responder una conversación de la nada y eso se me hace genial. Lo que también me gusta de acá es que son bien luchones, tanto hombres como mujeres. El movimiento del feminismo creo que me ha influenciado no solo a mí, sino a toda América Latina. Hemos despertado un montón a partir de cómo son las mujeres en la Argentina. Machismo hay en todos lados, pero la manera en que lo enfrentan las mujeres argentinas lo estamos aprendiendo en nuestros países.

–¿Te sentís más arraigada a la ciudad?
–Me siento muy afín a lo que es esta ciudad y a la gente de acá. Es un lugar que necesitaba para encontrar otros espacios. En México estaba muy agobiada, no solo por mi carrera sino personalmente. Moverme en la ciudad con una hija chica me agotaba. Criarla en una ciudad tan imposible, todo requería muchas horas de moverte de un lugar a otro, era muy pesado. Yo creo que si vas de visita unos días es una ciudad genial. Extraño un montón a mis amigos, la familia, la comida, es donde más pega, en lo esencial, pero a la vez me siento muy libre. Las cosas que hice acá no sé si me habría animado a hacerlas allá. Actuar en un monólogo, ¿cuándo en mi vida se me hubiera ocurrido?
–La decisión de radicarte implicó un movimiento personal y artístico importante.
–Estaba tan abrumada por todas las obligaciones que sentía que todo era una obligación. Ahora nadie me está forzando a hacer nada y lo que hago es porque es bonito, me divierte y me siento afortunada. Todo lo que construí es para poder decidir hacer lo que quiero. Y lo vivo como una aventura. A la vez me siento con ganas de ganarme a la gente de nuevo. No quiero que nadie piense que todo está hecho: siento esas ganas de conquistar a las tres o diez personas que me están escuchando.

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