De cerca | HERENCIA MUSICAL

«Mercedes Sosa siempre está vigente»

Tiempo de lectura: ...
Sergio Arboleya - Fotos: Rolando Andrade Stracuzzi

Nieta de la icónica intérprete y presidenta de la fundación que atesora su legado, Araceli Matus cierra el ciclo que la homenajea en el CCC. Las cartas que dieron origen a un libro y un documental.

Cantante, musicóloga y docente, Araceli Matus carga desde hace más de seis años con la responsabilidad de presidir la Fundación Mercedes Sosa, una entidad destinada a cuidar y proyectar el descomunal legado cultural de su abuela, que continúa regalando novedades que agigantan su figura y su influencia. Y aunque ha aprendido a convivir con esa herencia, la artista todavía se desliza no sin vaivenes en la delicada disyuntiva entre referir al cotidiano junto a su amada abuela o estar hablando de uno de los tótems de la cultura nacional, con reconocimiento planetario.

A modo de ejemplo de ese trance, durante una afable entrevista con Acción en el coqueto y pequeño PH que habita en el barrio porteño de San Telmo, Araceli comenta entre risas: «Ahora hay tres empresarios que me están insistiendo para hacer cosas con el repertorio de Mercedes, que es algo que siempre va a tener algo bueno, pero también algo malo. Sobre todo porque yo no quiero, pero no está bien tampoco. Porque si es mi abuela, ¿por qué no? Creo que tendré que llamar al psicoanalista para preguntarle». 

En medio de esas dudas existenciales que atraviesan su música y su vida, se reparte y multiplica entre encabezar la Fundación, cuidar lo material y simbólico del legado de su abuela, supervisar las actividades que la entidad desarrolla en diversos espacios, ocuparse junto a su hermano Agustín de oficiar como herederos y trabajar en el tramo final de un libro y un documental sobre cartas íntimas y desconocidas de Mercedes, además de darle forma a su segundo disco, sucesor de Matuseándose, que publicó en 2021.

Es que tras el cimbronazo del fallecimiento de la intérprete, hacia 2019 se sumó la muerte de su padre, Fabián Matus, quien había ideado junto a la protagonista la puesta en marcha de la Fundación, que inicialmente tuvo por sede las instalaciones de un antiguo solar del 1700 donde funcionó el Correccional de Mujeres, que desde 1980 acoge al Museo Penitenciario Argentino Antonio Ballvé. Luego de dejar ese espacio, la Fundación se diversificó en pos de un mejor resguardo de esa memoria familiar pero también colectiva. Matus cuenta con alivio que «después de años de andar dando vueltas, por suerte termino el 2025 con un convenio firmado con la Municipalidad de Avellaneda, que es la que tiene en guarda el 90% de los objetos de mi abuela y de mi papá, esto es: premios, discos, condecoraciones, cuadros, esculturas. Eso me deja tranquila, a la espera de que en 2027 quede inaugurado el nuevo Instituto del Folklore, en el que va a funcionar el Museo Mercedes Sosa».

En ese plan, el Centro Cultural de la Cooperación aloja algunas de las propuestas musicales impulsadas desde la Fundación. De hecho, la Sala Osvaldo Pugliese recibirá el próximo 6 de noviembre la cuarta y última noche del ciclo «Mercedes Sosa, 90 años», donde Araceli compartirá velada con Yamila Cafrune. «El CCC es un espacio en el que sé que podemos estar bien. Es un lugar céntrico, lindo, súper serio y que cuenta con los materiales que se necesitan para trabajar con tranquilidad», pondera. 

–¿Qué implica el doble rol de presidenta de la Fundación y heredera de Mercedes?
–Sentir que quedé sola, porque mi hermano Agustín se ocupa de todo lo referente a nosotros como herederos, nuestras responsabilidades, nuestros derechos, cosas que son muy distintas al legado. Y no damos abasto, pero la abuela se merece que lo sostengamos hasta donde podamos. Ya somos grandes, pero estamos solos y tomamos la decisión de ocuparnos porque podríamos no hacer nada.

–De no hacerlo les quedaría una culpa tremenda. 
–No lo sé. Pero hacernos cargo es una decisión que los dos tomamos porque nuestra abuela lo merece, pero podría no ser así. En mi caso empecé todo esto porque me parece que hay un montón de cosas interesantes que se pueden hacer y yo tengo acceso.

–¿Hubo algo que te llamara más la atención?  
–Te voy a decir algo. Tengo un proyecto personal por fuera de la Fundación y solamente porque se me da la gana y me da placer, que es un libro que voy a editar con cartas de mi abuela, un proceso sobre el que además se está haciendo un documental. Todo se dio porque hace unos años vino un amigo de mi abuela y me dijo: «Tomá, esto es tuyo». Me dio una carpeta con toda la correspondencia que él había recibido de mi abuela durante 30 años y, aunque me costó mucho tomar la decisión de leerlas, porque me angustiaba que esas cartas no hubieran sido escritas para mí, hallé algo muy lindo.

–¿Qué encontraste en esas cartas?
–Nada que no supiera, pero sí me sorprendió que ella expresara que no sabía escribir tan lindo como lo hacía él. Por lo demás, es fuerte ir desentrañando cómo a lo largo de 30 años se puede ir leyendo a un amigo, un hermano, un confidente, un amante, a lo mejor todo eso junto, en un vínculo que con el tiempo fue cambiando. Pero es muy lindo leerla porque mi abuela era una mujer interesante. 

–¿En qué punto están tanto el libro como el documental?
–Estamos teniendo una reunión semanal y creo que en seis meses estarán listos ambos materiales. El documental se le ocurrió a la directora Agustina Pérez Rial. Y en cuanto a la edición de las cartas, Agustina está trabajando con Graciela Goldchluk, quien había editado los manuscritos de Manuel Puig.

–¿Te costó tomar la decisión de dar a conocer ese material?
–Lo quiero publicar porque me molesta bastante que mi abuela sea considerada la Pachamama, ya que eso la aleja de lo que a ella le costaba vivir todos los días siendo mujer en este mundo horrible de hombres. 

–Entendés lo simbólico de este gesto, pero además querés recuperar a la persona real.
–Es que es muy difícil ser mujer y ella lo expresa en las cartas. No sé, por ejemplo, cuenta que una noche se quedó con el auto en no sé dónde y por suerte vino un taxista y la ayudó, pero después se la quiso levantar. Y eso a un hombre no le pasa. 

–¿Pudiste conversar con ella de mujer a mujer?
–Totalmente. Aunque lo que pasaba es que también, y al mismo tiempo, nuestra familia era matriarcal. Porque lo que decía mi bisabuela se hacía, salvo que yo me bautizara, porque no quise y estuve mal. Tendría que haberlo hecho para darle el gusto, aunque soy antireligión.

–Algo similar te pasó con tu abuela, porque no quisiste hacer con ella «Alguém cantando» de Caetano Veloso, en el marco de la grabación de Cantora. ¿Te quedaste con las ganas? 
–No, estuvo bien la decisión. Si lo pienso, tendría que haberle dicho que sí, pero le hubiese dicho que no otra vez porque soy cabeza dura. 

–Últimamente se conocieron Mercedes Sosa en Nueva York, 1974 y una «colaboración» con Milo J en «Canción del jangadero». ¿Cómo se produjeron esos materiales?
–La discografía de mi abuela está en un 90% en Universal y solamente el resto en Sony. En el caso del disco neoyorquino, empezamos hace cuatro años y, al ser pandemia, tuvimos una reunión por Zoom, me mostraron un videíto de ese concierto y, como me puse a llorar, Damián Amato, el presidente de Sony, dijo «entonces lo vamos a publicar». Sobre la canción con Milo J, Amato nos reunió a Agustín y a mí hace un par de meses, escuchamos y nos pareció bien, porque por un lado ella era bastante delirante y, por el otro, el chico es un artista que tiene un alcance que yo no tengo, que mi abuela no tiene y, en cuanto a la gente joven, eso ayuda un montón.

–¿Para seguir manteniéndola vigente?
–Yo creo que ella siempre está vigente, pero conectar con alguien con tanta masividad como Milo J nos da la posibilidad de tener un alcance con personas que ni siquiera vieron a mi abuela viva.

–¿Qué otras señales dan cuenta de esa vigencia?
–Bueno, además del hecho de que se fue hace 16 años y en cada entrega gana un Premio Gardel, también lo noto por la cantidad de escuelas, que ya son 25 en toda Argentina, que toman su nombre para denominarse, aunque es muy largo el proceso formal para eso y muchas cosas se tienen que cumplir, entre ellas que hayan pasado 10 años de la muerte de la persona. A pesar de eso, la primera escuela a la que le pusieron Mercedes Sosa se dio en 2012 y debe haber sido porque insistieron mucho desde una escuela inmensa de La Matanza, donde la mayor parte de la población que asistía al colegio era de la comunidad boliviana, algo muy fuerte y muy lindo.

–¿Tenés contacto con los estudiantes de esas escuelas?
–Generalmente, sí. Y se da en el contexto de que los chicos investigan un montón. Cuando me encuentro con los nenes, les muestro una foto de cuando yo era chiquita con mi abuela y otra de cuando ya era grande, también junto a ella. Y les cuento que, por ejemplo, a Mercedes le gustaba manejar, le gustaban los autos, le gustaba la velocidad. Entonces eso acerca más que solamente escuchar la música, que es algo más abstracto.

Estás leyendo:

De cerca HERENCIA MUSICAL

«Mercedes Sosa siempre está vigente»