De cerca | ENTREVISTA A JORGELINA ARUZZI

«Mi naturaleza es componer»

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Javier Firpo - Fotos: Rolando Andrade Stracuzzi

Después de darse a conocer con una seguidilla de personajes populares en la TV, la actriz pisa fuerte en el teatro con la taquillera Felicidades y con su unipersonal Animal humano.

Profesional, respetuosa del tiempo propio y del ajeno y generosa a la hora de brindarse, Jorgelina Aruzzi llega al cafecito de su barrio, Chacarita, diez minutos antes de lo acordado. Y pese a que es una mañana fría y es temprano para la artista, lo hace con una sonrisa que marcará el clima distendido de la conversación.

Muy requerida por ser parte de Felicidades, la obra más taquillera de la actualidad, afirma que las entrevistas son parte del trabajo. «Nunca se sabe quién la puede leer y quizás esa lectura desemboque en un espectador más para el teatro», reflexiona la actriz, que se define como «una mamá muy trabajadora». Su hija Ámbar tiene 14 años y, «si bien está en una edad en la que no es sencillo constituir un diálogo, nosotras nos las arreglamos para tener nuestros espacios cálidos y armoniosos».

Contenta con su presente en Felicidades, describe al elenco como «un verdadero seleccionado de intérpretes, con un gran capitán como Adrián Suar, la genia de Griselda Siciliani, el enorme Peto Menahem y el grandioso Benjamín Vicuña. Todos amigos, como te imaginarás. Me convocó Suar hace dos años y puse a la obra en mi agenda de prioridades para esta temporada, no me la quería perder por nada del mundo.

–¿Cómo describirías a tu personaje?
–Mi personaje es Ayelén, soy amiga del colegio de Felicitas (Siciliani), que celebra su cumpleaños con su pareja (Suar). Hasta que en plena fiesta cae un médium (Menahem) y empiezan a suceder cosas tan bizarras como desopilantes. Ayelén es actriz y se caracteriza por ser muy atrevida, desfachatada, maleducada, todas facetas que me atraen mucho a la hora de construir el personaje.

–Antes de su estreno, Felicidades ya había vendido 15.000 entradas. ¿A qué se debe el éxito, a pesar de las dificultades económicas?
–Creo que tiene todos los condimentos de una obra exitosa: un productor como Suar, un guion de un autor internacional como Mariano Pensotti, un director reconocido como Daniel Veronese y un elenco popular con arraigo televisivo, que el público conoce muy bien. Cada uno desde su lugar deja todo para estar a la altura de las exigencias de la gente que paga su entrada y nos viene a ver.

–Semanas más tarde llegó, también a la avenida Corrientes, tu unipersonal Animal humano.
–Se trata de un texto que escribí hace 20 años, duraba apenas 20 minutos y se había estrenado en el Centro Cultural Rojas. Es un unipersonal que, desde la actuación, explora la comedia y la tragedia al mismo tiempo y la gente se engancha con el humor, pero también con las desgracias. Con el director Guillermo Cacace fuimos adaptando el personaje que interpreto, aggiornándolo con el paso del tiempo, incorporando, por ejemplo, el uso de las redes sociales y cómo influyen en la gente y en la vida cotidiana.

–¿Por qué le pusiste ese título?
–Porque hace foco en una mujer inspirada en tías, abuelas y primas, que vive con su perro, que habla de los animales que comemos y, también, los que adoptamos como mascotas. Hay gente que tal vez tiene un refugio de perros o de gatos, pero come queso o jamón, productos derivados de los animales. De alguna manera, en la obra se pone de manifiesto la contradicción permanente que tenemos los seres humanos; pero no juzga, sino que describe los cambios de paradigma que no llegamos a poder captar.

–¿Qué te aporta este trabajo?
–La posibilidad de recorrer distintas facetas de la actuación, como el drama, la tragedia y la comedia. También puedo ser ligera o profunda, puedo tener cercanía pero también alejarme del público, todo esto en un mismo trabajo. Desde siempre, lo que más me interesó como actriz es poder tener la libertad de ir desde el humor al drama y viceversa. Esta criatura apareció escribiendo, que es algo que a mí siempre me gustó: así pude realizar varias obras.

–También están La mujer del vestido verde, La madre impalpable, Pura sangre. ¿Qué tienen en común tus textos?
–En mis obras siempre aparece algo que tiene que ver con una protesta contra el sistema imperante y suele estar presente alguna pregunta que es el hilo conductor y lo que en lo personal me inquieta, me moviliza y me motiva. A veces la concepción de una obra mía es la respuesta a algo de lo que estoy en contra. Me gusta poner en mis guiones aspectos que tengan que ver conmigo y también exponer mis cuestionamientos.

–¿Qué tipo de cuestionamientos?
–Algo tan simple como preguntarnos qué comemos, qué opinión tenemos de tal o cual persona o a quién cancelamos en las redes sociales.

–¿Cuán importante es para vos apostar por la autogestión?
–Para cualquier persona, sea profesional o no del mundo del arte, de la actuación, lo primero es tener alguna actividad que le guste, que disfrute. Si yo soy actriz, pero trabajo en una perfumería, tengo que armar algún proyecto para poder mostrar mi vocación, llevar a cabo mi deseo y demostrar que puedo, que tengo virtudes, porque de lo contrario la depresión está a la vuelta de la esquina. Siento que es fundamental que el artista se muestre, más allá de lo económico. En mis trabajos procuro actuar cosas distintas a lo que habitualmente hago cuando me convocan de otro lado.

Década ganada
Después de debutar como actriz en 1992 con la obra Pasiones olvidadas, Aruzzi construyó su popularidad gracias a la televisión, que especialmente entre 2012 y 2022 la tuvo en la piel de importantes papeles en El hombre de tu vida, La dueña, Vecinos en guerra, Viudas e hijos del rock & roll, Educando a Nina, 100 días para enamorarse y El primero de nosotros. Pero antes de eso había tenido su bautismo en la pantalla chica con Antonio Gasalla en El palacio de la risa y con las cámaras ocultas de VideoMatch, para más tarde empezar a pisar fuerte con Amor mío y Chiquititas. «Creo que a partir de allí, con la tira creada y producida por Cris Morena, empecé a tener un nombre y, luego sí, formar parte de las grandes ligas», recuerda.

–¿Cómo transitás el oficio sabiendo que la ficción difícilmente vuelva a estar presente en la televisión abierta?
–Lo vivo con nostalgia, porque si bien estoy en un buen presente laboral, no es lo mismo. Antes la televisión era otra cosa, la encendías y había un sonido diferente, esperabas una novela a determinada hora, participabas, compartías una historia con la familia; ahora es todo más individualista, cada uno ve distintas cosas, en diferentes dispositivos y no hay una hora que convoque. Volviendo a Felicidades, la popularidad del elenco es a partir de años de televisión, yo no sé si hoy se adquiriría solo con las redes sociales. Por eso agradezco mucho mi década ganada, porque llegué al público, algo que no sé si hoy podría sin la posibilidad que me dio la pantalla chica.

–¿Qué personajes están entre tus preferidos?
–Se suele ser injusto a la hora de elegir un puñado de personajes, pero sin duda que entre los más importantes está aquella Lilí que interpreté en Chiquititas, que aún hoy los chicos y las chicas lo siguen viendo en las diferentes plataformas. Es habitual que me digan «mi mamá te veía en Chiquititas», lo cual me provoca mucha ternura. También tuvo repercusión el rol de Yanina en El hombre de tu vida, donde encarné a una médica pediatra con problemas neurológicos. Y la pasé genial en Educando a Nina, donde era Susan Contreras, la mejor amiga y aliada de Nina.

–Hablabas de la libertad, ¿qué lugar ocupa en tu trabajo?
–La libertad en este oficio lo es todo. Que te dejen hacer, sentirte cómoda para poder improvisar, para agregar, ayuda a la creatividad y es una faceta que se va adquiriendo con los años de laburo. Tuve la suerte de hacer personajes que se van construyendo y reescribiendo a partir de muletillas y de la receptividad del público. Y como escritora y autora, también tuve la chance de poder sumar alternativas a mis personajes, así como también me han dicho «no, es cualquiera» y lo que agregaba lo sacaba. Me gusta la libertad y siento que para jugar a la hora de componer no hay que ser criticado, no está bueno.

–¿Qué balance hacés cuando mirás para atrás?
–No sé, para mí lo que vale, lo que me gratifica es el cariño de la gente, el poder estar en contacto con el público. Después, el resto es muy superfluo, ¿no? Es cierto que, cuando miro para atrás, noto que tuve la suerte de estar en proyectos hermosos que hoy no abundan: me siento bendecida por seguir siendo tenida en cuenta, habiendo muchas actrices importantes que no están trabajando. Y hoy, con todas las dificultades, sigo pudiendo elegir dónde trabajar.

–¿Eso es un premio a la trayectoria o es algo más azaroso?
–A veces te toca y a veces no, no es forever, salvo que estés hecho económicamente. Y también pasa que podés elegir dónde laburar y elegís mal. Hay ocasiones que elegís por el elenco, otras por lo económico y a veces no tenés la oportunidad de elegir y tenés que hacer cosas que no te gustan y es así, no pasa nada. Así es el laburo, nos pasa a todos.

–Sos hacedora de personajes freaks, bizarros. ¿Quiénes son tus referentes en el oficio?
–Siento que mi naturaleza es componer. Me di el lujo de hacer una obra que escribí con Ciro Zorzoli para homenajear a Niní Marshall, que se llamaba Niní en el aire, trabajo que adoré. Me encantan Juana Molina, Norma Pons… Me cautivan los artistas que crean, que componen. Me fascina Diego Capusotto: the best, ya que tiene gracia, humor, ideología y síntesis. Solo lo conozco como espectadora y soy su fan.

–En el cine tuviste menos participación, ¿hay alguna razón?
–Hice pocas películas, quizás porque cada vez que me convocaban estaba embarcada en un año televisivo o en una puesta teatral. Pero me encanta el cine y cualquier forma en la que se pueda volcar la expresión.

–¿Cómo ves la realidad del Instituto de Cine?
–Triste, está todo en un parate el tema cultura. Por eso creo que hoy el teatro es el vehículo que acerca a la gente con los artistas. Evidentemente el público necesita ver a los actores, reconocerse en la ficción y dice presente en las salas teatrales.

–Sos cultora del humor con tus personajes. ¿Tiene un sentido especial practicarlo en medio de este escenario complicado?
–El humor es fundamental y el porteño, el argentino en general, disfruta mucho reírse. Hay algo químico que modifica el organismo cuando te reís, es como hacerte un masaje. Cuando te reís todo lo ves distinto, hasta te ves más linda. La risa te permite poder empatizar con el otro. Y eso es muy necesario para saber, por ejemplo, cómo es la vida de alguien que tiene que dormir en la calle o que no tiene laburo. La ficción que hacemos en el teatro nos permite acercarnos, como si fuera un paseo turístico, a una realidad que no es la de uno, para reconocer que somos parte del mismo lugar que ese otro. 

–Como autora, cada vez que escribís, ¿pensás en un futuro proyecto laboral?
–Me gusta escribir, en general en cuadernos, tengo muchos desparramados en la cama. Y me gusta retomar viejos proyectos que quedaron en el camino e intentar darles forma. Como autora y escritora siempre fantaseo con hacer cosas locas, que a veces cuesta concretar.

–Tu primer trabajo fue como repositora de supermercados. ¿Cuál es el denominador común entre aquella chica de 18 años y esta mujer consagrada en la escena nacional?
–Creo que la constancia, el trabajo, la autogestión, la perseverancia, más allá de que con los años ganás más seguridad en ciertas áreas, y en otras no. En el ámbito laboral supe ver qué singularidad tenía como actriz, porque a veces como artista no sabés cuál es y es lo que el público busca, algo singular.

–¿Cuándo descubriste esa singularidad?
–La vas descubriendo con los años, y yo la sigo descubriendo.

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