14 de agosto de 2025
La dupla de directores estrena Homo Argentum, una sucesión de cortos protagonizados por Guillermo Francella que diseccionan con humor salvaje las contradicciones y miserias del ser nacional.

El germen fue una recomendación que les hizo Guillermo Francella, reconocido fanático de la comedia italiana, a sus directores Gastón Duprat y Mariano Cohn mientras grababan juntos la serie El encargado. Vean Los monstruos, les dijo. «En un parate de la filmación, hablábamos con Mariano y Francella de proyectos, del futuro, y nos contó algo que para él es como un sueño», recuerda Duprat: algún día, poder hacer una película como el clásico de 1963 dirigido por Dino Risi y protagonizado por Ugo Tognazzi y Vittorio Gassman.
«Yo creo que siempre hay un interés nuestro por esta dicotomía entre lo que uno dice y lo que termina haciendo en una situación excepcional, límite.»
«Así que la fuimos a ver, me encantó y después de unos meses volvimos con un guion», continúa. «Eran muchos guiones: 40 más o menos, de minihistorias. Entraban 16 en las duraciones que queríamos y Guillermo nos dijo “bueno, yo puedo hacer alguna o tal vez dos”. Entonces dijimos no, el concepto es que hagas todas, porque fijate que son todos varones más o menos de tu edad. Y a nivel actor de comedia, en ese tono, es el número uno. Así que primero dudó y después, con mucha audacia, agarró semejante cosa».
El resultado es Homo Argentum, largometraje pero también sucesión vertiginosa de esos 16 relatos cortos, todos protagonizados por el actor de Casados con hijos y El secreto de sus ojos, autónomos pero hilvanados por cierta afinidad conceptual y un humor bastante salvaje, a la vez que desprovistos, como advierte la presentación oficial, de toda pretensión de redención o moraleja.
Cohn y Duprat prueban ser fieles a sí mismos en el formato que sea que aborden: si hubiera que marcar un tema que cruza toda su obra, desde sus días en el videoarte hasta su actual, muy exitosa etapa de series para plataformas (la citada El encargado, pero también Nada, con Luis Brandoni y Robert De Niro y Bellas artes, con Oscar Martínez) y películas de potencial comercial masivo, podría decirse que ese tema es la autenticidad. Y su contracara, la hipocresía. Personajes, en distintas posiciones sociales, que no se comportan según las ideas que dicen enarbolan y, a menudo, no dicen lo que en verdad piensan. Dobles discursos y dobles morales.
«Para nosotros, un tema recurrente es el de la ideología y la apariencia», le dijo hace unos cuantos años a este mismo entrevistador Duprat, pero sus palabras podrían aplicarse al espíritu de Homo Argentum. «Cómo actuás cuando las papas queman de verdad. A mí me fascina eso: quiero saber cómo se va a comportar la gente, los de izquierda, los de derecha, los intelectuales, los que tienen guita. Creemos que la película, en este sentido, obliga al espectador a tomar partido, y a revelar sus modos de pensar profundos».
La autenticidad era lo que buscaban cuando llevaron el primer «delivery» de la pantalla chica a la casa de la «gente común» con el pionero Televisión Abierta, que antecedió a YouTube; también era un factor central puesto en tensión, a menudo frente al esnobismo y la impostación en El hombre de al lado, y en sus brutales exploraciones del mundo de las bellas artes en películas como El artista y la primera en la que trabajaron con Francella, Mi obra maestra.
«Cuando retratás esos mundos te quedás corto con la realidad. El del arte es peor que lo que se cuenta en Bellas Artes. No es que parodiamos con maldad.»
–¿Qué les gustó de Los monstruos?
–Duprat: Primero la forma y después que una película que es así, tan aguda, tan ácida, además de humorística, con una crítica tan despiadada a la sociedad italiana, haya sido un éxito de taquilla en su momento.
–Cohn: En lo que tiene que ver con los guiones, yo creo que siempre hay un interés nuestro por esta dicotomía entre lo que uno dice y lo que termina haciendo en una situación excepcional, límite. Y después hay otro elemento que tiene que ver con el espectador: desde Televisión Abierta hasta ahora, siempre le proponemos al espectador que tiene que hacer cierto ejercicio, después de ver la obra, película, programa de televisión o lo que sea. A mí no me gusta dar un tema digerido, un paquete cerrado con moño. Prefiero que ese trabajo quede en el espectador, el de tomar posición, debatir, reflexionar, tener que llegar a una conclusión después de ver la película, que completa la obra.

Cualidad. Cohn dice que Francella funciona como «una antena: está irradiado por lo argentino».
Foto: Jorge Aloy
Espejos incómodos
Homo Argentum arranca con «Aquí no ha pasado nada», un cuento sobre un hombre que se llena la boca con los «valores» del argentino y cómo estos lo destacan en cualquier lugar del mundo para, acto seguido, verlo hacerse el boludo ante una situación comprometedora. Es un arranque intenso al que van a seguir, entre otros, el retrato de un «arbolito» chanta, entrador y eventualmente oscuro; el de un vecino que se indigna cuando le gritan «viejo facho» y se ve confrontado con el discurso matachorros que vocifera en público; la aventura de un guardia de seguridad al que un par de chicas chetas adoptan por una noche como si se tratara de un juguete «exótico», así como otra, de un empresario muy canchero que pasa una tarde con un pibe villero como quien paga por un breve tour lavador de conciencias.
El dispositivo por el que buscan generar incomodidad es la identificación: empujar al espectador a verse reflejado aunque no quiera, aunque el personaje que le devuelve la pantalla le produzca un profundo rechazo. «Tiene eso de que tengas que tomar posición en la butaca, que seas un espectador activo, no alguien que está mirando y está todo resuelto», dice Duprat. «Eso es lo que a mí más me interesa de lo que hacemos, creo que es lo que permite que nuestras cosas envejezcan un poco mejor. O compartir un punto de vista que uno tampoco lo tiene tan claro y que, como la realidad, es contradictorio por momentos. Estos personajes son todos contradictorios. Y creo que ahí es donde la obra se hace más fuerte».
–¿Cómo surgió la historia del cura villero que interrumpe una comida solidaria con su discurso?
–Duprat: En el cine argentino, la Iglesia católica siempre fue retratada con mucha obsecuencia. Tenemos al cura solidario en las villas, transparente, de buena intención, o el cura macanudo que te guiña al ojo, que es piola, que deja pasar. Y es notable que de 300 películas por año que se hicieron durante tantas décadas, no haya ninguna visión reflexiva sobre estos personajes. Así que Mario Mactas, que estaba colaborando en el guion con ideas, con apuntes, con cosas sueltas, de golpe un día nos dijo «curita villero» como personaje. Que es bien personaje porque se viste de determinada manera, habla de determinada manera. Así que hicimos una historia bastante suave, pero que así y todo interpela la dinámica que tienen estos personajes para actuar.

Apariencias. Para Duprat, la película expone las conductas «cuando las papas queman de verdad».
Foto: Jorge Aloy
–En otro capítulo, uno que transcurre mayormente en un viaje en ascensor, coprotagonizado por Eva De Dominici, se meten con el fenómeno woke y la paranoia en que nos sume la cultura de la cancelación.
–Duprat: Fue ubicar la trama de esa minipelícula en la paranoia, justamente, lo original y lo contemporáneo. No quiero adelantar la historia, pero si no hubiese existido el final que pone en contexto la paranoia del hombre, la historia hubiese sido muy llana, muy anticuada, en un punto. Respecto de lo woke, no woke, nosotros venimos con algunas ideas o un universo de reflexión anterior al uso de esta palabra, que tiene que ver con una observación sobre el mundo que nos rodea. Mal que nos pese, somos artistas, vivimos rodeados de ellos. Incluso antes de hacer cine, éramos artistas plásticos, porque hacíamos videoarte, cine experimental. Entonces conocemos muy bien ese mundo, esa fauna, y eso nos da autoridad para reírnos de ese mundo o reflexionar sobre eso, más que nadie: no es desde afuera, es desde adentro la crítica.
–Cohn: Sí, y lo hacemos desde El hombre de al lado, que ya tiene unos cuantos años. O El artista. En Homo Argentum hay varios cortos que dialogan con otras películas que hicimos: el del director de cine dialoga con Competencia oficial. Siempre están esos cruces, no es algo que estamos improvisando ahora. Quizá ahora se usa este término, pero no existía cuando filmamos El artista o El hombre de al lado.
–Duprat: No existía ese debate, claro. Por eso llamaba tanto la atención lo que hacíamos. Ahora también somos medio los únicos: el cine siempre fue muy obsecuente con el poder, al menos el argentino que yo conozco.
–Cohn: Y a veces por tratarlo nomás ya te acusan de lo contrario, como sucede en El encargado. Es contradictorio el personaje de El encargado. Hay muchas notas que leímos, que me divierten, que dicen que el encargado es Milei, el régimen. Cuando en realidad nosotros desde la creación siempre estamos en otro lugar. El encargado fue anterior. Nosotros como creadores siempre estuvimos no alineados: con ningún partido, ni político, ni nada. Siempre tuvimos esta visión, quizá un poco más iconoclasta, pero bueno, mantuvimos cierta distancia siempre con lo que veíamos, porque necesitamos esa distancia para procesar cada situación.

–Hace mucho ustedes señalaban cierta mirada «de los bien comidos sobre los mal comidos» del cine argentino que triunfaba en los festivales internacionales. Homo Argentum lo aborda de manera directa en el corto «Una película necesaria», en el que un documentalista sobreactúa su compromiso con un pueblo originario.
–Duprat: Cuando retratás esos mundos te quedás corto con la realidad. No es que nosotros tenemos que señalar con el dedo abajo de una piedra: está a la vista. Está naturalizado y cristalizado. El mundo del arte es peor que lo que se cuenta en Bellas Artes, en serio. No es que parodiamos o exageramos con maldad. Los directores de cine dicen esas cosas, las sacamos de directores de cine que agradecen premios, literal. Puesto en el corto parece que hay enjundia de parte nuestra, pero no: simplemente está ahí.
–Más allá de las disputas, ¿qué es lo que podría hacer el INCAA por el cine argentino de acá al futuro cercano?
–Duprat: Creo que lo más importante es apoyar y ayudar a los jóvenes, a los directores y actores nuevos, porque es fundamental para el futuro del cine argentino y aparte porque empezar a mover la rueda es muy difícil. Porque uno haciendo aprende también. Entonces el objetivo principal debería ser ayudar a los jóvenes talentos que todavía no conocemos.
–Cohn: También creo que tiene que haber un incentivo para el desarrollo. Todos los que nos dedicamos a esto sabemos lo que significa filmar y el costo que tiene. Y hay una etapa anterior que es la de escribir, que es el desarrollo, que es la más económica de todas y es donde debés tomar un montón de decisiones y donde podés buscar un montón de socios para la película, desde productores a distribuidores, a plataformas. Entonces creo que una muy buena inversión sería en el desarrollo de las ideas para que lleguen robustas y en el momento que las tengas que filmar ya tengas socios, aliados.
«Como actor de comedia, Francella es número uno mundial, por más argentino que sea. Para este género, para la tonalidad de Homo Argentum, es perfecto.»
–Francella sigue siendo uno de los actores más exitosos y convocantes del país. ¿Qué es lo que hace que funcione tan bien?
–Duprat: Es una cualidad que tiene como actor de comedia, es número uno mundial, por más argentino que sea. Para este género, para la tonalidad de Homo Argentum, es un actor perfecto. No hay otro que yo conozca, no digo personalmente sino que haya visto, que lo pueda hacer mejor. Es extraordinario y en ese registro es un diez.
–Cohn: Creo que tiene una cualidad espectacular, que es una antena: está irradiado por lo argentino, es un observador; así como nosotros observamos y compartimos un punto de vista, él en la construcción de los personajes también. Es el número uno en esa comedia incomoda, que interpela. Buscás «argentino» en el diccionario y tendría que salir la cara de Guillermo: es algo muy fuerte lo que provoca, es como el argentino medio, una capacidad de observación gigante para construir esos personajes. Una vez en el set nos retiramos y lo vemos en el monitor como espectadores. Tiene una capacidad para improvisar muy grande. Y una picardía, eso no está siempre. Él es un gran estudioso y a la vez tiene explosión; es carisma: notás cómo, con un solo gesto, con una actitud no planeada, no escrita, provoca la risa de todo el equipo.