13 de marzo de 2014
Acaban de estrenar una nueva película, pero los hermanos Joel y Ethan Coen confiesan que ciertos temores son similares a los de la primera vez. Su dinámica creativa y su mirada sobre el cine.
Ya quedaron atrás las épocas en las que estrenaban una película y casi nadie les prestaba atención. Aunque siempre fueron el secreto mejor guardado de los amantes del buen cine, desde que ganaron el Oscar a la mejor película y al mejor director con Sin lugar para los débiles, cada nuevo film de los hermanos Joel y Ethan Coen se convirtió en un acontecimiento. Y, de nuevo, este es el caso con Inside Llewyn Davis (Balada de un hombre común), una historia íntima y sencilla sobre un músico de folk que intenta sobrevivir en el Greenwich Village de Nueva York a principios de los 60. La película le dio la gran oportunidad de su carrera a Oscar Isaac, el actor guatemalteco criado en Miami, quien recibió todo tipo de elogios de la crítica y del público, pero sus méritos no obtuvieron los reconocimientos esperados en la carrera por los premios de la Academia.
–Parece que a Llewyn Davis todo le sale mal. ¿Ese fue el plan inicial o se fue dando con la escritura del guión?
EC: Si, ése era el plan. Llewyn siempre se rinde antes de tiempo, tiene mala suerte, o hay una mezcla de las dos cosas. Cuando empezamos a pensar en el guión, nos lo imaginamos como alguien que por muchas razones es su peor enemigo. Y fue eso lo que nos atrajo a la hora de crear al personaje y querer contar su historia. Nos interesaba ir a contramano de las películas mas tradicionales, en las que, en general, el protagonista termina superando todos los obstáculos y logra triunfar. También nos gustaba la idea de hablar de alguien que evidentemente tiene mucho talento, pero aun asi no tiene éxito, porque las dos cosas no necesariamente van de la mano.
–¿Cómo empezó para ustedes la fascinación con la música folk?
JC: Siempre nos fascinó la música estadounidense. Nos metimos en el mundo del folk escuchando a Bob Dylan cuando éramos chicos, como tanta otra gente de nuestra generación. Él fue el que popularizó el género, porque tomó muchos elementos del folk en sus canciones. Nosotros crecimos en Minnesotta, el lugar donde nació Dylan; por eso en nuestra infancia su figura representaba lo que era popular. Aunque hoy en día pueda resultar extraño, cuando éramos chicos, a mediados y finales de los 60, Dylan estaba en los primeros 40 lugares de los músicos más populares de Estados Unidos.
–Uno de los detalles más interesantes de la película es que podemos ver y escuchar las canciones enteras, no sólo fragmentos. ¿Por qué?
JC: Como queríamos contar la historia de un músico, pensamos que el público tenía que saber quién es él a través de la interpretación de temas completos, y no sólo de fragmentos sueltos, como se suele hacer en el cine. No lo pensamos solo para Llewyn, sino también para los otros integrantes de esta comunidad de músicos a la que él pertenece. Esa fue la idea desde el principio y, por eso, a la hora de que la película se hiciera realidad, nos enfrentamos a un problema de casting muy serio, ya que necesitábamos a un actor muy bueno para el papel principal, pero también a otros actores decentes para los papeles secundarios. La idea era que todos fueran músicos con los que uno disfrutase al verlos tocar. Obviamente, podríamos haber engañado al público mostrando sólo fragmentos de una canción, pero estábamos decididos a que la parte musical de la historia fuera lo más realista posible.
–¿Cómo surgió lo de contar con un gato en el elenco?
JC: Eran varios gatos. Lidiar con gatos puede ser muy complicado, porque no se pueden entrenar como los perros. Entonces tuvimos que usar muchos gatos, porque cada uno de ellos tiene una especialidad: uno es muy bueno para escaparse por la escalera de incendios y el otro es lo suficientemente dócil como para que un actor lo ponga ahí y lo mueva para allá. Básicamente, el truco consiste en encontrar al gato indicado para la escena que vas a filmar. Es algo que requiere de mucho tiempo, mucha paciencia y, por cierto, también es algo que no le recomiendo a nadie.
–¿Cuál es el atractivo de recrear una época para el cine?
JC: La posibilidad de crear un mundo completamente nuevo en la pantalla, con todos sus detalles. Es algo que nos llama mucho la atención, porque es muy diferente de nuestra vida cotidiana. Creo que hacer una película de época te da muchas más posibilidades de crear y, de alguna manera, también te permite controlar de una manera mucho más precisa el mundo que creaste. Podés controlar el tono y todo lo demás en el universo que forjaste para la pantalla grande. Es una idea que siempre nos resultó muy tentadora.
–¿Cómo hacen para elegir sus proyectos? ¿Tienen algún método?
EC: No. Hicimos dos o tres adaptaciones de libros que nos fascinaron. Pero creo que, en el fondo, todo pasa por encontrar una historia que nos resulte atractiva, o que nos gusten los personajes, o que nos parezca que puede funcionar bien en el cine. Hay algunas historias que nos entusiasman, pero que no quedarían bien en una película. Muchas veces es simplemente una cuestión intuitiva.
–Las películas que hacen son muy diferentes entre sí, pero, de todas formas, ¿comparten una marca personal?
JC: Si la hay, no es consciente. Y existe a pesar de nuestros esfuerzos, no porque intentemos dejarla. Nosotros tratamos de hacer algo diferente cada vez que hacemos una película. Nos pasamos un año y medio, dos años, haciendo cada filme y, por eso mismo, tratamos de que no se parezca en nada a lo que hicimos antes. No queremos repetirnos.
–Muchas de sus producciones son comedias oscuras. ¿De dónde viene ese interés por el humor?
JC: A nosotros nos encanta Dr. Insólito, o cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba, de Stanley Kubrick. Yo creo que nuestro sentido del humor viene de ahí. La vimos cuando éramos chicos y, ya cuando éramos adultos, la volvimos a ver tres o cuatro veces más.
EC: Nunca antes habíamos visto una película como esa. No se había hecho nada así en la historia del cine hasta que se estrenó Dr. Insólito.
JC: Es tal cual: en el cine de Hollywood había muchas cosas que nunca se habían hecho hasta que Kubrick las hizo. Era un hombre que siempre intentaba ir un poco mas allá. No hace mucho volvimos a ver el comienzo de 2001: una odisea del espacio, y los dos nos quedamos pensando en lo valiente que había sido Kubrick para hacer algo tan atrevido y exagerado.
EC: Hoy sería imposible hacer una película así. La gente se volvió mucho más exquisita a la hora de ir al cine.
–¿Alguna vez tuvieron miedo de no poder plasmar en la pantalla lo que habían imaginado como guionistas?
JC: Claro, casi todo el tiempo es así.
EC: Lo que pasa es que nosotros tenemos una situación privilegiada, comparada con la de la mayoría de la gente que trabaja en el cine, porque trabajamos en un proyecto desde el principio hasta el final. Comenzamos escribiendo el guión y terminamos con el corte final en la sala de montaje. Por eso, todo el tiempo estamos haciendo malabares para corregir nuestros errores de la etapa previa de trabajo. Muchas veces estamos en el set tratando de filmar la escena con más precisión, porque sabemos que no nos quedó perfecta en el guión. Y lo mismo pasa en la sala de montaje: ahí tratamos de resolver los errores que cometimos durante la filmación.
–¿Se siguen poniendo nerviosos cuando se proyecta la película por primera vez?
EC: Por supuesto. Eso no cambió para nada: es igual que la primera vez. Cuando proyectamos la primera versión de una película, siempre es una experiencia traumática, porque todavía nada está funcionando bien. En ese momento, ya pusimos todas las escenas juntas, pero todavía no tuvimos la oportunidad de pulir la película y de mejorar las partes que todavía necesitan trabajo. Siempre hay que ajustar el ritmo y encontrar la forma de que la historia se mueva a la velocidad correcta. Como todavía no lo pudimos hacer, la experiencia de verla puede ser horrorosa. La mayoría de las veces nos da la sensación de que hicimos un desastre. Pero después volvemos a la sala de montaje y lentamente vamos ajustando cada cosa hasta que el resultado es por lo menos decente.
–En el trabajo con los actores, ¿van resolviendo de manera práctica cada escena o hablan con ellos sobre cuál es el tono de la película en general?
JC: Varía en cada caso, dependiendo del actor y de lo que quiera hablar antes de la escena, siempre y cuando tenga alguna intención de hablar del tema.
EC: Nosotros hacemos lo que el actor quiera hacer, y varía en cada caso en particular. No tenemos una posición estricta sobre cómo tenemos que encarar las escenas. Algunos actores prefieren discutir cosas muy específicas, como una forma de conectarse con los elementos más profundos de sus personajes, mientras que otros optan por hablar en términos más abstractos. Cada uno tiene su propio proceso.
JC: Hay muchas formas diferentes por las que un actor logra darle vida a un personaje, y cada una es muy personal. Algunos se la pasan haciendo investigación y otros no miran el guión hasta la noche anterior. Hay quienes se aprenden los parlamentos de memoria con semanas de anticipación. También están los que quieren tener discusiones muy elaboradas sobre el subtexto de una escena, mientras que otros que no tienen el más mínimo interés en hacerlo.
–Todo el mundo habla de los hermanos Coen, pero ¿cómo se dividen las tareas?
JC: La verdad es que no las dividimos. Dirigir es responder preguntas y resolver problemas, y el que se hace cargo es el que está más cerca. Si llega el director de arte y Ethan está ahí, habla con él. Y si viene el director de fotografía y estoy yo, entonces soy yo el que habla. En el set los dos hablamos con todos en términos igualitarios. Lo mismo pasa con el montaje: los dos participamos equitativamente.
–¿La dinámica entre ustedes fue cambiando con el paso del tiempo?
EC: No. La verdad es que entre nosotros nunca hubo una división del trabajo. Estamos los dos siempre juntos en el set.
JC: Escribimos juntos, sentados en una misma habitación, discutiendo cada escena. Y cuando trabajamos en la filmación de una película, lo que hacemos es una extensión de esa colaboración en la escritura. No tenemos una división formal del trabajo.
–Ethan, te graduaste en filosofía, ¿cómo terminaste convertido en director de cine?
EC: Es cierto, estudié filosofía, pero nunca le vi una aplicación práctica. Estudié eso porque no tenía la menor idea de lo que iba a hacer cuando terminara el colegio. Es cierto que Joel estudió cine, pero la verdad es que nunca nos imaginamos lo que el destino nos tenía deparado. Joel trabajó como asistente de editor primero, y como editor después. Y fue a través de algunos contactos que él tenía y de que le propusieran que escribiera un guión para un futuro proyecto que los dos nos sentamos a escribir juntos. Lo hicimos para unos productores de películas de bajo presupuesto y, en algún punto, nos preguntamos si nosotros no podíamos producir nuestra propia película de bajo presupuesto.
–¿Qué opinan de la moda de relanzar viejas películas en DVD, agregando material que quedó fuera de la original?
JC: Opinamos que a veces nos resulta muy difícil poder cooperar con esa moda. Por ejemplo, para El hombre que nunca estuvo nos exigieron que agregáramos material adicional.
EC: Nos pidieron que pusiéramos las escenas espantosas que preferimos dejar fuera en el montaje de la película.
JC: Nos resulta muy difícil encontrar material extra que le pueda interesar a la gente. Generalmente, cuando sacamos algo de una película, es porque hay una razón para hacerlo y, por sobre todas las cosas, porque no queremos que nadie lo vea. Por lo tanto, la idea de incluirlo en el DVD no siempre es la más inteligente.
–¿Creen que en este momento de su carrera podrían conseguir dinero para filmar cualquier proyecto que se les ocurra?
JC: Es casi cierto; digamos que lo es dentro de ciertos límites. Conseguiríamos el dinero para cualquier proyecto, siempre y cuando no sea mucho dinero. Hubo una película que quisimos hacer, que era demasiado cara y demasiado excéntrica, y nunca pudimos financiarla. Pero dentro de ciertos límites muy amplios, es bastante cierto. Somos muy afortunados. No sé muy bien por qué. Tal vez porque estamos dispuestos a trabajar por poca plata. Hacemos nuestras películas por mucho menos de lo que cuesta una típica película de estudio. Y como siempre tienen una respuesta decente en la taquilla, supongo que es por eso que casi siempre nos dan el dinero que necesitamos para hacer nuestras películas.
–Zhang Yimou hizo una remake china de Simplemente sangre. ¿La han visto?
EC: Si, y la disfruté mucho. Lo divertido de ver la película de Yimou fue descubrir lo que otra persona había hecho con nuestra historia, sin que hubiera referencias a lo que habíamos hecho nosotros antes. Me pareció una película muy divertida, especialmente para nosotros, por la combinación de nuestro argumento, que lógicamente nos resultó muy familiar, con una ambientación absolutamente exótica.
–Si pudieran rehacer Simplemente sangre con la experiencia que tienen ahora, ¿qué cambiarían?
EC: Técnicamente, no es una película que esté muy bien hecha, pero uno va aprendiendo a hacer las cosas sobre la marcha, y no hay forma de evitarlo. Tu primera película siempre va a ser tu primera película. Así nos lo tomamos en su momento y disfrutamos muchísimo haciéndola.
JC: Uno tiende a pensar, en ese contexto, en cosas que son tan específicas que no se pueden comparar con otras experiencias. Todo habría sido distinto si hubiese sabido como sé hoy cómo se organiza un rodaje. Si hubiese sabido todo lo que sé hoy sobre los detalles de una filmación –como, por ejemplo, el montaje–, supongo que habría hecho las cosas de una manera muy diferente, pero, en términos generales, creo que la película habría sido bastante similar a la que todos conocen.
–Desde entonces, ¿cómo cambió el proceso creativo de los hermanos Coen?
EC: Creo que no ha cambiado mucho. Con el beneficio de la experiencia, uno mejora en ciertas cosas. Pero, para ser sincero, ni siquiera estoy muy seguro de cuáles son las cosas en las que hemos mejorado. Incluso hasta quizás me estoy equivocando y no he mejorado en lo más mínimo.
JC: Además, probablemente uno se queda atrapado en ciertas formas de pensar. Cuando hacés tu primera película, tenés toda la libertad para desarrollarte de la manera que más te gusta. Pero, de a poco, empezás a cavar las trincheras en las que vas a seguir durante el resto de tu vida. Una vez que estableciste una forma de hacer las cosas, es muy difícil poder cambiar.
—Gabriel Lerman
Desde Nueva York