De cerca

Vida de película

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Dakota Fanning debutó en la pantalla grande y enseguida alcanzó la categoría de estrella infantil. Luego de atravesar la adolescencia con papeles secundarios, vuelve a los primeros planos convertida en una militante revolucionaria de los años 60. Su historia detrás de cámaras y su presente de estudiante de cine.


(Walker/Variety/Rex/Shutterstock)

 

En persona es mucho más dulce y encantadora que su personaje en El fin del sueño americano, la película con la que debuta Ewan McGregor como director, basada en la novela Pastoral americana, de Philip Roth. Allí encarna a una chica que toma las armas en Estados Unidos en la década del 60, y vuelve a mostrar la misma capacidad actoral con la que nos derritió a todos a los 7 años, cuando interpretó a la hija de Sean Penn en la conmovedora Mi nombre es Sam. Convertida en la Shirley Temple de esta era durante algún tiempo, Dakota Fanning se conformó haciendo mayoritariamente papeles secundarios durante su adolescencia, pero a los 22, y a punto de terminar la universidad, ha vuelto a emerger como una de las actrices más talentosas de su generación. Fanning también estrenará este año el thriller Brimstone, en el que comparte cartel con Kit Harrington, y ha concluido el rodaje de otras dos películas, Viena and the Fantomes, del mexicano Gerardo Naranjo y Please stand by, en la que encarna a una chica autista junto a Toni Colette.
–¿Cómo fue tu experiencia filmando El fin del sueño americano bajo las órdenes de McGregor?
–Fabulosa. Siempre la llevaré en mi corazón. Me siento muy privilegiada por haber podido ser parte de su debut como director. El equilibrio que todo buen director necesita es poder tener el control, ser seguro de sí mismo, dar instrucciones claras y, a la vez, mantener un tono de colaboración en el set: es importante poder escuchar las ideas de los demás y estar dispuesto a cambiar cosas. Ewan encontró ese equilibrio de inmediato, por lo que me sentí muy segura como actriz trabajando con él. Estaba dispuesto a escuchar lo que yo tuviera para decir. Estoy segura de que, siendo actor, él quería que todos nos sintiéramos muy cómodos. Se tomó el trabajo de ensayar las escenas con nosotros al inicio de cada día de rodaje, porque cada personaje en la película es un desafío para quien lo interpreta.
–¿Qué fue lo que te atrajo de Merry?
–Me gustó interpretar a un personaje que no hace concesiones. Desde el momento en que la conocemos, a los 16 años, tiene un compromiso total, y nunca la vemos echarse atrás. Eso me llamó la atención. Muchas veces la gente quiere ver cómo los personajes pasan por diferentes etapas en una película, que involucran repercusiones y remordimientos. Y aunque vemos las consecuencias para Merry, ella nunca acepta que estuvo equivocada. Ese fue un gran desafío.
–¿Investigaste mucho para construir el personaje?
–Por supuesto. Hay muchos detalles en el guión sobre la época que estamos retratando y sobre el personaje. Sabía lo mismo que sabe la mayoría de la gente que no conoció los 60, pero la entendí aún cuando hace un montón de cosas incomprensibles a primera vista. Pero ella tiene creencias muy firmes. Para ella son cosas tan claras como para mí que mi pelo es rubio y mis ojos azules. Esta es su verdad y ella la vive y la respira. Para una actriz es importante no juzgar al personaje que está interpretando, simplemente tiene que tratar de entenderlo. Lo cierto es que Merry no se hace estas preguntas: ella tiene sus verdades, con las que ve el mundo. Por eso me alcanzó con entender el mundo tumultuoso en el que vive para poder acercarme a la mirada que ella tiene sobre todo lo que la rodea.
–¿Hubo algún incidente que te desestabilizara, como le ocurre a tu personaje en El fin del sueño americano?
–Los ataques del 11 de setiembre de 2001. Yo tenía 6 o 7 años y recuerdo haber estado mirando las imágenes por televisión, como mi personaje en la película, una y otra vez. Lo seguían mostrando todo el tiempo y uno terminaba desensibilizándose frente a lo que veía, pero después me ponía a pensar en la gente que estaba dentro de esos edificios, en las vidas perdidas, todo eso me afectó mucho. Recuerdo que en determinado momento mi mamá no me dejó seguir mirando, por eso cuando leí esa escena en el guión me acordé de ese momento en mi propia vida. No sé si me cambió a mí, pero sí transformó a Estados Unidos y al resto del mundo.
–Tu personaje se queja de lo que ocurre en la sociedad haciendo explotar edificios. Obviamente no es la mejor opción, ¿pero cuán importante te parece que la juventud se haga escuchar?
–Me parece muy importante. Por eso es esencial aprender a decir lo que uno piensa de una manera respetuosa, para que nos escuchen. Y eso es algo clave para mi generación, porque las redes sociales están muy involucradas en nuestras vidas y todo es instantáneo. Las noticias te llegan en el preciso momento en que se producen y, a veces, eso te lleva a decir cosas sin pensar, a subir a Instagram una foto que no representa necesariamente lo que pensás, lo cual se puede entender de la manera equivocada, aunque las intenciones sean buenas. Yo quiero estimular a la gente para que diga lo que quiera, pero también a pensar antes de hacerlo, para que se aseguren de que los demás reciban su mensaje de la manera correcta.

 


Brillo especial. Junto a Sean Penn, en Mi nombre es Sam, su temprana consagración. (Sebastian/New Line/Rex Shutterstock/Dachary)

 

–Daría la sensación de que te atraen los personajes complejos. Este año en el Festival de Venecia se exhibió Brimstone, donde te toca otro papel difícil.
–Es que es así. La verdad es que llevo mucho tiempo actuando. Todavía soy muy joven, pero he estado haciendo esto la mayor parte de mi vida. Empecé de tan chica que, en un principio, actuar era como un juego para mí. En aquel entonces, para los que me rodeaban era importante que yo disfrutara y que me divirtiera, aunque a veces fuera mucho trabajo. Afortunadamente, a medida que fueron pasando los años pude mantener esa misma actitud. Es cierto que los papeles que suelo hacer son intensamente dramáticos, pero son los que más me entusiasman. Es mucho más disfrutable para mí cuando siento que me he transformado en otra persona. Tengo la capacidad de poder conectarme y desconectarme sin problemas, y eso es algo de lo que estoy muy agradecida.
–Por tus estudios te mudaste, ¿no?
–Sí, a Nueva York. Todavía voy a la universidad. Ya estoy terminando mi carrera.
–¿Y qué es lo que estudiás?
–La representación de las mujeres en el cine.
–¿Cuando vas a la universidad podés pasar desapercibida?
–Más o menos, pero es intrascendente si me reconocen o no. Tuve la suerte de conocer a gente que de verdad se preocupa por mí por las razones correctas y tuve varias conversaciones con mis padres sobre la importancia de tener cerca a los buenos amigos, los que se interesan por mí por quién soy yo y no por el trabajo que tengo. En la universidad soy una más. Si entro en una clase, durante unos minutos la gente se da vuelta a mirarme pero enseguida se les pasa, porque están allí, al igual que yo, para aprender. Me he podido convertir en una más. Y esa es otra razón por la que Nueva York es una ciudad tan buena para vivir. Están todos tan ocupados con sus cosas que nadie te presta atención.
–Si tuvieras que describir a tu personaje en un ensayo para la universidad, ¿qué dirías?
–Diría que muchos directores debutantes no se atreven a tener personajes desagradables en sus películas. Todos quieren que tengan alguna cualidad que los redima, y durante la mayor parte de esta película mi personaje es simplemente desagradable. Trata muy mal a sus padres y no acepta otra cosa que sus propias creencias, pero yo quise acompañarla en su manera de ser, no tener miedo de que la audiencia la rechace.
–¿Cuáles son los problemas que enfrentás como mujer joven en la industria del cine?
–Yo creo que no hay suficientes películas y series de televisión que traten solo de mujeres, y las pocas que hay son celebradas como si estuvieran rompiendo una barrera. Para mí eso no debería ser un tema. Las mujeres somos la mitad de la población del mundo y somos tan importantes como los hombres. Yo crecí en una generación en la que las chicas aprendieron que podían hacer con sus vidas lo que quisieran, y ahora que ya tengo otra edad compruebo que no es necesariamente así. Eso es exactamente lo que estoy estudiando en la universidad: las mujeres suelen ser presentadas en el cine de la misma manera todo el tiempo. Y por alguna razón, los ejecutivos que deciden qué películas se hacen piensan que las mujeres no disfrutan de ir al cine y por eso no les dan el lugar que se merecen como audiencia. Si bien me siento muy afortunada por las oportunidades que he tenido en mi carrera y no debería quejarme demasiado, muchas veces he sentido que simplemente me tocaba interpretar a la novia, en donde solo te toca aparecer en un par de escenas. Cuando leés el guión, da la sensación de que el personaje que te toca está allí solamente para resaltar cómo es la vida del protagonista masculino.
–¿Cuáles son las actrices que más admirás?
–Kate Winslet, Cate Blanchett y una que ya no está más con nosotros, Bette Davis. Todas ellas son capaces de transformarse en muchísimos personajes diferentes. Y, por otro lado, las tres han tenido mucha consistencia a la hora de elegir papeles. Mucha gente me ha dicho que mis ojos se parecen a los de Bette Davis. Un director con el que tuve una relación muy cercana me llamaba Bette por el parecido y eso me llevó a mirar sus películas y a aprender todo lo que he podido sobre ella. Me parece que era una mujer fantástica.

 


Estreno. Este mes llega a los cines El fin del sueño americano, en la que Fanning es dirigida por Ewan McGregor, que debuta como director. (Foreman/Rex Shutterstock/Dachary)

 

–¿Te resulta difícil decirle que sí a un papel en una película?
–Sí. A esta altura de mi vida he aprendido a escuchar ese sentimiento instintivo que se da cuando leo algo. Si me tengo que hacer demasiadas preguntas o si me cuestiono si la tengo que hacer o no, esa suele ser la clave para que lo rechace.
–Llegaste a Los Angeles siendo muy chica para hacer una publicidad y, a partir de ese momento, tu carrera explotó. ¿Te impresiona la extraordinaria evolución que tuviste?
–Es bastante surrealista pensar que hice una propaganda de Tide y otra de la lotería de Georgia y luego vine a California en la temporada de pilotos y quedé para ER: emergencias. Y después me eligieron para Mi nombre es Sam. Fue cómico porque pensamos que íbamos a volver a casa ese sábado y tuvimos que llamar para avisar que nos quedábamos porque ER: emergencias se grababa el lunes. Y lo mismo volvió a suceder una y otra vez. Al principio, mi mamá no decía que vivíamos en Los Angeles porque nunca pensamos en quedarnos, pero después de cuatro años, finalmente tuvo que reconocer que no íbamos a volver a casa. Mi primera película fue Mi nombre es Sam y ahí me di cuenta de que quería quedarme haciendo películas.
–¿Sentís que te perdiste una parte de tu vida por trabajar tanto como actriz?
–No, porque siempre quise actuar. Estar en un set siempre fue la vida normal para mí. Es lo que hice desde que era muy chica y nunca me plantée cómo serían las cosas de otra manera. Es cierto que hay toda otra parte que viene con la actuación, que es la fama y estar en el centro de la atención pública, pero es el precio que tuve que pagar. La verdad es que no sé si me perdí algo en mi infancia, porque no conocí una cosa diferente. Ni siquiera sentí que haya tenido que renunciar a la escuela, porque para hacer lo que quería hacer en ese momento, que era actuar, no podía ir todos los días a clase. No me arrepiento de nada.
–¿Por qué creés que son tan pocos los niños actores que logran hacer la transición a actores adultos?
–No sé cómo puede haber sido la experiencia para los demás. En mi caso, como logré encontrar un equilibrio entre una vida normal y la vida anormal de ser una actriz, no tuve problemas para hacer esa transición. Pero tengo una gran familia y eso creo que debe de haber ayudado un poco.
–¿Hay algún personaje que soñás con interpretar algún día?
–La película Lo que el viento se llevó es una de mis preferidas, pero no sé si me gustaría hacer una remake: la que se hizo es tan espectacular que sería muy difícil estar a la altura de la original. Aunque es cierto que me disfracé de Scarlett O’Hara en dos Halloween seguidos. Me encanta y además soy sureña, así que hacer de Scarlett O’Hara sería increíble. Es una de las mejores películas de todos los tiempos.

 

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