De cerca

Voz nacional

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Con más de medio siglo de actividad ininterrumpida, hoy es el locutor con mayor cantidad de horas al aire de la radiofonía argentina. El amor por la música, una de las claves que marcan la vigencia de su modo de comunicar. Un repaso por sus comienzos y su mirada sobre el futuro del medio.

 

Todos los recuerdos de Héctor Larrea tienen música y literatura. Al cerrar los ojos ve a un niño de 4 años sentado sobre la falda de Felisa Celestina, su madre, escuchando las historias de «La familia Conejín». «Nunca olvidaré la voz de ella contándome, una y otra vez, esos cuentos que venían con la revista Billiken», dice. En otro rincón de la memoria está su padre, Emilio, tocando el bandoneón en el patio de su casa de Bragado. «Mi papá era músico de alma, pero su trabajo estaba en el campo. De chico fue boyero y así aprendió a hacerse solo. Cuando se fue a vivir al pueblo formó su orquesta de tango. Como el bandoneón tenía un agujero en el fuelle, lo tapaba con un marlo. Tocaba lindo el viejo, pero se murió cuando yo tenía 9 años: era hipertenso y le dio una hemiplejia».
La tristeza en su casa lo abarcaba todo. Sin el padre, la vida se hizo cuesta arriba. «Mi madre pasó tres meses sin sonreír, hasta que un día le pedí permiso para prender la radio. Puse radio El Mundo, un ciclo cómico de aquellos tiempos, y mi madre volvió a sonreír con uno de los sketchs», dice. Y sonríe también Larrea al recordarlo. «Hetitor», como lo llamaban sus tíos por tener 10 años menos que su hermano, se presentó ante el dueño de la propaladora de Bragado con unos discos de tango y jazz bajo el brazo. «¿Usted me dejaría pasar canciones para la gente del pueblo?», indagó. El tipo no se pudo negar ante un pibe tan simpático y respetuoso que no le interesaba otra cosa que la música. «Primero lo hice gratis y después me pagaban 5 pesos la hora. A la vez repartía volantes de una tienda y era ayudante en una carpintería. En casa no sobraba la guita y yo aportaba». Tenía 13 años.
Larrea todavía era un pibe cuando llegó a Buenos Aires. «Conseguí trabajo en la DGI para ganar unos pocos manguitos y vivía en San Martín, en unas pensiones espantosas. Era el típico “pajuerano” del Interior fascinado con la ciudad. Tan de pueblo era que pensaba que el bife de chorizo era un chorizo de cerdo hecho a la plancha y resulta que era carne de vaca: en el Interior no lo llamamos así. Se hablaba distinto, ahora no porque la televisión homogeneiza todo. Igualmente no tardé en adaptarme, porque tenía claro lo que quería».
–¿Qué es lo que más recuerda de aquellas épocas de estudiante en el ISER?
–Me acuerdo de Juan Carlos Calabró, que hizo tres intentos para entrar al ISER. ¡Qué voluntad! No sé cómo lo podían rechazar, porque no había grandes exigencias y, con una voz como la que tenía Calabró, se entraba. Yo entré de una, pero pensaba que nunca en la puta vida iba a trabajar en radio porque todos tenían un contacto, un conocido en una agencia, y yo era un pelotudo del Interior, peor aún: del campo, que no tenía ni siquiera un amigo en una radio.
–¿Cuál fue su primer trabajo en radio?
–Fue en el año 1961, en Radio Argentina y el programa se llamaba El baile de los novios. Increíblemente empecé como conductor, cosa rara porque los locutores estábamos para leer avisos y yo, que ni siquiera había terminado la carrera en el ISER, ya estaba presentando discos. Es que como locutor estable no me querían en ningún lado. Me presenté a dos o tres pruebas, que ahora las llaman casting, y no me daban pelota. Fui suplente en Splendid, pero al poco tiempo me rajaron porque trabajaba con orquestas de tango haciendo las presentaciones y, cuando me llamaban para cubrir un espacio, no podía ir, así que amablemente me pidieron que no fuera más. De todos modos, no me gustaba ese trabajo.
–¿Y qué le gustaba hacer?
–Lo que yo quería era hacer algo que tuviera que ver con la música: es lo que me emociona, es parte de mi vida, soy un melómano. Si hay algo por lo que he hecho locuras, es por la música. Lo que hago ahora en la radio es lo que a mí me gusta: recorrer la vida de una cantante como Inda Ledesma, por ejemplo, repasar lo mejor de su repertorio y darle lugar a la música.
–¿Cuáles son las locuras que ha hecho por la música?
–He gastado mucho dinero en discos, muchísimo. Tengo una oficina desde hace 40 años en la calle Maipú, a pocas cuadras de Radio Nacional, donde guardo mis discos, también muchos libros, que es adonde voy a leer y a escuchar música tranquilo. Soy tan amante de la música que en la misma radio tengo un armario de lata con discos que luego uso para el programa. Están bajo llave y con candado. Ahí hay de todo y me peleo con el pibe que tiene que ordenar porque nunca ordena bien. Algún día me van echar a la calle con discos y todo.
–Aunque usted es un hombre identificado con la radio, también trabajó mucho en televisión.
–Me acerqué a la televisión en 1967, porque un conocido del medio me aconsejó que tenía que estar en la televisión para que me fuera mejor en la radio. Así que me puse en línea, adelgacé unos kilitos, me hice ropa a medida y logré una entrevista con Carlos Iliana, el gerente de producción artística de canal 13, que en ese momento era «el canal». Tuve una suerte de la gran puta porque el tipo me dijo: «Usted ha llegado al lugar indicado en el momento justo». El director, que ya era el cubano Goar Mestre, le había pedido poner conductores nuevos. A los días me llamó el tipo y me ofreció media hora para presentar unas latas con artistas de jazz, que venían junto con otro paquete de producciones que se compraban en esa época. Así que empecé a las 23.30, un horario marginal para alguien que no sabía absolutamente nada de televisión. El programa se llamaba Norteamérica canta y gustó tanto que duró 8 años en el aire. Ahí la gente me miraba diferente y aparecieron más propuestas laborales, ya que en esos mismos años conduje El mundo del espectáculo y Humor redondo.

 

Marca registrada
Al ser una cara conocida en la pantalla chica, a Larrea le fue más fácil conseguir un espacio en una radio «importante». Ricardo Malfitani, director de El Mundo, le ofreció hacer un ciclo de media hora: Rapidísimo. Esos 30 minutos se convirtieron luego en una, dos y finalmente tres horas. La audición estuvo más de 30 años en el aire pasando por radio Continental y Rivadavia.
En ese programa, Larrea programaba y pasaba la música que a él le gustaba. «A finales de los 60, era una época frívola, un momento de sequedad: parecía que nada emocionaba, se escuchaba toda la nueva ola aunque había una música argentina bárbara dentro del tango y del folclore, pero a esa gente la habían apartado, simplemente porque no la pasaban por la radio».
Rapidísimo no solo fue un éxito, sino que fue un equipo de grandes figuras de los últimos 50 años de la radiofonía nacional: Jorge Porcel, Carlos Garaycochea, Mario Sapag, Luis Landriscina, Mario Sánchez y Fernando Peña con su personaje de Milagritos López. Eran inolvidables las voces y las risas de Rina Morán y Beba Vignola, y hasta Marcelo Tinelli fue columnista deportivo del ciclo.

 

En Rapidísimo, Larrea se convirtió en una voz popular, en el tipo que hablando como la gente del pueblo, diciendo las cosas un poco a los gritos y un poco en broma creó un estilo, una marca registrada del éter. «Desde 1961 nunca, nunca, nunca paré. Jamás me tomé un año de descanso. Y así llegué hasta el día de hoy: haciendo la misma huevada», dice Hetitor largando una carcajada que a cualquiera que tenga afinidad con la radio le resultaría conocida y hasta familiar.
–¿Por qué cree que la gente se siente identificada con su estilo de hacer radio?
–Porque tengo una relación directa con el oyente y el oyente sabe que entre lo que digo y la música hay un vínculo que no es caprichoso.
–¿A qué tipo de oyente se dirige usted?
–Busco llegar al oyente medio, con sensibilidad. Lo que hago es nacional y popular, porque vengo de una cultura peronista, por eso me interesa la gente en su estado más puro.
–¿Usted es peronista?
–Soy peronista desde el año 44, desde que tenía 6 años y mi padre hablaba del Estatuto del peón creado por Perón. En mi casa siempre fuimos peronistas y yo me siento peronista con todo lo que eso conlleva, ya que por momentos significa una gran frustración.
–De todos modos usted siempre ha evitado opinar de política en su programa.
–Es que no soy periodista. Que pueda hablar de política y decir que soy peronista no me habilita para hacerlo ante un micrófono. El trabajo radial y televisivo que tenga que ver con la información y la formación, que tiene que ver con lo político y lo económico, debe estar en manos de gente que sepa. Hay que tener responsabilidad. En mi programa tengo gente que habla sobre distintos temas, pero ellos son especialistas y yo no, lo mío es más que nada el show.  

 

Voz institucional
El estudio de La Folklórica está al fondo del pasillo principal de Radio Nacional. Es un salón amplio, con un piano solitario. Sentado a la cabecera de la mesa, moviendo los brazos como un director de orquesta, se encuentra el hombre con más horas en el aire de la radiofonía argentina actual: Héctor Larrea.
Con 56 años ininterrumpidos en el aire es, tal vez, un récord para el libro Guinness. De lo que no quedan dudas es de que se trata de una leyenda viva de la radio argentina; un modo de comunicar ante el micrófono que, desde 2016, es la voz institucional de Radio Nacional: la emisora que lo tiene como uno de sus grandes baluartes.
El año pasado, tras más de una década en la AM estatal con Una vuelta nacional, sorprendió a todos al pasar a la FM Folklórica 98.7 para ocupar la franja que, en los pueblos como su Bragado natal, equivaldría a la hora de la siesta: de 14 a 17.
–¿Qué cambió en su programa al pasar a la FM?
–El pase fue beneficioso tanto para mí como para la radio. Mi programa no tenía nada que ver con lo que ellos necesitaban. Entonces les dije que si querían política, que pusieran todo política. Si no, era pura confrontación y después aparece un boludo hablando de tango y de libros y no tiene nada que ver. Los tiempos requerían de otra cosa. Este año me propusieron volver a la AM y les dije que no porque me siento bien donde estoy.
–¿Cómo pasó a ser la voz institucional de la radio?
–Fue una propuesta de la nueva dirección. Probamos, quedó bien, gustó y le dimos para adelante. Ahí aprovecho para anunciar cada programa y el nombre de los conductores con el megáfono. Eso es lo nacional y popular en esencia, al menos yo lo vivo así.
–¿Qué influencia tiene hoy la radio en los medios de comunicación?
–La radio hoy es un medio plebeyo y yo soy consciente de ello, pero es necesario hacerlo lo mejor posible, con seriedad.
–¿Cómo cree que se va a adaptar la radio en la era de la instantaneidad?
–Sin dudas que el futuro va por ahí, por las radios en Internet. La ventaja de la radio es que siempre se adapta, porque es un medio barato. Y no se necesitarán dueños, como todavía sucede: muchos podrán tener su radio con un micrófono y una computadora.
–¿A qué atribuye su vigencia en el medio?
–Hay que amar lo uno que hace. Es una condición sine qua non: si no se ama lo que se hace, no sale.

 

Fotos: Juan Quiles