Cultura | HOMENAJE A HEBE DE BONAFINI

De memorias y legados

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Pablo Tassart

La 47º Feria del Libro de Buenos Aires reunió en una charla-entrevista a la hija de la emblemática luchadora con el historiador del movimiento y biógrafo de la Madre de Plaza de Mayo.

Alejandra Bonafini y Ulises Gorini. La hija menor de Hebe recuperó como herencia el amor y la risa, a pesar de la tragedia, que compartía con su madre.

Foto: Jorge Aloy

A siete meses de su fallecimiento, Hebe de Bonafini tuvo su homenaje en la 47º Feria del Libro de Buenos Aires, a través de una charla-entrevista entre Alejandra Bonafini, hija de la histórica luchadora, y Ulises Gorini, autor de la historia de las Madres de Plaza de Mayo y de la biografía de Hebe, Los caminos de la vida. El auditorio del stand de la editorial del Grupo Octubre se colmó para escuchar el intercambio de anécdotas y enseñanzas que Hebe fue dejando a lo largo de su vida, desde la perspectiva de su hija.
El encuentro comenzó con un saludo muy especial. En los parlantes del recinto resonó la voz de Nora Cortiñas, quien en el pasado polemizó con Hebe, pero que no dudó en reconocerla: «Dejó un gran recuerdo de lucha sin bajar los puños y que debemos continuar levantando las banderas de nuestros hijos», sostuvo la integrante de Línea Fundadora de Madres de Plaza de Mayo. Ya iniciada la charla, Gorini valoró lo importante de poder escuchar las palabras de Alejandra, hija menor de Bonafini, quien «dio pelea a la par de su madre y fue su soporte hasta el final».
Inevitablemente, durante la charla surgieron dos nombres centrales en esta historia de tragedia y rebeldía: Jorge y Raúl, los hijos desaparecidos de Hebe. Sobre ellos, Alejandra, quien tenía apenas diez años cuando fueron secuestrados, relató, mientras una vieja foto familiar se proyectaba sobre una pantalla gigante, cómo ellos se tomaban el tiempo de explicarle de qué se trataba la militancia, ante los reclamos de más tiempo en casa por parte de esa pequeña niña. «Me decían que no querían que haya chicos de mi edad que no tuvieran educación, una casa o un trabajo seguro como el de mi papá. Y me preguntaban: “Si yo me quedo acá con vos, ¿quién les enseña a leer?”». Así contó sobre una actividad que realizaban, y que impresionó como adelantada para la época: «Vamos a leer las noticias con la gente del barrio. Para ir analizando cómo escribe sobre los hechos cada diario», rememoró Alejandra.

Cuando lo cotidiano se vuelve mágico
De esta manera, ante una atenta concurrencia, Gorini rescató el concepto de memoria que tenía Hebe. «Ella no hacía hincapié en lo peor de la represión, en las torturas o los campos de concentración. Rechazaba la memoria del dolor. Hablaba de la memoria fértil, en centrarse en los ideales de los desaparecidos y en sus sueños». A continuación, recobró los fundamentos de aquella lucha, con el eje puesto en el presente: «Ella quería valorar la condición revolucionaria de sus hijos. Una palabra que prácticamente ha desaparecido en el discurso político actual. En los 70 se luchaba por la revolución y había menos del 6% de pobreza. Hoy, la palabra revolución desapareció y tenemos casi el 50%».
Ante la pregunta sobre el legado de Hebe, Alejandra apeló al lado más humano de la luchadora, desde su rol de hija: «Me dejó cientos de recetas de comidas que me hacía a pesar de todo. Charlas eternas y discusiones. Y con risas. Nos matábamos de risa. A pesar de la desgracia y la tristeza, siempre hay un momento para el amor y para la risa. A mis hermanos siempre tratamos de recordarlos con una sonrisa». Y sumó otra enseñanza cotidiana: «Me dejó la idea de seguir siempre para adelante. Que nada es imposible».
Hacia el final de la charla, el público pudo intercambiar recuerdos con la entrevistada. No faltaron palabras cariñosas, pero especialmente hubo reconocimientos para Alejandra como luchadora social en el territorio. Lucha que intenta día a día seguir para honrar la memoria de sus hermanos y de todos los desaparecidos, casi como único mandato. «Ellos dieron todo. Tenemos que ser dignos de esa entrega. No podemos dejar que nuestros hijos tengan vergüenza de que sus padres sean trabajadores», cerró Alejandra.

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