20 de enero de 2024
Al ritmo del hit «No hay plata», los noteros hacen malabares en las playas para que la audiencia no cambie de canal. Vacaciones gasoleras y romances públicos.

En el mar. Los cronistas multitasking caminan entre arenas que queman, dispuestos a escuchar y preparados para sufrir el rechazo en vivo.
Foto: Captura
«Sol, playa y aren», cantaban Tito «El Bambino» y Jadiel «El Incomparable» allá lejos en 2010, cuando el verano suscitaba un sensual canto a la abundancia y la despreocupación, con aquel leit motiv que inducía un perreo de primera generación: «Hace calor/ quitate el pantalón». La banda sonora del antiguo verano seguía con «Del Mar», de Ozuna, el «negrito de ojos claros»: «Se ve tan tropical/ le dije baby qué pasó/ al agua que hace calor».
2024 llega con un canto fúnebre: pantallas con otra cosa menos glamorosa; en Mar del Plata, Fátima Flórez, liderando en el Radio City, agotando localidades con el clímax en la interpretación de su novio Javier Milei sin el acabado final de otras criaturas como Moria Casán y Susana Giménez, sin un rasgo que se filtre del auténtico señor león, naufragando en la mera liaison con el chimento y la nota rosa. En ese marco llegó el que es el hito, el hit, de innegable punch: el chupón que se dieron el 29 de diciembre último, cuando la novia se le abalanzó en escena y se lo transó, y el presidente le aseguró a la multitud que «se vienen meses duros, pero nos pondremos de pie», y después otro chupón.
En aquel estudio de América que engendró a la autoridad presidencial, él –más rubicundo y pelucón– era invocado como «Javu» y daba a la cantante Daniela el mismo tipo de beso húmedo a modo de blanqueo de romance mediático, en lo que podría haber sido el inicio de su manera histriónica y emocional de vivir la política. Era 2018 y nada todavía hacía prever al empoderado actual, todavía presos de la jarana en un burlesque que lo tenía como el economista freakie de los exabruptos y los insultos a granel.
Son amores
Lo que mantiene incólume a la cobertura de verano es una serie de tópicos repetidos año tras año: la ruptura sentimental en el comienzo de enero que todavía deja tiempo para rehacer su vida (a Flavio Mendoza, en Mañanísima), según dice el bailarín junto al infaltable marco de pileta y franja de pasto artificial. Mayor avidez por el romance dio lugar a «Occhiamin», la pareja entre Nicolás Ochiatto – Flor Jazmín Peña, que se dio en la nueva radio versión streaming, Luzu, que tomó dominio de la agenda, donde no hay tema ni noticia en un sentido convencional al estilo de las AM y FM, sino puro discurrir autorreferencial para una escucha que se deja acompañar por el clima festivo.
Se estira, se dilata, la previa del beso que dará que hablar, en ese estudio que conserva de la vieja radio apenas el vivo, porque el resto es un interminable intercambio entre un «¿Qué querés que te diga?», de Ochiatto, y un «¿Que me lo confirmes?», de Momi Giardina, como si el país se hubiera detenido en esa expectativa sobre una señal que no llega, que copó ya 50 minutos de ese 2 de enero inaugural en el que la chica se quejaba: «Y ni siquiera estoy entrando en el plano», y su compañera panelista le largaba: «¿Te puedo ir a retocar que vas a salir en todos lados?».
Hasta que Nico dijo: «Me enamoré como no pensé que me iba a enamorar en mi vida», y sucedió el milagro veraniego, el emparejamiento que desata un vendaval de aplausos en una rentreé del amor romántico con pareja consolidada en la que el galán moderno le toma a la chica la cabeza sin previo aviso, se la lleva hacia sí y sucede un piquito apto para la tribuna infantil, que grita en un estado eufórico. Flor realiza al conjunto femenino juvenil habiendo cautivado al galán autogestivo del momento, capaz de plasmar el sueño criollo: de Villa Luzuriaga a fundar su empresa con 80 empleados.
Un poco más allá en la grilla, el canal de noticias se redime de la estupidez con un género de alto potencial cuando da con un empático desinhibido al estilo Robertito Funes en alguna playa del Partido de la Costa o la gran ciudad hoy infeliz: es el móvil de playa que exige, bien ejecutado, buen timing, capacidad real de escucha, hilar rápido, como en una conversación sin comienzos, hecha de puros núcleos; además hace falta coraje para encarar a mansalva y solidez para bancarse los rechazos al aire; y repentismo; en fin, no es para cualquiera ser el movilero de los respectivos canales. Este año se decretó que es «la temporada de la heladerita», mientras en TN o en Crónica TV requisarlas es el ardid que encontraron para suplir interrogatorios trillados y silencios con mirada al piso.
C5N, más que otras señales, ama poner cronistas multitasking caminando para atrás entre arenas que queman, forzando a la gente que interceptan a responder «a qué hora se levantan más o menos», mientras desde estudio instan a que el movilero se acerque a la orilla o se saque la remera, en el caso de los varones facheros. Del «Turismo gasolero en Mar del Plata», en LN+, a las «Vacaciones low cost de San Bernardo», en TN, la obse es por el precio de las cosas como para que, del otro lado, alguien se consuele en el «despilafarro» ajeno, para confirmar tras un nuevo móvil, igual que ayer, que meterse en la heladerita del otro tiene punch narrativo.
Verano atípico que sublima la carencia en entretenimiento, y en el que el marketing dicta: «No hay plata» e inaugura una época de escasez. Hoy la muchachada baila al ritmo del hit de Dj Icho: «No–hay-plataaa», eufórica, en grupo en el centro de la disco. «Lamentablemente no hay plata», siguen danzando, mientras son enfocados por la cámara del canal de noticias, durante el remix, que la TV del verano se encarga de exhibir y comentar, como si en la merma finalmente se hubiera encontrado un sentido identitario más allá de cualquier grieta: ¡No hay plata!