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Detrás de cámara

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El multifacético actor dirige y protagoniza El plan divino, una comedia negra centrada en la compleja y polémica relación que se establece entre un sacerdote y dos monaguillos. Los personajes que marcaron su carrera y la renovada pasión por el teatro.


Religiosos. Lester y Pauls reciben indicaciones del director durante la filmación en Misiones. (Prensa)

Siete años después de Puerta de Hierro, el exilio de Perón y veinte de su ópera prima, El mar de Lucas, Víctor Laplace vuelve a ponerse detrás de cámara para dirigir la comedia negra El plan divino, filmada en locaciones de Puerto Libertad y Puerto Bemberg,  en la provincia de Misiones. El multifacético actor, además, coprotagoniza la película junto a Gastón Pauls, Paula Sartor y Javier Lester, oriundo de Tandil, la misma ciudad que lo vio nacer hace 76 años y de la que emigró a los 20 para dedicarse al teatro luego de trabajar en una metalúrgica.
«Llevar adelante una película no es tarea fácil. Puerta de Hierro, el exilio de Perón sería imposible de filmar hoy. Fue un proyecto ambicioso y muy caro», dice Laplace en diálogo con Acción. «Uno tiene que ser consciente de la situación que lo rodea y por eso elegí una historia más chiquita, de cuatro personajes, que combina el humor absurdo con temas profundos que incomodan, sin por eso dejar de ser popular en el más noble de los sentidos».
El plan divino es una adaptación de la pieza teatral Niños expósitos, de Rafael Bruza, que Leonel D’agostino transformó en guion cinematográfico. Cuenta la historia de dos monaguillos cuarentones que, abandonados de niños, crecieron bajo la tutela del padre Roberto (Laplace). El anciano sacerdote fue el mentor de ambos y ahora, en el final de su vida, necesita de sus cuidados. Pero el dúo de fieles enfrenta una crisis existencial que los lleva a poner en marcha un plan, que a medida que avanza revela quién es en realidad el padre Roberto.
«Está basada en una obra de Rafael Bruza, un amigo personal,  muy querido. Yo tenía muchas ganas de volver a dirigir, estoy trabajando en otros proyectos que espero algún día se hagan realidad. Me interesaba que la historia tenía mucho humor a pesar de que indagaba sobre algunos temas complejos como los abusos en la Iglesia y la pedofilia, que se tocan pero que no son el eje del relato, sino que aparecen de manera colateral», agrega el actor, que este verano repondrá  en Villa Carlos Paz la comedia Rotos de amor, del mismo autor, junto a Pepe Soriano, Hugo Arana y Osvaldo Laport.

Trabajo en equipo
Laplace debutó  en cine en 1971 con Argentino hasta la muerte, de Fernanda Ayala, a la que siguió Pájaro loco, de Lucas Demare. Recién en 1999 se animó a la dirección con El mar de Lucas. Y luego vinieron La mina y Puerta de Hierro. «De la dirección disfruto de todo el proceso de creación, que empieza a partir de una pequeña historia y termina con la película en las salas. Me gusta el trabajo en equipo. Ser actor y haber hecho tanto cine hace que mi mirada como director sea diferente. Uno siempre está aprendiendo y rodearme de gente joven me nutre de nuevas propuestas, nuevas tecnologías, nuevas energías», comenta.
La filmografía de Laplace incluye casi un centenar de trabajos, que van de los papeles protagónicos a las pequeñas participaciones. Para muchos, el personaje icónico de su carrera es la interpretación de Juan Domingo Perón en Eva Perón, de Juan Carlos Desanzo, que luego repitió en Puerta de Hierro. «Fue un personaje con el que me peleé mucho, de esos  con los que se tiene una relación de amor y odio, sobre todo con el primero».  Confiesa que le dio más placer interpretar a Horacio Quiroga, aunque tampoco puede olvidar a Florencio Parravicini en Flop, de Eduardo Mignogna, o Claudio Elizalde, aquel de Espérame mucho, dirigido por Juan José Jusid y que le dio el premio a mejor actor en Huelva.
La agenda de Laplace incluye, además del estreno de El plan divino, la reposición del musical Piensa en mí y la inminente temporada veraniega con Rotos de amor, obra que lo devolvió a su gran pasión. «El teatro es extraordinario», afirma. «Nunca entendí cómo 100, 200 o 500 personas se juntan sin conocerse para ver una obra que a todos les atrae por igual. Solo el teatro crea esas situaciones mágicas y que la gente siga apostando a eso es un milagro».

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