10 de septiembre de 2021
La reconocida periodista y editora reunió en un volumen su producción de las últimas décadas. La lengua materna, los vínculos familiares y la memoria.
Producción. Poesía reunida 2020-2000 sigue una cronología inversa.
En la tapa del volumen aparece la foto de una niña mirando algo con cierto enojo, pensando. Sostiene el retrato esa misma persona, mucho tiempo después. Su nombre es Gigliola Zecchin, nació en Italia, a los 10 años vino a vivir con su familia a la Argentina y aprendió el castellano en la escuela. Gigliola quiere decir Azucena, le gusta mucho usar su nombre, pero después de una larga trayectoria en radio, televisión, edición y periodismo cultural, se la conoce como Canela.
El libro, Poesía reunida 2020-2000, incluye, en una cronología inversa, el inédito La mejor herida, el bilingüe (inglés-castellano) Qué sueño es este, 17 haikus venecianos para Adolfo Nigro, in movimiento, arte povera y Paese. « El ordenamiento fue idea del editor que está haciendo una colección con esas características, me convocó y le estoy muy agradecida. Yo que he sido editora valoro mucho lo que hizo», dice. En cuanto a los libros incluidos, Paese fue escrito a fines del siglo pasado, mientras que del más reciente, cuenta Canela, «lo prohijé en pandemia, la primera parte son los poemas del duelo por la muerte de mi marido, la segunda se refiere más a mis hermanos y padres».
Para Gigliola la impronta familiar fue y es fuerte, desde las tempranas vivencias que tienen que ver con el alejamiento, los exilios de afectos y la lengua materna. «Cuánto en mí hay del italiano, mucho, hay palabras que no pueden sino estar en ese idioma, no es para mí traducible, por ejemplo sfogliare, significa literalmente hojear o deshojar, pero en mi experiencia tiene un significado muy especial porque durante la guerra las familias mandaban a sus chicos al campo, a lugares menos peligrosos, e implicaba la separación de los padres». En «Herencia» escribe: «ábrete/ puerta de la piedad/ o ella golpeará la tierra/ con la palabra de su boca/ para siempre/ sfollata/ la partición/ tuvo el filo/ de una trampa». La tensión entre el arraigo y el desarraigo recorre la obra.
Otro rasgo común de los poemas que forman parte del volumen es la brevedad: hay pocos versos y muchos blancos que los separan. Para Canela esa austeridad tal vez «tiene que ver con que en mis otros oficios, como autora de guiones, conductora en radio y televisión, editora y gestora cultural, se habla mucho. En cambio mi vínculo con la poesía se basa en la economía de recursos para que cada palabra tenga un peso determinado. No es algo racional, calculado, yo escribo desde muy chica y siempre mis versos fueron muy breves aun en la poesía para niños. Y tanto es así que cuando corrijo o reviso es más probable que quite una palabra o un verso y no que agregue».
Versos sueltos
En cuanto a su estilo, añade, «son muy importantes las separaciones de versos, uso el silencio como parte del poema, es una sugerencia que queda en esos blancos. Me ha pasado también que el sentido de una línea que queda suelta se acopla tanto a lo de arriba como a lo de abajo, me gusta esa posibilidad de que el lector decida si esa línea se asocia con un verso o con otro», dice. Y en sus páginas se puede leer: «escribo en la ceniza de/ los/ muertos/ nos miran/ desde su doble luz» («hacia un lugar»).
Hablando de las influencias que dejaron una huella en su estilo, comenta que «alguien me relacionó con Giuseppe Ungaretti, puede que tenga que ver con mis lecturas de juventud de poesía italiana. Pero para mí pesan sobre todo mis mayores: eran de pocas palabras, había mucho de introversión y de sufrimiento. Mi padre nació en 1888, atravesó las dos guerras, era un hombre taciturno. Y mi madre también, era muy trabajadora, lograba resolver los problemas más inverosímiles para sostener una numerosa familia, somos diez hermanos».
Las fotos incorporadas al final del libro muestran a los antecesores y los descendientes, junto con otras imágenes en las que se la ve a Canela con figuras del mundo cultural, como periodista o celebrando alguno de los numerosos premios que recibió en su destacada carrera. Con los hijos ya crecidos, sin todas las facetas de su múltiple desempeño, encuentra que «ahora tengo más tiempo disponible para dedicarme a escribir».