16 de agosto de 2024
Ambientada en pleno ascenso del nazismo, la pieza escrita por «Tito» Cossa mantiene su vigencia en un escenario político signado por el avance de la extrema derecha.
Historia. El disparador de la obra es el hundimiento del Graf Spee en el Río de la Plata.
Foto: Jorge Aloy
Finales de 1939, comienzos de la Segunda Guerra Mundial. El «Graf Spee», un barco de guerra nazi fue torpedeado por la flota inglesa en el Río de la Plata dejándolo fuera de combate. Este hecho real fue tomado por Roberto «Tito» Cossa como disparador de Los compadritos, una obra que en términos del director Gerardo La Regina mantiene su vigencia. «Tito Cossa es como nuestro Chejov. Creo que un clásico siempre tiene actualidad y, a mi entender, lo que Los compadritos dice es muy actual. Si uno piensa en La nona, De pies y manos, Angelito o Tute cabrero, nos damos cuenta de que cualquiera de sus obras es actual. Es como un tango, no puede pasar de moda porque siempre nos identifica», reflexiona.
En la pieza, que sube a escena en la Sala Inda Ledesma del Espacio Leónidas Barletta, se entrecruzan las poéticas del sainete y el grotesco, nodales en la historia del teatro argentino. Desde la perspectiva actoral, Matías Alarcón (Carmelo Capozzi en el espectáculo) afirma que «el lenguaje del sainete y del grotesco sigue interpelando a los espectadores porque ofrece una combinación de humor, crítica social, emoción y una conexión profunda con la realidad. Desde la actuación, el dinamismo y exageración que propone estos géneros hacen una especie de catarsis, sacando la angustia interna y el descontento social, y creando una liberación emocional tanto para el actor como para el espectador», señala. Y agrega que la pieza «es una crítica de las dinámicas de poder y las ideologías autoritarias que amenazan la libertad y la equidad. A través de su uso del humor, invita al espectador a reflexionar sobre su propio papel en la perpetuación de estas estructuras».
En coincidencia con Alarcón, La Regina dice que «el sainete y el grotesco conforman nuestro estilo: nunca pueden pasar de moda y espero que a la gente les resuene. Tito, al igual que autores como Discépolo, maneja muy bien la estructura dramática, algo que se ha perdido en el teatro actual. Hay muchas obras que no la manejan bien para contar una historia, y necesitan apoyarse en otros recursos. Y eso es lo que a la gente la puede llegar a atrapar. Y el sainete y en especial el grotesco nos definen a los argentinos. Y, más específicamente, a los porteños. Recuerdo que un maestro me dijo alguna vez que el grotesco es un sainete que termina mal, a diferencia del sainete más clásico».
Consciencia colectiva
La actriz Déborah Fideleff, quien compone a Rosa, califica al proceso de ensayos como «maravilloso, absolutamente delicioso». Y amplía: «La etapa de ensayos es un proceso, no es un suceso. Y creo que en Gerardo La Regina pude encontrar a ese director que cree en eso: el personaje es algo que se va creando de a poco. Me centré, primero, en quién es Rosa, en la historia para sí misma, para sus sueños, sus caprichos. Buscar en sus contradicciones y cómo es con los otros. Gerardo también es abierto a lo que uno propone. Con el elenco fuimos creando esta realidad que compone ese bar que está ahí, en las playas de Quilmes, en esa época», describe.
En un contexto de avance de la derecha tanto en el ámbito nacional como en el internacional, el texto de Cossa resulta más que pertinente para fomentar la consciencia colectiva. Según el director, «Tito hizo casi sociología, esos personajes representan distintos sectores. Y eso es lo que a mí me atrapó, ante el avance de la derecha. Aunque a veces parece algo ingenuo, porque frente a los discursos de hoy tan volcados a la derecha tengo la sensación de que ya no hay ninguna culpa de ser casi nazi. Hace algunos años ser de derecha era ser muy reaccionario, y eso hoy no sucede. Tito lleva con su obra esta idea al extremo», afirma La Regina.
A su turno, Fideleff enfatiza la genialidad del autor, «adelantado a este presente que estamos viviendo. Yo había leído esta obra hace unos años y me había impactado, pero no tanto como cuando la empecé a ensayar. Es tan real todo, que me lleva a pensar que la sociedad está metida dentro de un gran grotesco».