23 de octubre de 2024
Desde Mirtha Legrand a Norman Briski, las figuras distinguidas en la entrega de premios fijaron posición a favor del Incaa y de la producción audiovisual en el país.
Alfombra roja. Mercedes Morán, Leonardo Sbaraglia, Natalia Oreiro, Pablo Rago y otros posan con la bandera que reza «Cine Argentino Identidad y Memoria».
Foto: Naza Brega
El lunes 22 se entregaron por primera vez los Premios Martín Fierro al Cine y las Series, y la Usina del Arte albergó una ceremonia cargada de contenidos políticos y de defensa a la industria audiovisual, elegida como enemiga por el Gobierno de Javier Milei.
La entrega fue organizada por la Asociación de Periodistas del Espectáculo (Aptra), que desde hace unos años y bajo la presidencia de Luis Ventura, se fue diversificando en una serie de tentáculos. Todo empezó con la partición entre los Martín Fierro de radio con los de televisión. Y a eso le siguieron el nacimiento de premios temáticos: a la tele del Interior, a la tele latinoamericana con sede en Miami, a la moda, a los influencers digitales (entre los que este año premiaron al inefable trol libertario Gordo Dan), entre otros.
En la última entrega de los premios a la tele se notó la ausencia de la que supo ser la perlita de esas ceremonias: la ficción. Sin ir más lejos, el premio al mejor guion fue para la adaptación televisiva de una obra de teatro de María Marull y las ternas a mejores actores y actrices, que eran la frutilla del postre, se llenaron con fórceps. Había más participantes de Gran Hermano e influencers de redes sociales que famosos y famosas reconocibles por una amplia gama de generaciones. Esa falta es la que buscó suplirse en la elección de los mejores trabajos de cine y series de plataformas, según el criterio de los 104 periodistas de espectáculos que integran Aptra.
Escenario público
A diferencia de la última entrega a los premios de la tele, en la que el conductor Santiago del Moro apuraba a todos los oradores para que se fueran del escenario, en este caso el espíritu fue distinto. Las caras visibles, casi todas figuras de primer nivel (de Cecilia Roth a Graciela Borges, pasando por Natalia Oreiro y Leonardo Sbaraglia) se tomaban su tiempo para presentar las ternas y agradecer los galardones, y los discursos de agradecimiento fueron más allá de los saludos de rigor a la familia y los equipos de trabajo.
La mayoría de los premiados encontró la forma de intervenir en la discusión pública sin perder el garbo. Así, por ejemplo, la flamante doctora honoris causa de la UBA Mirtha Legrand se subió al escenario para recibir el Fierro de Brillantes y lo primero que dijo fue: «Señores, no cierren el Incaa. Soy un producto del cine argentino». Colegas actrices que difieren en muchos aspectos con ella, como Nancy Dupláa y Mercedes Morán, la miraban con admiración.
Otro discurso fuerte fue el de Norman Briski, también homenajeado en la ceremonia, quien pidió salir de la crisis con rebeldía. Benjamín Naishtat, codirector junto a María Alché de Puan, comparó a la actual situación política y social con la trama de Plata Dulce, de Adolfo Aristarain. Los realizadores de Puan, en uno de los premios que ganaron, le cedieron la palabra al verdadero decano de la facultad de Filosofía y Letras, el profesor y actor Ricardo Manetti, quien hizo un encendido discurso en defensa de la educación pública que aplaudió hasta Susana Giménez. Las únicas caras incómodas a lo largo de la ceremonia fueron las de Guillermo Francella y Luis Brandoni, cercanos ideológicamente al Gobierno de los hermanos Milei.
Las repercusiones de la entrega de premios, centrada en las quejas de algunos periodistas de espectáculos y figuras mediáticas en la «politización» de los discursos, es una prueba más de que la cultura argentina está viva y dispuesta a resistir. Aún no se sabe si esta ceremonia se volverá a dar el año que viene, porque la cantidad de películas y series que se están produciendo tras el desguace del Incaa es realmente ínfima.
