Cultura

En el camino

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Los aventureros modernos siguen apostando al formato libro para contar sus experiencias en todo el planeta en la era de las redes sociales y la instantaneidad. Motivaciones, necesidades y objetivos de los autores locales que lograron abrirse paso.


Un pasaje hasta ahí. Daniela Elías y Juan Caldaroni en Indonesia. Esteban Mazzoncini en Mongolia. Safari de la familia Zapp.

Escriben viajando y viajan mientras escriben. Esta costumbre no es novedad. Desde Homero, en la antigua Grecia, contando los viajes de Ulises, pasando por Marco Polo, Julio Verne y el Che Guevara, fueron muchos los expedicionarios que a lo largo de la historia fueron plasmando sus vivencias en diarios de viajes que luego se convirtieron en libros. En el siglo XXI, el subgénero de literatura viajera ha cambiado por completo. Por un lado los modos de trasladarse no son los mismos que en los siglos pasados y, por el otro, con las nuevas tecnologías todo es más instantáneo: lo que se vive se cuenta en el momento en que está sucediendo.
Sin embargo, las redes sociales y las plataformas web suelen ser tan efímeras que muchos aventureros modernos siguen apostando al libro. Ese objeto que ocupa un espacio real y que guarda todas las vivencias impresas en una hoja de papel. En este mismo momento, en alguna parte del planeta, un pasajero en tránsito está escribiendo la nueva literatura viajera. En ese grupo de inquietos se encuentran la familia Zapp, Esteban Mazzoncini y la pareja conformada por Daniela Elías y Juan Caldaroni.
Candelaria y Hernán Zapp son los que más tiempo llevan rodando. Desde que emprendieron viaje el 25 de enero de 2000 en un Graham-Paige modelo 1928, tuvieron cuatro hijos, recorrieron más de 300.000 kilómetros y publicaron un libro: Atrapa tu sueño. Con más de 30.000 ejemplares vendidos, abarca los primeros cuatro años de travesía. Poblado de aventuras y vivencias narradas en primera persona, el libro se convirtió en fuente de inspiración para miles de personas en el mundo, ya que fue traducido a doce idiomas.

En pareja o en solitario
«Nos motivó la necesidad: la de compartir, empujada por la necesidad de seguir y, para seguir, necesitábamos hacer unos pesos», le cuenta Hernán a Acción, en el año en que piensan volver a vivir a la Argentina. El padre de esta familia rodante destaca que las lecturas que lo marcaron fueron «Dove, de Robin Lee Grahan, Joshua Slocum, la expedición Kom-Tiki y Vito Dumas con sus historias de navegantes; los libros de aventureros en la Patagonia; Into the wild, de Jon Krakauer y Diarios de motocicleta, de Ernesto Guevara, que luego leímos en familia».
Daniela Elías y Juan Caldaroni están de viaje desde hace nueve años. Todo comenzó cuando empezaron a contar con textos ágiles y fotos sus andanzas en el blog Marcando el Polo. De lo virtual pasaron al texto impreso, al que llamaron Un viaje interior. Como lo definen ellos en su presentación: «No es un libro de relatos, no es una guía de viajes, no es una solución a tus problemas» sino que «es la palabra amiga que te falta para pasar de la motivación a la acción».
«Cuando contábamos las historias siempre nos decían “tienen que escribir un libro”. La idea es animar a otros a viajar, a salir al mundo sin pensar que hay que gastar un montón de dinero», explica Caldaroni. Para esta pareja viajera el libro es una fuente importante de ingresos y le abrió otras puertas laborales como, por ejemplo, una serie de videos que se pasan en algunas líneas de colectivos de Buenos Aires, donde se los ve contando anécdotas curiosas con imágenes de lugares que han visitado.
Esteban Mazzoncini es un viajero solitario que, en 27 años, lleva recorridos más de 90 países. Su blog de crónicas Un viajero curioso lo empujó a dar charlas motivacionales, talleres de fotografía y a escribir dos libros: el homónimo a la bitácora y Desafía tus rutas. «El primer libro nació de la necesidad de compartir historias y demostrar que este mundo es mucho más solidario, seguro y pequeño del que muchas veces nos hacen creer», dice. Como el resto de los autores, Mazzoncini desea que el lector se sienta tan involucrado con las historias que, al terminarlo, «se mueran de ganas por salir a buscar su propio camino».

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