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Ensayos I

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Damián Huergo

Lydia Davis
Eterna Cadencia
495 páginas

Lydia Davis es un bicho raro dentro de las letras estadounidenses. Samuel Johnson se indigna, su primer libro de prosa, en manos de libreros indecisos solía terminar en los estantes de poesía. «La confusión es entendible», dice en el texto de no ficción «Formas e influencias» que incluyó en Ensayos I, el volumen donde reflexiona sobre su propia escritura con la excusa de leer, pensar y diseccionar el estilo de los otros, para entender el secreto del que está hecha la literatura. La rareza de su obra es que, por un lado, se la puede identificar como sucesora de la tradición de cuentistas americanos que va desde Flannery O’Connor hasta Salinger; y, a la vez, como si fuese un eslabón de otro material en ese encadenamiento de nombres, ella tuerce ese lazo con las formas breves que despliega. Sus cuentos ultracortos pueden ser leídos como meditaciones, parábolas, fábulas, microrrelatos o grafitis escritos en algún paredón de Nueva York. Su búsqueda no es experimental sino rizomática: sabe dónde empiezan pero no dónde terminan sus textos. En Ensayos I, la escritora consagrada con el Man Booker Prize en 2013 por sus Cuentos completos, recopiló ensayos sueltos, reseñas, comentarios, tanto sobre la obra de clásicos conocidos (Beckett, Kafka, Joyce) como de artes visuales. Pero, sobre todo, brillan textos como «Treinta recomendaciones para una buena rutina de escritura», donde brinda claves para entender procesos y decisiones que hay que tomar al momento de sentarse a escribir.