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Con sus novelas, cuentos y textos autobiográficos, la escritora colombiana despliega un mecanismo misterioso que abre cuestionamientos profundos y planteos filosóficos. Familia, maternidad y relaciones vistas con el prisma de la literatura.

Primera persona. El libro más reciente de García Robayo contiene relatos de no ficción. (3estudio/Juan Quiles)

Una leyenda familiar asegura que la escritora Margarita García Robayo aprendió a leer a los tres años. Aunque no podrían certificarlo, es cierto que en aquel hogar de profesionales de Cartagena, Colombia, los libros abundaban gracias a su influyente padre. En una suerte de privada ceremonia, a ella se los daba de a uno; Margarita los devoraba para demostrarle «que podía». Autora de libros exquisitos, tanto de cuentos (Cosas peores, ganador del prestigioso premio Casa de las Américas) y novelas (Hasta que pase un huracán, la primera, y la más nueva, Tiempo muerto), su libro más reciente, Primera persona, también publicado en Perú, España y Colombia, es una compilación de relatos autobiográficos que rozan el género del ensayo personal.   
Allí leemos sobre aquel padre: «Me hice una pequeña genio ante sus ojos, una lectora voraz solo de sus libros, me hice una niña vieja para estar más cerca de él». La mirada de los otros y sus consecuencias serán un hilo filoso –de dimensión íntima vuelta social– que atraviesa las capas de cada capítulo. Los textos de no ficción funcionan parecido a su ficción. La agudeza al elegir temas cercanos a cualquier mortal, universales, genera un golpe de inquietud, un empujón al pensamiento en zigzag, una fuga de la razón lineal. En tono a veces irónico y otras seco, amargo, cuestiona y horada las certezas que rodean al oficio de escribir, la maternidad, los ritos de seducción, las relaciones estables, la amistad, lo marginal y lo central.

Itinerancia  
De pasante de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano en su ciudad natal, llegó años más tarde a directora ejecutiva de la argentina Fundación Tomás Eloy Martínez. En el medio, en 2004, había emigrado a Buenos Aires. «Me encontré con una ciudad sepia, antigua, elegante», dice. Y recuerda que su compulsión temprana por la lectura se explica además por razones terrenales: «No había mucho más que hacer, la televisión era limitada, no teníamos parabólica, no existía el cable y alquilar videos era todavía algo caro». Nacida en 1980, de chica escribía ensayos por encargo en su colegio. ¡Y los cobraba! «Pero nunca pensé que sería mi oficio», cuenta. Mientras algunos colegas se sienten limitados al escribir a pedido –así se originó este libro, cuyas piezas fueron publicadas en diversas revistas– a ella le viene bien para pensar sus temas.
En «Mudanza», uno de los capítulos, hace referencia a su vida itinerante. Ahora, afincada en el barrio de Núñez, cuenta que su familia había perdido la casa en una hipoteca y que, desde entonces, debieron mudarse varias veces. «Esa situación económica nos hizo entrenar muy bien en la evasión, en la fantasía constante, y no darnos cuenta de cuán grave eran realmente las cosas. Mis padres se ocuparon de que, de niños, nunca nos diéramos cuenta del esfuerzo increíble que hacían para garantizar nuestra subsistencia. Yo diría que ni yo, ni ninguno de mis hermanos, pensaría en sí mismo como un niño con dificultades económicas. Porque en verdad no lo notábamos».
Con su pareja, el cineasta Mariano Cohn, tuvo dos hijos. En sus textos, no hace concesiones a los imperativos ni a los supuestos sobre la maternidad. ¿Cuál será el peor? «Uf, la maternidad es un tema con tentáculos, no hay forma de abordarlo por una única vía. Abundan los mandatos, pero muchos de ellos vienen dados por nuestra propia incapacidad de deconstruirnos como padres, de diseñar nuestras propias reglas y modelos de familia».
Si muchos intelectuales sostienen que se escribe contra algo, ella dice que «las intenciones que subyacen en los textos a veces son un misterio para uno mismo». Su obra en sí es una prueba de que la literatura puede ser una medusa atrapante a la vez que un mecanismo misterioso para hacernos dudar mientras, en secreto, opera como la filosofía, como un ensayo, como un modo de conocimiento.

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