Cultura | POLÉMICA EN EL MUNDO DEL ARTE

Entre la apropiación y la copia

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Inés Moguillanes

Un posteo del ilustrador Ciruelo a propósito de una pintura expuesta en el Malba reavivó un debate de larga data. ¿Cuándo una obra deja de ser un homenaje y se convierte en un plagio?

Contraste. La publicación de Ciruelo que dio origen a la controversia.

La discusión sobre el plagio en el arte volvió a estar, una vez más, en el candelero. Todo comenzó hace unas semanas cuando el reconocido artista Gustavo «Ciruelo» Cabral publicó en Instagram un texto en el que expresaba: «Visitando el Malba, me encontré con una pintura expuesta que me resultó muy parecida a una pintura mía de 2005 llamada “Dragon Caller”». La obra en cuestión es una de las que, hasta el 13 de octubre, se exhiben en la sala del subsuelo del museo porteño, en el marco de la muestra El desentierro del diablo, de la artista emergente Carrie Bencardino.

El revuelo tras el posteo de Ciruelo no tardó en llegar y una horda de mensajes muy agresivos contra Bencardino (amenazas de violencia física incluidas) inundó las redes sociales, lo que derivó en un descargo de parte de la artista visual. A su vez, el Malba emitió un comunicado repudiando los discursos de odio y en defensa del trabajo pictórico de Bencardino, así como de la apropiación en tanto práctica artística. No obstante, las autoridades del espacio extendieron sus disculpas a Ciruelo (quien aclaró que lejos estaba de demandas y acusaciones, y borró la publicación) y añadieron un cartel explicativo junto a la pintura, mencionando al ilustrador de fantasy como una de las referencias de la artista.

El suceso recuerda a otros casos que dieron que hablar, como el que tuvo lugar en 2021 cuando la pintora Fátima Pecci Carou, quien por entonces estaba exponiendo en el Museo Evita, fuera acusada de copiar a un artista japonés de animé. Un año antes, la fotógrafa Nora Lezano había denunciado por plagio a la artista Mariana Esquivel, quien acababa de ganar el Premio Franklin Rawson, al que terminó renunciando. Si bien el Ciruelo/Bencardino gate no pasó a mayores, sí dejó en el aire varias preguntas: ¿por qué este debate tan difícil de saldar cada tanto resurge con fuerza? ¿Cuáles son los argumentos a favor y en contra de cada posición? ¿Cómo impacta en el terreno de la propiedad intelectual y los derechos de autor el avance de las inteligencias artificiales generativas?


Lecturas en tensión
«Las obras de todos los tiempos y de todos los lugares, solo viven si se habla de ellas. Esta polémica, por más aburrida, agresiva o inconsecuente que resulte, mantiene con vida a las obras a las que se refiere», señala el investigador y profesor Sergio Moyinedo, rescatando un aspecto positivo de la controversia que, al fin y al cabo, termina por contribuir a que las piezas artísticas mantengan el interés público y no caigan en el olvido.

«La vida a la que estaba destinada la obra de Bencardino por la narrativa curatorial del Malba se vio alterada con la aparición de una lectura inesperada», observa el especialista. «La institución construyó el umbral de entrada a la muestra prometiendo apropiación. Pero, como suele pasar con el apropiacionismo, hubo quienes no quisieron o no supieron jugar según sus reglas. Como cualquier juego del lenguaje o de naipes, este supone un saber específico, en este caso sobre la relación entre la apropiación y lo apropiado. Hace rato que una parte del mundo artístico aceptó ese juego. Otra parte no», completa.

Los historiadores de arte, los críticos y los investigadores conforman ese colectivo que aceptó las reglas del juego a la que alude Moyinedo. Hace décadas que en el mundillo académico se alcanzó un consenso sobre la apropiación que, lejos de ser vista como un fraude, es considerada un procedimiento legítimo y habitual en el arte contemporáneo, que pone en tensión las nociones de autoría y originalidad tradicionales, al utilizar elementos de obras ajenas para, desde una posición crítica, dar lugar a nuevas obras e interpretaciones.

Desde la perspectiva del derecho de autor, la práctica del apropiacionismo, popularizada por figuras como Marcel Duchamp, Andy Warhol y Jeff Koons resulta, cuanto menos, problemática. «El diálogo que se produce entre una obra nueva y otra anterior que ya forma parte del canon o que es reconocida es, por lo general, un recurso de homenaje, de puesta en valor», advierte Diego Batalla, abogado y docente especialista en propiedad intelectual. Sin embargo, agrega, la intención de «diálogo entre obras» debe ser clara; solo cuando la referencia a la obra canónica sea obvia e ineludible las aclaraciones serán innecesarias. «De lo contrario, conviene precisar cuál es la obra que se ha tomado para la interacción, de modo que resulte evidente la falta de intención plagiaria, que es lo que nuestro derecho censura a través de la ley 11.723, que postula que nadie puede, sin permiso del autor o titular, usar total o parcialmente su obra», explica. El escenario se ha complejizado aún más con la irrupción de la inteligencia artificial generativa, la cual puso sobre la mesa nuevos desafíos e interrogantes. «El desarrollo y entrenamiento de estos sistemas informáticos se ha realizado a partir de la utilización no autorizada de obras y prestaciones protegidas por el derecho de autor. Actualmente, hay una gran cantidad de reclamos en curso», explica Alejo Barrenechea, presidente de la Comisión de Derechos del Autor de la Asociación de Abogados de Buenos Aires. «Otro punto relevante tiene que ver con la calificación que se les da a los resultados generados a través de las IA, teniendo en cuenta el grado de participación humana en el procedimiento. ¿Estamos en presencia de una obra artística o de un simple contenido?», reflexiona Barrenechea sobre una cuestión que agrega un nuevo capítulo a una disputa histórica, pero aún muy vigente.

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