Cultura

Érase una vez el cable

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Lejos del tono edulcorado de ciertas películas infantiles, las historias de príncipes y criaturas fantásticas se convirtieron en series de TV que renovaron a los clásicos literarios con una mirada libre y oscura.

 

Fantasía y realidad. Caperucita Roja, uno de los personajes de
Once upon a time, que transcurre en el estado de Maine.

Los cuentos de hadas para adultos se han convertido en los nuevos «chiches» de las series televisivas. Blancanieves, Caperucita Roja, Pepe Grillo y hasta Pie Grande, entre otras criaturas literarias de la infancia, han cobrado vida a través del cable. Uno de los estrenos más esperados fue Once upon a time (en castellano, Érase una vez, emitida por Sony), que debutó en 2011 en los Estados Unidos y, al poco tiempo, ya sumaba más de 5 millones de espectadores. El proyecto de Adam Horowitz y Edward Kitsis, guionistas del fenómeno Lost, plantea un universo gótico que combina realidades paralelas, misterio y romance.
Once upon a time transcurre en Storybrook, ciudad ficticia del estado de Maine. Allí han sido desterrados muchos personajes de los hermanos Grimm, Hans Christian Andersen y Charles Perrault, debido a una maldición de la Reina Malvada (Lana Parrilla). La protagonista es Emma Swan (Jennifer Morrison), una cazarrecompensas cuya vida cambia cuando aparece Henry (Jared Gilmore), un chico que carga con un libro de relatos y está convencido de que sus vecinos provienen del mundo de los cuentos. Para salvarlos busca la ayuda de su madre biológica, que no es otra que Emma, quien lo habría entregado en adopción.
La serie ha provocado polémica, ya que se la ha comparado con el libro de comics Fables (Vertigo, 2002), de Bill Willingham. En este, los personajes escapan de sus tierras por una invasión y crean un gobierno alternativo al existente en Nueva York, llamado Villa Fábula. Allí, el Príncipe Azul es un cazafortunas y el Lobo Feroz se enamora de Blancanieves.
Otra reinvención de los clásicos llevada recientemente a la televisión es Grimm (Universal Channel). Ambientada en Portland e inspirada en los cuentos de los hermanos Grimm, sigue los pasos de Nick Burkhardt (David Guintoli), un detective que es el último descendiente de una estirpe de agentes sobrenaturales, encargados de defender a los mortales de los monstruos que viven secretamente alrededor. Tras descubrir su origen, Nick se dedica a cumplir su misión, mientras intenta resguardar su identidad. Esta serie nació con la idea de «recuperar el espíritu de los relatos nacidos en la Edad Media, con malos sin medias tintas camuflados entre los seres humanos».
En sus comienzos, los cuentos de hadas incluían detalles brutales (por ejemplo, la mutilación de los dedos de los pies de las hermanastras de Cenicienta, para que les entrara el zapato de cristal). Según Daniela Gutiérrez, especialista en educación y docente de FLACSO, «los cuentos se contaban en la versión cruel hasta que el “siglo del niño”, a comienzos del XIX, propuso ir suavizando los relatos, asumiendo que otras instituciones (la psicología, la pediatría, la escuela) domarían estos afectos profundos».
Centrada en el amor, también se ve en el cable una adaptación de La Bella y la Bestia (Universal Channel). En esta, Catherine Chandler (Kristin Kreuk) es una detective de la policía neoyorkina que presenció el asesinato de su madre y se salvó de correr igual suerte gracias a una criatura extraña y aterradora. En tanto, Jay Ryan (Vincent Keller, o sea, la Bestia) perdió a dos hermanos en los atentados del 11-S, y luego se enlistó en el ejército y se sometió a experimentos que cambiaron su ADN. Reportado como muerto tras una misión en Afganistán, ronda por las calles ocultándose, para reunirse con Chandler, la mujer a la que rescató.
El cine no se queda atrás de este fenómeno. La española Maribel Verdú arrasó en la última entrega de los premios Goya por su papel como Blancanieves en una versión muda y en blanco y negro. Y Hollywood sacó dos versiones «adultas» de dicho clásico (una con Charlize Theron y otra con Julia Roberts como la Bruja Malvada) y otras cuatro de Hansel y Gretel. Pero, ¿en qué radica su encanto? Para Ana María Bovo, narradora de historias, actriz y docente, se debe a que «después de todas las peripecias que atraviesan los personajes, el final ofrece una reparación, que asegura el castigo a los malos y la felicidad a los buenos. Es un final legitimado por los cuentos populares, que se transmitieron durante siglos. Y ya se sabe que los finales felices, tan inusuales en la vida, son muy necesarios en la ficción».
La reinvención de estas historias para un público adulto parece moneda corriente. Bovo observa:  «Como dijo Miguel de Unamuno, “para novedades, los clásicos”. Es indudable que Hollywood sabe rescatar todo lo que puede reciclarse con éxito». Al respecto, algunos especialistas en la materia señalan que Hable con ella, de Almodóvar, sería «una magnífica interpretación de La bella durmiente». Otro tanto podría decirse de Mujer bonita (1990), la Cenicienta del siglo XX.
«Los arquetipos narrativos también están presentes en los guiones cinematográficos», señala Bovo. «Una prueba de que funcionan es que, aunque uno enganche estas películas por la mitad, se torna irresistible acompañar otra vez a los personajes, aunque se conozca el final». Para los productores existen, además, otros motivos, ya que al igual que las historias de superhéroes, los cuentos de hadas no son sólo material de adaptación, sino también de redituables secuelas.

Francia Fernández

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