Cultura | MARINA YUSZCZUK

Escribir lo imposible

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Osvaldo Aguirre

Ganadora del premio Sara Gallardo, la autora reivindica el riesgo y las imperfecciones en la escritura. La literatura femenina y su rol de editora.

Planes. A la par de su trabajo en Rosa Iceberg, Yuszczuk va a publicar una novela.

En octubre de 2021, cuando recibió el premio Sara Gallardo por su novela La sed, Marina Yuszczuk se puso a planificar un año diferente. «No es que me voy a dedicar totalmente a escribir, para 2022 tengo tres libros previstos para Rosa Iceberg», dice a propósito de la editorial que dirige. Además publicará una historia de fantasmas a la que tituló Para que sepan que vinimos, y está por empezar otra, «con más tiempo, lo que es raro para mí, y también presionada para escribir mejor».
Vampiros y mujeres no es una combinación frecuente en la literatura argentina, y esa es apenas una de las apuestas de La sed. «Si bien leí e hice una investigación, muchas imágenes vinieron de películas que tengo muy ubicadas», cuenta. Los tópicos del relato de terror se cruzan en su caso con una mirada atenta hacia las figuras femeninas, entre una vampira que llega a Buenos Aires a fines del siglo XIX y una mujer que la reencuentra en la actualidad.
La segunda parte de La sed está narrada como un diario íntimo, género que le interesa por sus imperfecciones. «Justamente porque es medio amorfo, el diario habilita una escritura menos premoldeada como puede ser la idea de una novela, con determinada cantidad de capítulos y un relato que debe ir hacia algún lugar. No escribo así», observa.
El año pasado reeditó La inocencia, una ficción sobre una infancia y adolescencia marcadas por la pertenencia a un culto religioso. «Es una primera novela. Para mí esa categoría tiene algo especial. Me parece desorganizada, cambia de tono en cada capítulo, pero yo lo percibí en el momento y me pareció interesante, esa cosa de libro mal hecho me cae bien», dice. «Se notan mucho los libros que salen de una clínica de escritura: tienen algo prolijo, un profesionalismo incipiente, y al mismo tiempo son más parecidos entre sí, menos arriesgados. Vengo del ámbito de la poesía, donde uno escribía y aprendía a medida que publicaba».

Volcán de palabras
El libro Madre soltera ocupa un lugar central en su producción poética. En la experiencia del parto y del período inicial de la maternidad, Yuszczuk encontró un límite para discursos corrientes y lugares comunes: «Quería contar cómo era amamantar y la situación de vivir el cuerpo de una manera salvaje, pero todo ese libro gira alrededor de la idea de que no tenía palabras para contar lo que me pasaba. Es medio imposible hacer literatura con el puerperio, pero siempre hay que escribir lo imposible».
Si «la experiencia es un volcán», como anota en un poema, la escritura registra el temblor. «La maternidad es empezar a tener un cuerpo desconocido, una redefinición hasta lo más hondo del ser. Hoy nadie quiere padecer nada, existe un rechazo fuerte por todo lo que pueda ser transformación, turbulencia, y por eso la pandemia nos afectó tanto», analiza.
En 2016 fundó Rosa Iceberg, editorial dedicada a la literatura de mujeres, junto con Tamara Tenembaum y Emilia Erbetta. «Teníamos muy presente que había prejuicios en relación con la escritura de mujeres. Cinco años después el panorama se transformó a una velocidad increíble», señala. «En literatura pasa todo el tiempo, lo que era marginal se vuelve mainstream. Nunca elegí libros por tema, como para dialogar con la agenda feminista, sino escrituras. No podemos festejar un libro simplemente porque sea de una mujer».
Organizado por el Ministerio de Cultura de la Nación, el premio Sara Gallardo estuvo dirigido a autoras argentinas. El hecho de ganar la primera edición realzó la repercusión de La sed y el trabajo de una escritora cuya poética podría condensarse en una frase que Yuszczuk desliza al pasar, como para sí misma: «Hacer tu obra sin especular y sin ser complaciente».

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