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Espectadores activos

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La prolífica dramaturga acaba de estrenar «Dignidad», una obra que pone al descubierto la trastienda del poder. Ganadora del premio ACE de Oro, reflexiona sobre su vínculo con el teatro, sus trabajos más recientes y el impacto de la crisis en la cartelera.


(Juan C. Quiles/3Estudio)

Estar frente a Corina Fiorillo implica asistir a una dualidad que bien podría explicar parte de su éxito como directora: su cuerpo, pequeño, se enaltece frente a su imponente voz, que denota convicción y capacidad de mando. No por nada salió más que airosa a la hora de llevar a escena El principio de Arquímedes o Animales nocturnos, piezas dilemáticas que le dan la posibilidad de sacudir al espectador. «Lo que me importa cuando leo un texto es que me dé ganas de contarlo, de llevarlo a escena. Después, me atrapan los materiales que son controvertidos, que generan polémica», sostiene.  
En un año electoral, la directora asumió el desafío de llevar a la sala Maipo Kabaret un material como Dignidad, que se mete en la «cocina del poder» y en el que se destacan los actores Gustavo Pardi y Roberto Vallejos. La obra fue adaptada por Elio Marchi, en una labor crucial. «Además del lenguaje, hubo una gran adaptación en cuanto al sistema político, que en España es muy distinto. Y hubo casos puestos por el dramaturgo que referían a determinados partidos políticos de España, que acá hubo que recontextualizar», señala.
La teatrista es consciente de que ella misma se transformó en un elemento importante para los espectadores, quienes la eligen por el reconocimiento alcanzado. De hecho, el año pasado quedó fuertemente respaldada por la prensa al obtener el Premio ACE de Oro. Frente a este cuadro de situación, Fiorillo reflexiona: «En realidad, lo que se va modificando es la mirada del otro. Yo desde hace muchísimos años trabajo siempre igual, y creo que a partir de El principio de Arquímedes hay algo que quedó, en el hecho de tratar de contar con un espectador activo a la hora de mirar la obra. Pasó con Nerium Park y con Miembro del jurado, que es anterior».

Oportunidad y resistencia
Con El principio de Arquímedes, la directora tuvo además el curioso privilegio de transitar los tres circuitos: el oficial, el comercial y el «off». Frente a la caída en el poder adquisitivo, Fiorillo es optimista porque cree que los teatristas logran amoldarse a los tiempos de crisis. «Yo tengo una pequeña sala, El ópalo, y soy testigo del esfuerzo que hacemos las salas para poder mantener los espectáculos. Creo que las crisis son momentos en donde todos nos unimos y nos ofrecemos al hacer en la resistencia», sostiene. Y agrega: «A diferencia del teatro oficial, que está en crisis, y el comercial, que está asustado porque hay una gran retracción económica, creo que el alternativo logra encontrar en este contexto un hueco muy valioso y que es, por ejemplo, empezar a ganar espectadores que no pueden pagar una entrada de 600 pesos y entonces empiezan a transitar por otras salas».
¿Qué se puede hacer cuando se quiere producir un material costoso en un contexto económicamente complicado? Tebasland, obra del dramaturgo uruguayo Sergio Blanco, que estrenará este año, responde en buena medida esta pregunta. Gracias a un «work in progress» ofrecido a un grupo espectadores, se pudo cubrir parte de los costos de producción. «Fue una experiencia genial. Hicimos una pasada sin el final, sin iluminación pero con escenografía. Los debates no se terminaban», cuenta Fiorillo. Y adelanta que en breve dictará un seminario sobre la construcción dramática de la obra.
Finalmente, lo que subyace a todas sus empresas artísticas es la satisfacción de trabajar con actores. Y Fiorillo ha incluido en sus elencos figuras reconocidas, otras no tanto, de diferentes generaciones. «De un actor espero que confíe en mí, que se entregue al juego que abro», dice. Y concluye: «Trabajo mucho con el actor. Busco franqueza y que pueda estar vivo, que pueda entregar todo».