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Estados alterados

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Pablo Díaz Marenghi

Fogwill
Blatt & Ríos
120 páginas

Además de ser uno de los escritores más peculiares de la literatura argentina reciente, Fogwill fue un ensayista mordaz. Sus artículos periodísticos combinaban una ironía y una acidez únicas. Este libro expone un texto inédito hasta el momento y amplía el pensamiento del autor. Encargado por la revista El Porteño en su vuelta de 2000, nunca se publicó debido a su extensión. En un estudio previo, a cargo de Silvia Schwarzböck, se explica cómo el escritor pretende «verduguear a los que quiere avivar». Cuestiona y desafía a la propia revista que le encomendó el texto al sugerir, palabras más o menos, que en el nuevo siglo su retorno perdía sentido. Ahora, dirá Fogwill, es sencillo escribir prácticamente cualquier cosa cuando, en aquellos tiempos, la redacción sufrió un atentado con una bomba debido a sus contenidos. También es autocrítico hacia sus ideas de los 80 y dispara frases que se leen como refranes o eslóganes, propios de su experiencia en el trabajo publicitario: «Compro cualquier mito menos el de que todos somos buenos muchachos». Se convierte en un aguafiestas que critica con munición gruesa hasta al propio director del medio, Gabriel Levinas. Entre tanto, comenta el estilo de escritores jóvenes de aquel momento como Martín Gambarotta o Santiago Llach. Reivindica el prejuicio como invitación al pensamiento y enfatiza su tono de compadrito literario. «Sin enemigos, no se puede pensar», escribe. En tiempos de rescates editoriales que huelen a movidas de marketing, bienvenido sea este texto que funciona como una intervención pública en una época donde cualquier gesto que desafía cierta corrección política pareciera estar condenado al peor de los oprobios.

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