Cultura

Expedicionario de las tablas

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Con un pasado de rugbier, abogado y viajero a cuestas, hace unos años decidió apostar todas sus fichas a la actuación. Hoy es una de las promesas del teatro y el cine independientes.

 

En ascenso. El actor participó en obras de teatro como Ala de criados y Fauna y en películas como Villegas y Un mundo misterioso. (Jorge Aloy)

En octubre del 2005 Esteban Bigliardi se reunía con Pilar Gamboa y Esteban Lamothe en una salita de Scalabrini Ortiz y Castillo para improvisar algunas situaciones y armar, a partir de esas pruebas, una obra de teatro. Habían ejercitado ese sistema de trabajo en las clases de Alejandro Catalán, uno de los maestros de actuación más reputados de la Argentina, y estaban obsesionados con hacer algo que tuviera el espíritu perturbador de Funny games, la gran película del austríaco Michael Haneke.
Después de un mes de ensayos anárquicos, apareció la necesidad de convocar a alguien que dirigiera ese proceso. Y así llegó Romina Paula. La historia posterior es más o menos conocida, al menos para los que están atentos al devenir del teatro independiente porteño: se produjo la creación de la compañía El Silencio (a la que se sumó la actriz Susana Pampín) y se encadenaron tres obras que fueron muy celebradas por el público y la crítica: Algo de ruido hace, El tiempo todo entero y la más reciente Fauna.
En Fauna, Bigliardi es Santos, un personaje seco y enigmático que aparece fantasmalmente en una historia que se desarrolla con pocas pistas para el espectador, para terminar de manera notable con un trabajo que equilibra misterio y emotividad. Igual que en Villegas, la película que protagonizó con Lamothe, en Un mundo misterioso, film de Rodrigo Moreno exhibido en el prestigioso Festival de Berlín, y en Ala de criados, exitosa obra de Mauricio Kartún, este actor que también es abogado y fue rugbier se luce gracias a su ductilidad y un particular magnetismo.
¿Imaginaría Bigliardi hace unos años  que el presente lo iba a encontrar en este lugar, con elogios a granel por su trabajo en Fauna y una participación importante en el elenco de la nueva película de Lisandro Alonso, protagonizada por Viggo Mortensen? «Empecé con la actuación recién a los 30 años, así que las expectativas eran mesuradas», cuenta Bigliardi. «A los 23, me recibí de abogado. Durante la carrera trabajé en una Fiscalía Correccional  y en algunos estudios. Me recibí y me di cuenta de que no me entusiasmaba trabajar de eso. Entonces me dediqué a viajar por el mundo».
Luego encontró una fórmula propia: «Trabajaba un poco y me iba de viaje. Levantaba todo lo que estaba haciendo y recorría Sudamérica, Europa, Oriente Medio. Estuve en lugares muy raros y conocí mucha gente interesante y extraña. Hubo un momento en el que quise instalarme definitivamente en Buenos Aires y hacer algo que tuviera que ver con el cine. Miraba mucho cine en aquella época y quería trabajar en una película, así que empecé a anotarme en talleres de teatro».
Mucho antes de eso, había pasado por Curupaytí, el club de rugby de la zona donde nació y aún viven sus padres, Hurlingham. «Jugué desde los 5 años hasta los 21», recuerda. «Mi papá fue un jugador de rugby fuera de serie y un tipo muy divertido dentro de la cancha. Él nos entrenaba y nos enseñó que no importaba ganar o perder, sino mantener un estilo y respetar las reglas, el juego limpio. Antes de cada partido, nos decía “vuelo, vuelo, imaginación”. Con los años, se fue armando un grupo cada vez más sólido y nos transformamos en un equipo de alta competitividad que jugaba un rugby muy vistoso y efectivo. Ganamos campeonatos de juveniles e hicimos una gira invictos por el Reino Unido y Francia que fue inolvidable. Después, 8 de los jugadores de esa camada integramos el plantel superior del club y con apenas 20 años ascendimos a Primera División. Jugué un año en Primera intermitentemente y dejé. Quería terminar la carrera de abogado».
Hoy, el rugby y la abogacía parecen ser definitivamente parte del pasado, aunque él sigue yendo a Hurlingham a ver a Curupaytí de tanto en tanto. En su diario personal, la actuación está en primer plano. Bigliardi se reparte entre el teatro y el cine con el mismo entusiasmo: «Me gustan mucho las dos experiencias. En el teatro, la comunicación directa con el público genera un vínculo poderoso, y se produce una ceremonia casi sobrenatural. En sus orígenes, el teatro estaba conformado por ritos mágicos de caza y servía para invocar a los dioses. Los ecos de esas costumbres atávicas llegan hasta hoy. Para mí, formar parte de esa experiencia es de una fuerza vital maravillosa. Muchas veces, después de las funciones no me puedo dormir; es como si toda esa energía me quedara rebotando dentro del cuerpo».
Por su parte, en el cine «la experiencia es otra. Hay algo más artesanal. Como actor, sos un elemento más de la película. Es todo mucho más fragmentado y requiere de una concentración enorme. Las películas en las que me tocó participar se filmaron en escenarios naturales, por lo que las experiencias fueron muy verdaderas. Es lo más parecido a esas expediciones de siglos pasados en las que un rey o un grupo de hombres con capital contrataban a un capitán y fletaban un barco con marineros, curas, científicos, médicos, soldados y cocineros. Podían descubrir América o hundirse antes de llegar a las Islas Canarias. Creo que voy a querer participar en experiencias de ese tipo toda mi vida».

Alejandro Lingenti

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