19 de abril de 2023
La muerte de María Kodama dejó abierta una serie de interrogantes sobre los derechos de autor del máximo escritor argentino. Legado literario y proceso judicial.
Giro sorpresivo. Se suponía que Kodama había previsto la sucesión de Borges, pero la ausencia de testamento mantiene la incertidumbre.
Foto: Archivo Acción
Se suponía que María Kodama había previsto la sucesión, pero la ausencia de testamento ante su muerte mantiene la incertidumbre respecto a la herencia y a los derechos de la obra de Jorge Luis Borges. Mientras la Justicia dirime la cuestión, nuevos estudios y un ciclo de conferencias en la próxima Feria del Libro de Buenos Aires revisan y celebran los textos y la trayectoria del máximo escritor argentino en el centenario de la publicación de Fervor de Buenos Aires, su primer libro.
Kodama murió el 26 de marzo. Si en vida fue polémica y no evitó las confrontaciones, las necrológicas rescataron su trabajo en la difusión de la obra de Borges y hasta la sublimaron con una frase atribuida por ella al escritor: «María es mi samurái». Pero la falta de un testamento contradice la imagen de la albacea celosa y previsora de los menores detalles.
En agosto de 2022, Kodama afirmó en una entrevista con el diario La Nación que los derechos de la obra pasarían a una universidad estadounidense donde Borges pronunció conferencias y a una universidad japonesa en la que estudiaban su obra. Hasta el momento no se encontró ningún documento que avalara esas declaraciones.
El 4 de abril, un día después de que el abogado Fernando Soto presentara una denuncia por herencia vacante, comparecieron ante los tribunales porteños cinco sobrinos de Kodama y reclamaron ser considerados como herederos. Los bienes en cuestión incluyen además, entre otras propiedades, la sede de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, creada por Kodama en 1988, y la biblioteca personal del autor de El Aleph.
Kodama y Borges se casaron el 26 de abril de 1986 en Paraguay. Ella lo acompañaba desde la muerte de la madre, en 1975, y compartieron viajes y la escritura de dos libros. Borges modificó el testamento donde también declaraba heredera a su empleada doméstica y murió el 14 de junio de aquel mismo año en Ginebra, donde fue enterrado.
«Kodama hizo una cosa que estuvo bien: poner en circulación los libros que Borges había censurado para la edición de sus obras completas», dice Martín Prieto, profesor de Literatura argentina en la Universidad Nacional de Rosario, en alusión a El tamaño de mi esperanza, El idioma de los argentinos e Inquisiciones. «Esos libros volvieron a estar en circulación y eso fue muy importante para los lectores y para los estudiosos», agrega el también poeta y autor de Breve historia de la literatura argentina.
Al mismo tiempo, sigue Prieto, «jugó un papel lamentable en el sentido de apropiarse de una obra que era un poco de todos y de ordenarla según sus propios criterios». En particular «Beatriz Sarlo estaba cancelada en el mundo Borges por decisión de Kodama, y ella actuó mucho en ese sentido y de esa manera y más allá del cobro de los derechos que le pertenecían ocupó un lugar que no le correspondía en beneficio de su propia notoriedad».
El casamiento y el viaje a Ginebra fueron cuestionados por Norah Borges, hermana de Borges, y Adolfo Bioy Casares, y la modificación del testamento agregó sospechas. En términos legales, esas observaciones no pasaron de las suspicacias, pero Kodama pareció impulsada por la necesidad de legitimarse como albacea y reafirmar su autoridad tanto en el rechazo sostenido a la repatriación de los restos como en un control sobre la obra donde los asuntos literarios se confundieron con cuestiones de orden jurídico.
El litigio que inició en 2009 contra el escritor Pablo Katchadjian ejemplificó esa confusión. Kodama lo denunció por plagio, sin notar el experimento que Katchadjian hizo en El Aleph engordado al incorporar el célebre cuento. Recién en 2021 la Justicia dictó la falta de mérito e impuso el pago de costas a la viuda, que ahora forman parte de su legado.
Kodama también demandó a Osvaldo Ferrari, que publicó tres libros de entrevistas con Borges realizadas para un programa de radio, y reclamó el pago de derechos de autor. El juicio se prolongó durante diez años y llegó a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que en 1997 falló a favor del periodista.
Además querelló por calumnias e injurias a Juan Gasparini a raíz del libro Borges: la posesión póstuma (2000), publicado en España. Gasparini investigó los pormenores del testamento de Borges, puntualizó irregularidades en el casamiento con Kodama y planteó que el matrimonio fue de apuro y por la necesidad de asegurarse los derechos sobre la obra. La Justicia correccional porteña rechazó la demanda en 2004.
En cambio, el español Agustín Fernández Mallo tuvo que retirar de circulación El hacedor (de Borges) Remake y el editor francés Jean Pierre Bernés no pudo difundir 120 cintas de diálogo con Borges. «Tengo que evitar que distorsionen y bastardeen la obra. Yo no puedo permitir absurdos», se justificó, mientras contrató como representante a Andrew Wylie, apodado el Chacal, el agente literario más importante del mundo. Kodama se atribuyó ser la intérprete de la obra del maestro.
Valor y vigencia
En la perspectiva de lectores y escritores, el valor de la obra se afirma más allá de los problemas que se tratan en los Tribunales. «La presencia de Borges tiene que ser entendida no ya en términos de literatura argentina sino universal, del mismo modo en que citamos a Kafka o a Dante Alighieri. Incluso cuando uno no está de acuerdo con ciertas formulaciones ideológicas, Borges inquieta y resulta muy estimulante», dice Aníbal Jarkowski, escritor y profesor de Literatura Argentina en la Universidad de Buenos Aires. Fervor de Buenos Aires inaugura la obra y un proyecto literario. «Borges inventa la literatura del arrabal, recorta una zona de Buenos Aires que no tenía cualidades literarias intrínsecas y crea una mitología. No digo que los escritores jóvenes piensen como él, pero Borges abrió una cantera donde cada uno puede trabajar sobre espacios desangelados de su propia experiencia», señala Jarkowski. El centenario de Fervor Buenos Aires será justamente celebrado en la Feria del Libro de Buenos Aires con un ciclo de conferencias a cargo de Annick Louis, Valerie Miles, Juan Cruz Ruiz, Razu Alauddin (traductor de Borges al bengalí), María Rosa Lojo, Patricia Kolesnicov, Verónica Abdala y Alejandro Vaccaro, entre el 29 de abril y el 13 de mayo. El homenaje coincide con la aparición de nuevas publicaciones sobre un legado inagotable en términos literarios: Borges, vida y lecturas, de Alejandro Vaccaro (Emecé) y Borges babilónico (Fondo de Cultura Económica), una compilación de Jorge Schwartz que reúne 75 «entradas» de destacados especialistas sobre personajes, cuentos, lecturas, publicaciones y otros aspectos del universo borgeano. Jarkowski es también profesor en la Maestría de Escritura Creativa de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, donde propone leer los ensayos de Otras inquisiciones como la novela de un lector, y el año pasado publicó Si, una ficción alrededor de la relación de Borges con la escritora y traductora Estela Canto. «Borges sigue funcionando como un patrón de calidad, aunque la literatura argentina actual pueda ir por otro lado y tome distancia del manierismo y la precisión retórica de su estética», afirma. Martín Prieto afirma por su parte que la obra de Borges «se proyecta extraordinariamente hacia las generaciones contemporáneas, está muy vigente en los nuevos escritores argentinos, en las nuevas escritoras, como también lo comprobamos en nuestras clases en la universidad». En su perspectiva el juicio contra Katchadjian terminó por vincular a la obra con un público joven, «por lo que provocó hacia afuera de la literatura y también por lo que provocó hacia adentro, con la discusión sobre el plagio; e incluso uno podría decir que hay jóvenes autores influenciados por Borges sin haberlo leído, a través de César Aira y de Juan José Saer». Una herencia que no es motivo de litigio sino de creación y de asombro.