Cultura | «DAMAS BRAVAS» EN EL CCC

Heroínas anónimas

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Ezequiel Obregón

La obra del grupo El síndrome de Eureka en colaboración con el dramaturgo Alfredo Allende aborda el vínculo entre cinco mujeres durante el Cruce de los Andes.

Elenco. Las actrices interpretan a Remedios de Escalada, una monja española, una dama mendocina, una viuda chilena y una criada mapuche.

Foto: prensa

Hay una frase sostenida por la doxa que señala que «detrás de todo gran hombre hay una gran mujer». Verdadera o no, lo cierto es que la presencia femenina a lo largo de la Historia ha sido muchas veces menospreciada o, directamente, borrada. A contramano de esa tendencia, Damas bravas hace foco en la intervención de un grupo de mujeres que confeccionaron la bandera para el Cruce de los Andes. La obra nos traslada a la Nochebuena de 1816 y nos sumerge en una escena pródiga en humor físico, con un texto que funciona como un mecanismo de relojería y permite el lucimiento de cada una de las actrices: Mirna Cabrera, Flor Orce, Julia Nardozza, Florencia Patiño y Florencia Pineda. Ellas les dan vida a Remedios de Escalada, una monja española, una dama mendocina, una viuda chilena y una criada mapuche. 
«En nuestras obras anteriores siempre hicimos creación colectiva. Así que esta fue, desde el comienzo, una experiencia distinta», comenta Patiño, quien interpreta a Remedios de Escalada. Y entonces cuenta que el dramaturgo y director Alfredo Allende «nos vino a ver a nuestro espectáculo anterior y nos propuso escribir un texto pensando en nosotras. Una vez que elegimos los personajes, hicimos trabajo de mesa y empezamos a ensayar. Alfredo nos dio mucha libertad para crear los personajes, más allá de lo que dicen y de sus características. Encontramos muchos espacios de juego en la comedia física: tenemos formación en clown, una de las chicas toca el piano y otras son titiriteras. Nos permitió aprovechar esas herramientas, de algún modo. También la llamamos a Gabriela Goldberg, que hizo la coreografía».

Imágenes e ideas
En Damas bravas la presencia femenina resulta central, pero a la vez cobra relevancia la figura del General San Martín, quien –en términos de Alfredo Allende– «no está en escena, pero sí en la mente del espectador». Respecto a la indagación sobre el pasado que propone el texto, el autor reflexiona: «En general cuando escribo teatro lo hago sobre asuntos alejados del presente, porque me satura, me cansa. Es algo demasiado transitado y no ofrece, en primera instancia, un atractivo, aunque desde luego que hay obras que lo encuentran. Entro con enorme gusto al pasado porque, además, lo puedo recrear. Hay cosas que es necesario respetar, pero hay otras que uno recrea. Y también se pueden decir algunas cosas que no están muy difundidas: por ejemplo, en esta obra me gusta contar que San Martín le ha “sacado” de todo a los mendocinos. Les puso impuestos, les quitó peones y cosechas para llevar a la expedición, porque Buenos Aires no le daba casi nada. Me gusta poner datos polémicos o contradictorios que no están muy divulgados. El pasado me trae imágenes e ideas».
Si bien se trata de una pieza concentrada en un hecho histórico, en pleno auge del feminismo adquiere nuevas interpretaciones. Al respecto, Patiño observa que «formar parte de un grupo de mujeres que nos apoyamos y creamos me llena de felicidad, orgullo y esperanza. No se trata solamente de actuar, la compañía es también un espacio de contención. Nuestra filosofía es el trabajo en cooperativa, algo que tiene en cuenta la parte humana más allá de otras cuestiones. Atravesamos embarazos, duelos, separaciones, cambios, falta de trabajo. Como actriz, me divierte muchísimo hacer personajes de otra época, con otra idiosincrasia y otros valores, y no aggionarlos en pos de una crítica del feminismo moderno, porque sería muy vacío. Representando a esas mujeres podemos llevar a una reflexión muy actual también. En la obra aparece una criada y ponemos en contradicción que se busque la libertad del pueblo mientras se tiene una esclava. A partir de eso aparece la reflexión, no desde una bajada de línea o una moralina, sino mostrando nuestras propias grietas y nuestra evolución. No queremos romantizar los vínculos del feminismo».

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