Cultura

Historias de transición

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Al calor de la militancia feminista contra el patriarcado, en los últimos tiempos se publicaron libros que narran en primera persona el descubrimiento de una identidad de género afín a la idea de diversidad. Lenguaje inclusivo, realidad y ficción.


Cambio. En su último trabajo, I. Acevedo hace público su pasaje al género masculino.  (Jose Nico)

Es el año 1970 y, en «Escúchame entre el ruido», Moris canta: «El hombre tiene miedo de ver la verdad/ de ver que él era algo que no podía definir/ de ver que al fin su sexo pudo ser o no ser/ que no era absoluto, que podía ser la flor». Un verdadero adelantado que pudo ver la fluidez de los géneros y la resistencia de cierta parte de la sociedad. En ese sentido, la época actual es ejemplar: se produjo una modificación sustancial sobre la manera de relacionarse con el deseo y con el cuerpo. Se trata de la búsqueda de una libertad individual que no puede quedar sujeta a cuestionamientos, por más que –todavía– suceda. Y la literatura, como lente amplificador de realidades, también interviene en la discusión.
En los últimos tiempos aparecieron una serie de libros escritos por personas que buscan escapar a los cuestionamientos y las imposiciones del género con el que nacieron. «La sexualidad en nuestras propias vidas es sinónimo de amplitud, aunque no siempre eso se vio reflejado en el plano de la literatura o de las artes», explica la periodista Verónica Abdala. «Lo que ha variado es la visibilidad que se le da a algunas prácticas, y ese margen se va ensanchando con el tiempo. El hecho de que en este presente se hagan visibles y se narren cada vez más variables en relación con la sexualidad tiene que ver con que la información que circula es mayor y hay menos temor al prejuicio».

Nuevas reglas
Un departamento en Urano. Crónicas de cruce (Anagrama), de Paul B. Preciado, es un conjunto de textos escritos para el diario francés Libération, que retratan, con una prosa muy lúcida, el cambio de sexo, de género y las luchas burocráticas que esto acarrea. Dice en la introducción: «Cruzar es al mismo tiempo saltar una pared vertical infinita y caminar sobre una línea dibujada en el aire. Si el régimen heteropatriarcal de la diferencia sexual es la religión científica de Occidente, entonces cambiar de sexo no puede ser sino un acto herético».
En los cuentos de Late un corazón (Rosa Iceberg), I. Acevedo habla de su transición hacia el género masculino. «Las instancias de mi identidad (primero como lesbiana, luego como trans), se asociaron directamente a preocupaciones políticas. Esto, ligado a la práctica literaria, enseguida se volvió una inquietud por pensar la tradición feminista, las herramientas que podemos contar para tener crítica literaria de una creciente biblioteca trans», cuenta. «Ni bien pude empezar mi transición, me di cuenta de que tenía privilegios. Uno de ellos fue la posibilidad de tomar la palabra en lugares públicos cuando alguien me invitaba a una lectura, y también cuando pude escribir crónicas en el suplemento Soy, de Pagina/12. Yo aproveché todas esas instancias para anunciar mi transición y volverla pública».


Por su parte, María Insúa publicó la novela Bicho taladro (Paisanita), protagonizada por una mujer que está en crisis con todas las instituciones sociales, incluyendo su propio género y la lengua legitimada por la Real Academia Española, de ahí la utilización de lenguaje inclusivo. «Es fascinante este siglo, me tiene enamorada con sus cuestionamientos», explica. «Durante décadas me formé en educación usando el masculino genérico sin reflexionar, y fueron los años en los que no era consciente del tipo de ficción que escribía. Ahora, después de la militancia feminista, escribo de forma más consciente y usando el lenguaje inclusivo. Y las dificultades son las propias de algo incipiente, sin forma y sin acuerdos. Pensemos que estas son las maneras en que se modifican las lenguas, desde el habla, de forma caótica, subvirtiendo las reglas».

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