Cultura

Historieta viva

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Tapa. La ilustración de la edición especial lleva la firma de Diego Parés.

No todos los meses una revista llega a los 100 números. Mucho menos, una revista de historietas, un género que resurgió en el país recién en los últimos años, tras la devastación que el sector sufrió durante la convertibilidad. Sin embargo, con su edición de febrero, la Fierro alcanza su centésima edición. Y se podría decir, incluso, que lo hace por segunda vez en su historia. La primera etapa de la publicación también llegó a ese número, pero no lo superó. Sí tuvo algunas ediciones especiales y volúmenes recopilatorios. Su andadura terminó junto con la crisis económica de fines de los 90. El nuevo ciclo comenzó hace algo más de 8 años, esta vez ya no como parte del catálogo de Ediciones de la Urraca, sino como producto asociado con el matutino Página/12.
Aunque los viejos fans del título mantienen críticas sobre la publicación, lo cierto es que la «nueva» Fierro permitió en estos 8 años la aparición de 20 libros recopilatorios publicados por distintas editoriales del país. Además, la propia revista lanzó una docena de clásicos, en versiones accesibles para los kioscos de diarios. De una de las recopilaciones (El hipnotizador, de Pablo de Santis y Juan Sáenz Valiente), la señal de cable HBO está produciendo una serie de televisión. Y, además, sirvió para consolidar a una nueva generación de autores. Muchas de las críticas que sufre la revista surgen de su solitario lugar en el sector: es que la edición nacional de historietas viró hacia el libro y Fierro es la única publicación regular de la disciplina.
«La primera etapa de Fierro venía a remolque de la Humor y formaba parte de ese maravilloso proyecto que llevó a cabo Andrés Cascioli con Ediciones de la Urraca», recuerda Horacio Altuna, leyenda de la historieta hispanohablante. «Además de juntar buenos profesionales, proponía una nueva manera de hacer comics, con más libertad en todo sentido», agrega. En ese sentido, el dibujante de El loco Chávez recuerda los episodios de censura en Columba y la «voluntad menos transgresora de Editorial Record». «Sobre todo, ahí nos reconocían los derechos de autor, cosa inaudita para la época, en la que Cascioli fue precursor: ahora nadie los discutiría», completa.
Altuna también compara la composición del staff de una y otra etapa. «En aquella Fierro se hacía un buen mix, estábamos los más veteranos y clásicos, y los nuevos que empezaban a asomar con nuevas estéticas: era toda una apertura interesante y novedosa», rememora. En la nueva etapa, señala, la mixtura de tendencias y estilos gráficos se vuelca hacia las formas más novedosas. «Mi camada ya tiene otros canales» de expresión, advierte el cocreador de Las puertitas del Señor López, que confiesa que tiene material para la revista, pero que le parece «bueno dejar espacio para los nuevos». Y aunque Fierro suele publicar comics inéditos en el país, de Carlos Trillo o Juan Giménez, por ejemplo, no deja de ser un ejemplo de exploración creativa y espacio abierto a los nuevos creadores. ¿Quién dice que los Minaverry del presente no son los Solano López del futuro?

A. V.

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