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El mundo de los abogados, magistrados y fiscales es el epicentro de un número creciente de unitarios, telenovelas y películas que indagan en los pliegues ocultos del derecho. De Cien días para enamorarse a Morir de amor, pasando por las series extranjeras.


Trama oscura. Esteban Bigliardi y Siciliani: los manejos de la medicina prepaga.

En un año magro para las ficciones televisivas, Cien días para enamorarse se reveló como un gran éxito. La historia de la pareja que pacta una prórroga para saber si realmente vale la pena mantener la relación capturó la atención de los televidentes, quienes también ingresaron en el singular universo de los abogados. Parte del atractivo de la telenovela radica en uno de sus epicentros, el estudio que dirigen el matrimonio compuesto por Laura (Carla Peterson) y Gastón (Juan Minujín).  
La tira hizo de ese estudio algo más que un mero telón de fondo: reflejó las tensiones que enfrentan a diario los profesionales, verdaderos mediadores de situaciones que, por lo general, difícilmente podrían ser resueltas sin su ayuda. Esta característica «intersticial» se suma a un componente sumamente atractivo para el drama: con el mismo conocimiento sobre la ley pueden acercar posiciones o alimentar a fuerzas antagónicas.
Frente a este tipo de argumentos, el espectador contemporáneo ha perdido ingenuidad. Exige que las tramas judiciales tengan solidez, pero que tampoco desmerezcan la mirada humanista sobre los casos abordados. Difícilmente hoy el público pueda digerir el didactismo aleccionador de ciclos como Sin condena, aquel unitario de los 90 dedicado a la transposición de hechos reales.

Zonas oscuras
Los éxitos de películas como la ganadora del Oscar El secreto de sus ojos y Tesis sobre un homicidio actualizaron la mirada del espectador sobre los hilos de la Justicia, que con frecuencia opera fuera del marco del bienestar porque también posee su zona oscura. Ese rasgo es explorado actualmente por la miniserie Morir de amor, que tiene como protagonista a una abogada que trabaja para una empresa de medicina prepaga. Cuando su médico la declara enferma terminal, ella empezará a sufrir en carne propia los manejos espurios de la firma que representa.


Notable. La serie Crímenes americanos.

Según Gonzalo Demaría, coautor junto con Erika Halvorsen de la idea original de Morir de amor, «frente a este tipo de relatos nos reconocemos en la frustración de lidiar con esas empresas de alto nivel, que son fatales. Esa frustración está en nosotros, y cuando aparece una figura vengadora el público se identifica».
Fiscal en lo Criminal y Correccional que intervino en crímenes como el de Ángeles Rawson, María Paula Asaro considera que «los medios, al tratar de poner en evidencia el funcionamiento del servicio de Justicia, lo someten a prueba. Y entonces se le da la oportunidad a la gente de jugar o imaginar cómo ellos, de poder hacerlo, resolverían los casos, como si fueran jueces o fiscales. Es un ejercicio muy común que se nota en cualquier charla».
Hay muchas series y documentales de investigación que le proponen al televidente un mayor nivel de análisis, como ocurre en las notables Crímenes americanos, The Keepers, Making a Murderer y Wild Wild Country, presentes en el catálogo de Netflix. Allí también aparecen películas como El abogado del mal, Fachada, Court y Shahid, entre tantas otras.
La argentina El patrón (2013) es una de las producciones locales ofrecidas por el gigante del streaming. Su trama avanza a medida que un joven abogado trabaja en la defensa de su cliente, víctima de un sistema de opresión y marginalidad. «Hay una persona que mató a otra, ¿pero qué hay detrás de este asesinato?», plantea Sebastián Schindel, su realizador. «Lo que hay es una tragedia humana, individual, que representa un problema que está en toda la sociedad. A mí, el policial de “descubrir quién lo hizo” no me interesa. Lo que me interesa es explorar por qué ocurren esos crímenes, no quién los hizo».

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