20 de abril de 2022
El contrabajista editó su cuarto disco solista, que lo ubica como una figura central del jazz en Buenos Aires. Los elementos que definen su estilo.
Marca de origen. «Hay algo de peronismo en mi modo de concebir el jazz», dice.
H. PAONE
Para Juan Bayón, la edición de Silencio ensordecedor trajo aparejada una carga emocional desbordante. Compuso su cuarto disco solista en dos meses y, durante el proceso, nació su hijo y murió su padre. Un vaivén de sentimientos procesados en pandemia, en medio del confinamiento más duro y atrapado en un monoambiente. El resultado es una música maravillosa que contiene tanto la vida como la tragedia. El jazz como alternativa a un mundo incierto.
Contrabajista y compositor, Bayón es uno de los sesionistas más requeridos de la actualidad. Se formó con Hernán Merlo, Javier Dragún y Juan Pablo Navarro; estudió composición con Juan «Pollo» Raffo y siguió cursos con Dave Douglas, Joshua Redman y Tony Malaby, entre otros. Tocó con todos: de Paula Shocron, Eleonora Eubel, Ernesto Jodos, Adrián Iaies y Bernardo Baraj, a Tommy Smith, Danny Grissett, Judy Niemack y Hank Roberts. La lista es interminable.
A la par, Bayón forjó su carrera solista. Editó Trance (2011), Control (2013), Vidas simples (2018), El sonido de la diferencia (2019) y el más reciente Silencio ensordecedor. En su estilo se percibe una marca de origen. «Hay algo de peronismo en mi modo de concebir el jazz en Buenos Aires», dice, mientras se acomoda en una silla añeja del Bar Británico.
Por fuera del jazz, su bagaje incluye otras músicas de tradición popular. El rock argentino a la cabeza. Por eso, cuando puede, aprovecha su lugar de sesionista con los grandes del jazz para enriquecerse con anécdotas. Y ese es un lugar que se ganó a fuerza de estudio y práctica. «Estar con ellos te permite, además, proyectar cómo va a ser uno en los próximos años: son modelos a seguir», cuenta.
Verdad adquirida
Algunos críticos aseguran que Bayón es uno de los contrabajistas más requeridos de la escena actual. Y, en ese plano, escribir música es un pilar importante. El contexto, después, es un poco el que se va presentando. «Si tengo que editar de manera independiente lo hago, pero si aparece un sello de Chicago también lo aprovecho. Cuando empecé a tocar veía que Bob Dylan, The Beatles y Charly García hacían sus temas. Eso siempre fue una marca más allá del género: es como una verdad adquirida, es básicamente el desarrollo de una experiencia», sostiene.
Está seguro de que Silencio ensordecedor llega con sus mejores temas. «Quiero que las canciones tengan un valor más allá de la improvisación, que se forjen cierto carisma. Si la idea no es concreta, no me interesa. Pero eso no quiere decir que no pueda tener espacios para la improvisación libre», explica. Para darle forma a los once tracks del disco contó con la colaboración de Florencio Justo en grabación, mezcla y máster.
La elección de los músicos que lo acompañan tiene que ver con el momento particular que está atravesando. «Es fundamental respetar esa conexión. A veces también son gustos que me doy. Cuando convoco a un determinado tipo de músicos, la situación es que no sé qué va a pasar y eso, para esta música, está bueno. En esta oportunidad Juan Cruz de Urquiza, por ejemplo, tocó cosas que en otros lados no haría. Eso no quiere decir que haya tocado mejor, sino que a partir de mi propuesta nacen cosas que son muy características de este seleccionado y de este disco», dice. Además del mencionado trompetista, su quinteto actual se completa con Lucas Goicochea (saxo alto y tenor), Leo Genovese (piano) y Fran Cossavella (batería).
Mucho se habla de las características del nuevo jazz en Buenos Aires. La proliferación de discos, músicos, lugares para tocar y sellos independientes como Kuai, en el que participa como cofundador, alimentan el circuito de una música que actualmente es alternativa. «Para mí el jazz es un medio, no es un fin en sí mismo», afirma. «Hay una tradición, la podés usar o te puede aplastar».