Cultura

Ideas en expansión

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De José Pablo Feinmann a Darío Sztajnszrajber, exponentes de la disciplina acercan a los grandes pensadores a un público no especializado a través de charlas, espectáculos y programas televisivos. Preguntas que cuestionan al sentido común.

En obra. Sztajnszrajber presenta Desencajados, que va por su séptima temporada. (Prensa)

Tan aclamada como cuestionada, la divulgación filosófica es una de las tendencias más firmes de los fenómenos culturales argentinos. En parte facilitada por los nuevos soportes comunicacionales y las redes sociales, instituciones privadas y centros de cultura, los cursos y talleres de la disciplina han excedido el ámbito académico. El pionero de esta nueva manera de introducir a los pensadores y los conceptos de manera masiva ha sido el escritor y filósofo José Pablo Feinmann, quien desde 2010 impartió una serie de clases en su programa Filosofía aquí y ahora, que emitió el canal Encuentro. Otros filósofos más jóvenes, como Darío Sztajnszrajber, Diego Singer o Esteban Ierardo, siguieron el camino abierto por Feinmann a través de espectáculos, charlas «a la gorra» y películas o ficciones televisivas.  
Pese a que ninguno de ellos rechazó al libro como medio tradicional de difusión, muchos se preguntan si la divulgación filosófica puede considerarse válida o simplemente vulgariza a la filosofía. Según Sztajnszrajber, «se trata de un lenguaje diferente del de la docencia y la investigación académica. Cada uno tiene sus reglas y su canon, y ninguno de ellos monopoliza el saber correcto. No hay un lenguaje original y primero del que los otros son copias. El de la divulgación filosófica tiene como propósito la masividad y busca, antes que nada, popularizar y generar una transferencia a un público que no está decidido a estudiar la materia pero que encuentra en ella algo propio, existencial. En ese sentido, es posible provocar un acontecimiento filosófico más genuino que en la academia, que termina encorsetada en su lógica burocrática y reproductiva de su status quo, y olvida la vocación originaria de la filosofía. Por lo tanto, rescato la espontaneidad del público, que gracias a la divulgación puede emanciparse del sentido común».  

Conocimiento ampliado
En la misma sintonía que Sztajnszrajber, Ierardo afirma que la divulgación filosófica es un lenguaje que intenta hacer más transparentes y comunicables los conceptos filosóficos. Sin embargo, a diferencia de su colega, entiende que es un ejercicio de traducción de un lenguaje más abstracto y técnico a otro más sencillo, aunque sin traicionar los contenidos fundamentales. A su juicio, la divulgación tiene como propósito expandir el campo de la recepción y circulación de las ideas especializadas. «Se trata de transferir a un público amplio el interés de preguntas vinculadas con el sentido de la vida y los procesos históricos y sociales, a través de ideas movilizadoras que despierten una actitud crítica y no conformista respecto de lo dado», dice Ierardo. Todos los filósofos son susceptibles de volcarse a la divulgación, advierte, aunque ciertas doctrinas metafísicas, con su terminología abstracta, constituyen un desafío y un esfuerzo extra.

Referentes. Esteban Ierardo y Diego Singer. (Prensa)

Por su parte, Singer acepta que la divulgación filosófica implica que un profesional explica a un público no especializado ideas elaboradas, con lo que se da una relación vertical desde un saber legitimado. En cambio, sostiene que «la vulgata filosófica propone una circulación horizontal que forma parte del sentido común y no necesariamente comprende los contextos y los conceptos asociados a una filosofía determinada. La vulgata tiene su riqueza porque, en muchos casos, el divulgador tiene cuidado en contextualizar a la obra de un filósofo». Singer la concibe como una forma más viva de transmisión de los conceptos filosóficos. Estos, afirma, «pueden perder rigurosidad, pero ayuda a que el público pierda el miedo a la filosofía».

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