25 de enero de 2022
El músico rosarino atraviesa un momento de alta productividad que incluye una trilogía de discos, una serie, una película y una autobiografía en camino.
Influencia. Cuando recibió el Grammy rindió tributo a Nebbia, Spinetta y García.
TÉLAM
Vengo de la ciudad de Rosario, soy un hombre muy afortunado. He tenido la suerte de formar parte de un gran laboratorio artístico, porque me dejaron entrar a sus salas de ensayo Litto Nebbia, Luis Alberto Spinetta y Charly García, que fueron tres mentores de la música moderna argentina y americana. Me siento parte de un eslabón del tesoro americano que se creó y que se inventó en todo el continente. No tengo más que gratitud, agradecimiento y alegría». Esas fueron las palabras que Fito Páez dijo cuando recibió en noviembre pasado, en Las Vegas, el Grammy a la Excelencia Musical. En el reconocimiento a esos tres artistas y en el concepto de ser parte de una escena se condensa parte de su notable presente.
Hoy no existe nadie dentro de la tradición de ese «tesoro» –como denominó él mismo al «rock nacional»– con tanta lucidez, vitalidad y salud como Páez. Rosarino y prolífico como Nebbia, inspirado por poetas y pensadores como Spinetta y con una matriz tanguera y Beatle y de songwriter al piano como Charly, se elevó como heredero de esa tríada. Entre cadáveres exquisitos y malheridos, quedó ubicado en un lugar clásico y solitario, desde donde opera como una figura integradora de géneros y generaciones. Hoy es un artista único que puede hacer música de cámara o folclore; compartir recitales con Nathy Peluso, Mateo Sujatovich de Conociendo Rusia o Santiago Motorizado; grabar con Elvis Costello, hablar de la poesía de Osvaldo Lamborghini, versionar a Pablo Milanés o difundir la obra ensayística de Horacio González.
Su 2021 fue vibrante, algo así como un tembladeral. Viene de editar Los años salvajes, un disco con grandes canciones que cosechó buenas críticas. En febrero sacará otro álbum, instrumental, con el aporte de la Orquesta Sinfónica de Praga. «En realidad, es una trilogía que se completará con un tercer episodio, que es un disco de piano solo», le dijo a su amigo, el periodista rosarino Pedro Squillacci. «También tengo listo un trabajo conceptual que llamaré Futurología Arlt, en el que me zambullo en el fascinante universo de Erdosain, Ergueta y la Coja Hipólita».
Por otra parte, en enero comenzó el rodaje de una serie sobre su vida que emitirá la plataforma Netflix. El comunicado de prensa anticipó que la «ficción biográfica» recorrerá «cuarenta años de historia de una de las más grandes estrellas de la música latinoamericana, pasando por sus éxitos y sus fracasos, sus momentos de genialidad y sus tragedias». Con producción ejecutiva de Mandarina Televisión, el propio Páez va a estar comprometido como productor del contenido junto con el director Juan Pablo Kolodziej, Mariano Chihade y el realizador Juan Taratuto.
La esquela promocional de Netflix habla de «sus tragedias». Refiere al crimen de la abuela y la tía, un doble asesinato que provocó uno de los discos más revulsivos del rock argentino: Ciudad de pobres corazones. El año pasado el sello editorial Gourmet Musical publicó Hay cosas peores que estar solo del periodista Federico Anzardi, un libro extraordinario con los detalles del crimen y del disco. Fue el período más punk de su vida. Anzardi narra lo que seguramente va a ser el núcleo de la serie: el proceso interno que ubicó a Fito al borde de la locura, aquellos días dominados por el alcohol, las pastillas y el nihilismo, su poética lacerante.
Rock de acá. Paéz ocupa un lugar central.
SEBASTIÁN ARPESELLA
Historia y futuro
Así ingresa en el 2022, como protagonista y también como objeto de estudio. La hiperquinesis del año pasado también contempló el disco La conquista del espacio, más el demorado punto final de una autobiografía de 600 páginas que escribió de puño y letra, el guion de una nueva película y el maravilloso homenaje que le hizo en el Teatro Colón a Charly García por sus 70 años.
Lo del Colón merece un párrafo aparte. Páez suele contar la revelación que tuvo cuando vio en Rosario a La máquina de hacer pájaros. Fue el 7 de agosto de 1976, en el Auditorio de la Fundación Astengo. Su vida, señaló, cambió para siempre cuando la banda tocó el tema «Rock». Más de cuarenta años después, en el Colón, la interpretó con orquesta y unió así las puntas del mismo lazo. A Páez le atraen los espejos, los eslabones, la historia de un lugar. La versión de «Rock» fue su manera de decir «Gracias. De aquí vengo, allá voy».
Al parecer, la pandemia empujó al rosarino a saldar asignaturas pendientes. «Tanta actividad fue como una dulce venganza contra la peste», explicó. «A mí me agarró la pandemia y, como a todos, nos sorprendió totalmente, pero se ve que mi tálamo emocional me protegió, me ayudó, me salvó y me puso a parir. Me puso a escribir, a hacer música y te diría que se me pasó volando, por supuesto que soy un hombre que lo cuenta desde la fortuna, con mucha suerte, con una casa, poder ducharme dos veces al día, poder comer, todo sano».
En paz con su pasado, evocativo, pero en el mismo gesto proyectándose hacia el futuro, una de las letras de Los años salvajes sirve para definir su actualidad. Pertenece a la canción «Lo mejor de nuestras vidas»: «Este es mi tiempo/ leo libros, nunca me muerden/ Este es nuestro tiempo/ Los villanos no saben leer ni hablar/ Este es mi tiempo/ el dinero es el único dios real/ Este es nuestro tiempo/ cada vez tengo más ganas de pelear/ Las multitudes seremos condenadas/ a vivir una vida podrida en medio de los egos del poder».
Las primeras frases las conjuga en singular; luego, pasa al plural. «Este es nuestro tiempo», nos dice Fito Páez y, mientras el planeta se cae a pedazos, despliega la fantasía de que, con un simple piano, trabajando sin parar, montado a una buena canción pop, puede cambiar la historia.