Cultura | COHN Y DUPRAT HABLAN DE «BELLAS ARTES»

Ironía venenosa en el museo

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Alejandro Lingenti

La dupla de realizadores traslada su singular estilo a un centro de arte contemporáneo de Madrid, en una irreverente serie protagonizada por Oscar Martínez.

Director. Dumas (Martínez) se postula para un puesto que se convierte en una pesadilla cotidiana. 

En Bellas artes, que ya en sus títulos de presentación juega con un cambio en el título (el reemplazo de «bellas» por «malas»), Antonio Dumas empieza postulándose para el puesto de director de un museo de arte contemporáneo en Madrid, sin imaginar que ese trabajo puede transformarse en una pesadilla cotidiana. 
En el inicio de esta serie de seis capítulos de media hora que acaba de estrenar Star+, Dumas, interpretado por el experimentado Oscar Martínez, compite contra un par de aspirantes que parecen estar en mejor sintonía con estos tiempos: dos mujeres que en su discurso ponen el acento en la diversidad de género, las reivindicaciones del feminismo y todo aquello que encuadra con los cánones actuales de la corrección política. Estandartes algo caricaturizados de lo que se conoce como «cultura woke», en suma.
Dumas es todo lo contrario, y no duda en provocar: exhibe sin pudores su desprecio por un clima de época que no lo representa, se arriesga a exhibirse tal como es. Sin embargo, lo eligen para el cargo. Y ahí nomás empieza una andanada de problemas que Mariano Cohn y Gastón Duprat, fieles a su estilo, transforman en gags cargados de ironía venenosa. 
«Es alguien con mucha experiencia que quiere devolver algo de todo lo que sabe, tiene esa idea noble, esa buena intención», explica Duprat sobre el protagonista de esta ficción sardónica escrita por su hermano Andrés, él mismo director del Museo Nacional de Bellas en la vida real, con mandato hasta 2028. «Pero en la práctica esa idea se transforma en una pesadilla porque, no bien accede al cargo, este señor se empieza a encontrar con la realidad: las presiones de una ministra de Cultura a la que reporta, las de los sindicatos, los ataques sorpresivos de un grupo de activistas políticos», enumera.
Dumas enfrenta todos esos problemas como puede: es un personaje mordaz y bastante pesimista, pero no se rinde, da pelea, negocia hasta dónde le permiten su propia tolerancia y el contexto. «Cuando sos funcionario público o estás en un lugar como este museo, tenés que lidiar con diferentes fuerzas concéntricas y no quebrar lanzas», sostiene Cohn. «Tenés que ceder e incluso ir en contra de algunos principios que defendiste toda la vida, hacer favores. Lo que se cataloga como negativo de Dumas es lo más usual en estos casos: moverse con la cintura que se necesita para ocupar ese lugar».

Nuevas temporadas
Bellas artes se rodó íntegramente en España y tiene un elenco mayoritario de profesionales de ese país, con la excepción de su protagonista: Aixa Villagrán, Koldo Olabarri, Ana Wagener, Dani Rovira, Ángela Molina y Adelfa Calvo, entre otros. La dupla de realizadores ya había puesto un pie en España con otras ficciones en las que el mismo Oscar Martínez tuvo papeles importantes como El ciudadano ilustre y, fundamentalmente, Competencia oficial, donde el actor argentino –que hoy vive en Madrid– compartió cartel con dos grandes estrellas locales, Penélope Cruz y Antonio Banderas. De esa experiencia, Duprat recuerda una anécdota que cuenta expresamente para valorar el estatus de uno de sus actores fetiches (los otros son Luis Brandoni y Guillermo Francella, protagonista de otra exitosa serie de Star+, El encargado, que ya tiene tercera temporada confirmada). «En una de las primeras escenas que rodamos, Penélope y Antonio ya habían hecho sus tomas, pero cuando vieron lo que hizo Oscar en la suya pidieron repetir para estar a la misma altura. Eso marca qué clase de actor es Martínez», revela. 

Socios. Los directores también están detrás de «El encargado», que ya tiene tercera temporada confirmada.

Foto: Ariel Grinberg/Prensa

Bellas artes también tiene nueva temporada rodada, ya lista para lanzar en Argentina en cuanto la plataforma Star+ lo decida conveniente. Pero hay más proyectos de Cohn y Duprat en carpeta. Se destaca uno especialmente importante para el que pretenden tener a Robert De Niro, quien ya participó en Nada, otra serie de Star+ encabezada por Brandoni. «Es una película que esperamos poder filmar en una de las pocas ventanas que tiene su agenda», dice Duprat. «Cuenta la historia de un ídolo popular caído en desgracia y del entorno que lo rodea: exmujeres, novias, representantes, médicos, abogados, contadores. Todos se resisten a dejar de vivir de él, incluso cuando el tipo ya está terminado», completa.
Cohn y Duprat se han asociado para Bellas artes con el productor argentino Pablo Bossi y hoy están dedicados tanto a la generación de proyectos propios como a la creación de algunos que caen en manos de otros directores (el caso de la serie Coppola, el representante, dirigida por Ariel Winograd y protagonizada por Juan Minujín). Son optimistas en cuanto al desarrollo del negocio audiovisual en Argentina. «Una serie argentina nunca va a tener el nivel de producción de The Crown, pero tampoco hace falta», argumenta Duprat. «En los años 80 se hacían películas en las que explotaba un auto para emular la espectacularidad de las producciones de Hollywood, pero lo que veías era un Fiat 147 viejo al que incendiaban como podían. Después llegó el Nuevo Cine Argentino, desconoció esa especie de carrera armamentista y generó otro paradigma: la idea de que no sirve ser el furgón de cola de las producciones norteamericanas. Con las series hay que hacer lo mismo, el foco tiene que estar puesto en la sofisticación del guion, del lenguaje, del concepto, no en el volumen de producción. A mí The Crown me parece muy aburrida, además», remata.
Pero la producción audiovisual necesita apoyo económico, un rol activo del Estado que hoy está puesto en cuestión por la administración de Javier Milei, apuntada por distintas voces del cine argentino por el desguace del INCAA. «Nosotros empezamos en el cine con películas como El artistaEl hombre de al lado, que se hicieron gracias a la participación del INCAA. Pero también es cierto que el organismo tenía 1.300 empleados, que el 70% de los ingresos se gastaban en sueldos, que había muchos kioscos e incluso nepotismo», remarca Duprat, mientras Cohn asiente. «Todos en el mundo del cine lo saben. A partir de ahora es responsabilidad del interventor que está en funciones, pero no se le puede endilgar a él veinte años de desmanejo. El INCAA debe existir y funcionar bien, como funcionan organismos similares en España o en otros países de América Latina. No hay que cerrarlo, hay que mejorarlo».

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